Periodista venezolano Roberto Alejandro Betancourt fue condenado a 4 años de prisión y otros 10 de libertad supervisada en Florida por «homicidio involuntario» en contra de un motorizado al que arrolló mientras conducía ebrio – CIUDAD GÓTICA

Luego del suceso, el 20 de julio de 2019, en la NW 74 Street y 114 Avenue, en Doral, Florida, en donde el periodista venezolano Roberto Alejandro Betancourt arrolló con su automóvil y ocasionó la muerte del motorizado Richard Gabriel Matos López, también venezolano, Betancourt fue sometido a juicio en una corte del condado de Miami-Dade, corte que lo halló culpable de homicidio involuntario por conducir en estado de ebriedad y de daños a la propiedad. Betancourt fue sentenciado a 4 años de prisión y a otros 10 años de libertad supervisada.

Documentos muestran detalles del accidente en el que el periodista venezolano Roberto Alejandro Betancourt arrolló y ocasionó la muerte de un motorizado en Florida mientras conducía ebrio

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En las audiencias del juicio estuvieron presentes Haydee Matos y Luzmila Josefina Matos, tías de la víctima; además de su primo Reginaldo Andrés Pina y Nikola Pacheco. Taiz López, la madre del motorizado arrollado, compareció desde Venezuela vía Zoom.

Sally Madison, miembro de la organización de “Madres en contra de conducir ebrio” (https://madd.org), también estuvo presente.

En defensa del acusado, Miriam Méndez, su esposa, escribió una carta en apoyo a Roberto Alejandro Betancourt. El padre de Betancourt, del mismo nombre, también escribió una carta en apoyo a su hijo.

Frank Gaviria, abogado de Roberto Betancourt, intentó mostrar a la corte el «increíble» trabajo que su defendido ha realizado por los refugiados venezolanos en Estados Unidos. Una de las cartas presentadas por el abogado fue de la Organización de Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio (Veppex), presidida por el venezolano José Antonio Colina, habitual colaborador en proyectos periodísticos de Betancourt, como el canal Factores de Poder, en Youtube.

En las audiencias del juicio, el acusado le dedicó unas palabras a la madre del motorizado fallecido, en donde Betancourt se lamentó de haber matado a un connacional venezolano.

En una carta, Betancourt también dijo que haría lo posible por crear conciencia sobre los accidentes y las muertes de personas ocasionadas por conducir ebrio. Sin embargo, durante tres años de gerenciar una plataforma periodística en internet, el acusado nunca hizo público su caso, ni ayudó a crear conciencia, a pesar de haberse comprometido a enviar un mensaje con este propósito.

Octubre 22, 2021.

Honorable Juez Ruiz.

Desde el día del lamentable accidente, no he dejado de pensar y de pedir a Dios ni un solo día por la madre de Richard. Como padre de familia, solamente retumba en mi cabeza el dolor tan grande por el que pasó, pasa y pasará por el resto de sus días por la repentina e infortunada muerte de su hijo y es por eso, que especialmente me quiero dirigir a ella, con todo respeto, humildad y sensibilidad.

Mi nombre es Roberto Betancourt, soy venezolano, periodista y exiliado político en los Estados Unidos desde el 20 de febrero de 2014 debido a la desgracia político-social y humanitaria que atraviesa nuestro país, circunstancias por las cuales seguramente también su hijo Richard, se encontraba en la Ciudad de Miami. Hago referencia a esto, porque es un tema que me toca muy de cerca, con el que he trabajado por muchos años en lo profesional y en lo personal. No paro de pensar, buscar respuestas, buscar motivos del por qué y sobre todo para qué, el destino y Dios me han puesto en esta situación, que involucra a un hermano venezolano que se une a la lista de innumerable situaciones por las que hemos tenido que pasar, quienes fuimos obligados a salir de Venezuela. Vivo y sufro a diario, por casos y casos que no paran de llegar a mis manos desde cualquier rincón del mundo en el que nos encontramos.

Toda mi vida he evitado los problemas, jamás había tenido ninguna situación legal, he incluso jamás había pisado una comisaría, por el contrario, siempre decía muy orgulloso, que prefería el camino más largo porque sentía y siento que es el más seguro para lograr las metas, en lo profesional, en lo personal, en lo financiero y en todos los ámbitos de la vida. Ese comportamiento me ha hecho gozar del respeto y afecto de la gente que me rodea y que han sido factor fundamental para no desmayar ante este lamentable hecho por el que atravesamos y por el que he pedido mucho a Dios, que sea su principal aliado para que usted tampoco desmaye, a pesar, de que al ponerme en sus zapatos, no hago más que pensar en un dolor que será para siempre y con el que tendremos que aprender a vivir toda la vida,

Me he aferrado a mis hijos para sostenerme. Cada noche que entro a mi casa y ellos corren hacia mi para abrazarme, me dan la fuerza para seguir pensando que la vida vale la pena, muy a pesar de las circunstancias por las que debemos pasar. Es principalmente por ellos, por quienes no he dudado ni un segundo en atender y abrazar este inmenso problema, en lo personal y en lo legal. Si algo tengo claro es que debemos ser ejemplo para nuestros hijos, sobre todo en épocas tan complejas para la sociedad.

Doy gracias a Dios, por contar con la familia que tengo, con una esposa con la que llevo una relación estable desde hace casi 18 años, que ha estado a mi lado y yo al de ella en todas las circunstancias que nos ha presentado la vida, con la que he construido desde cero y seguiré construyendo, todas nuestras metas.

Doy gracias a Dios por mis padres, de quienes siempre he tenido el mejor ejemplo de honestidad, trabajo, unión y resiliencia; por mis hermanos, que han estado siempre para apoyarme al lado de sus respectivas familias, con el único motivo de mantenernos siempre unidos; por mis amigos de tantos años que me han rodeado con entendimiento y acompañamiento. Es gracias a todos, que he vuelto a creer en mi. No puedo negar que me he sentido profundamente conmovido por el apoyo de cada uno de ellos.

Con todas estas palabras sé que no podré devolver la vida de Richard, ni tampoco pretendo minimizar el más grande error de mi vida y aunque técnicamente no puedo decir que soy el culpable, sólo quiero que sepa que jamás sería capaz de hacerle daño a nadie, que soy una buena persona, un ciudadano de bien, que lucha y seguirá luchando por sus sueños y que desea desde lo más profundo, que usted pueda conseguir la paz. Hago todo este preámbulo, porque le quiero relatar lo que he sentido y he vivido a raíz de esa trágica madrugada del 20 de julio de 2019.

Ha sido muy fuerte dudar de mi, de quien realmente soy, me he castigado y me he evaluado para conseguir respuestas. Inmediatamente busqué ayuda profesional y acompañamiento espiritual para atender el trauma. Así, poco a poco fui encontrando algunas luces. Comencé a entender todo este proceso, el día que un sacerdote de la Iglesia Católica me dijo que tenía que comenzar por perdonarme. Fue allí cuando empecé a ver la luz, cuando dejé de preguntarme por qué a mi y empecé a buscar el para qué. Así y con ayuda de terapia psicológica, comencé a ver de nuevo al Roberto Betancourt, que aun lleno de absoluta vergüenza, se dirige a usted.

En el proceso, me conseguí con una falta de empatía tremenda, bárbara, asombrosa, bochornosa; con una falta de información gigante que distancian mucho la grandeza de Estados Unidos y sus instituciones, al tratamiento de problemas de esta magnitud. La humanidad fue prácticamente inexistente. Nadie me decía concretamente qué hacer y lo que hice, lo hice por mis propios medios, tratando de conseguir respuestas. Asistí a terapias de grupo, en donde me enteré de las alarmantes cifras de reincidencia y de las alarmantes cifras de muertes en accidentes de tránsito en donde alguno de los involucrados está bajo la influencia del alcohol o drogas. Lo que más me asombro, fue la ligereza con la que los asistentes se toman la situación y la superficialidad con la que se abordan estos temas. Eso me molestó profundamente, al punto de casi pararme e irme. Decidí no hacerlo y brindar mi testimonio, que sin duda, cambio por completo la tónica del encuentro. Conseguí empatía de los presentes, gestos de humanidad, preocupación y lo más importante de reflexión. Inmediatamente identifiqué un para qué y me ofrecí a dar mi testimonio, las veces que fuese necesario en estas instituciones a las que asistí y lamentablemente sólo conseguí un si de la boca para afuera. Hice seguimiento y nunca conseguí respuestas. Eso me lleno de frustración, pero me dieron pie a pensar en dos iniciativas que hoy quiero proponer.

Seria absolutamente egoísta de mi parte el no intentar hacer algo que impacte positivamente en personas que atraviesan problemas como este y mucho mejor si logro a través de mi experiencia, prevenir situaciones desafortunadas para otros. No importa la cantidad, desde la más mínima persona a la que podamos impactar, estaré haciendo algo activamente que reduzca esas cifras que me alarmaron. Hoy puedo comenzar desde mi actividad profesional a través de contenidos audiovisuales y a través de charlas que puedo dictar en cualquier tipo de organizaciones. Tengo las herramientas, el deseo y la necesidad de hacerlo. Me gustaría incluso, con mucho respeto, que usted pueda formar parte y que lo hagamos en nombre de la memoria de su hijo. Me disculpa el atrevimiento, pero lo hago desde el corazón.

Muchas veces pasó por mi cabeza contactarla. Me recomendaron que no lo hiciera, al menos en esos momentos. Parte de su familia, trato de contactarme por redes sociales y no respondí por esas mismas recomendaciones, además de mi absoluta confusión, vergüenza y el miedo que hoy sigo teniendo intacto.

Vergüenza. El principal sentimiento que me ha invadido, sobre todo por mis características de personalidad, por tratar siempre de hacer las cosas bien, al punto de muchas veces atormentarme por ello, porque además siempre me «he llenado la boca» diciendo que me gusta hacer las cosas bien, por la que muchas veces sobre pienso, antes de comprometer mi palabra, que siempre será mi principal patrimonio. Vergüenza ante mis hijos, mi esposa, mis padres, mis amigos. Vergüenza ante usted y su familia, ante la sociedad y las autoridades.

A todos ustedes, les doy mi palabra. Mi camino por hacer el bien continúa y continuará siempre, porque si de algo me he dado cuenta a lo largo de este tiempo, es que jamás podré cambiar mi esencia y que Dios nunca nos abandona. Si alguno ha sentido vergüenza por mí, les pido mis más sinceras disculpas.

Roberto A. Betancourt R.

 

Pese a que Betancourt señaló en su carta: «aunque técnicamente no puedo decir que soy el culpable», intentando restar peso a la acusación en su contra y asegurando que se trató de un «accidente», la juez del caso, Mavel Ruiz, le respondió que él se encontraba acusado de DUI Manslaughter u homicidio involuntario por conducir ebrio. La juez continuó explicándole al acusado que haber conducido su automóvil, mientras se encontraba ebrio, había sido una decisión que él tomó y que el resultado de esa decisión había sido la de haber ocasionado la muerte de Richard Matos.

La fiscal del caso, declaró que si bien ocurrió un «accidente de tránsito», el término accidente no se adecúa completamente a la situación, al tratarse de un hecho que pudo haber sido evitado, si Betancourt no se hubiera puesto al frente del volante, estando ebrio.

La fiscal mostró un collage de fotografías de Richard Matos, el motorizado fallecido, quien era un chico que apenas empezaba la vida. La fiscal continuó indicando que ciertamente es dolorosa la muerte de un connacional, pero al final del día es sobre una vida humana que acabó muy pronto. Agregó que había sido decisión de Betancourt la de tomar en exceso y colocarse frente al volante.

Las evidencias recabadas por la policía en el lugar del suceso, indicaron el aparente intento de Betancourt de darse a la fuga, algo que no logró, después que las bolsas de aire de su automóvil se activaran y unos metros más adelante del lugar del arrollamiento, el ahora sentenciado por homicidio involuntario se dirigiera contra la acera ubicada al lado derecho de la vía y chocara contra un poste de luz.

Tomado de Periodista venezolano Roberto Alejandro Betancourt fue condenado a 4 años de prisión y otros 10 de libertad supervisada en Florida por «homicidio involuntario» en contra de un motorizado al que arrolló mientras conducía ebrio – CIUDAD GÓTICA