Mis primeros estudios se realizaron en el Colegio Francia de Caracas. Hasta tercer grado. Mi familia luego se mudó al País Vasco donde mi abuela me puso en una escuela de la orden de Antonian. Por supuesto que no estaba acostumbrado a la forma brutal de enseñar de los curas antonianos o «Los Frailes» como todos los llamaban. Mi abuela es una católica devota. Hasta el día de hoy cree con todo su corazón que la Iglesia es la casa de Dios y sus representantes, es decir, sacerdotes, monjas, etc., son criaturas santas incapaces de hacer daño. La primera vez que un «frágil» me dio una paliza, por mala conducta, recuerdo haber regresado corriendo a casa para contarles a mis abuelos lo que acababa de pasar. La rabia que tenía era tan opresiva que de mi boca solo salían palabrotas y maldiciones, tenía 8 años. Mi juramento de referirse a ‘pueblo santo’ la molestó mucho y sin más me dio otra paliza porque pensó que era una falta de respeto a la Iglesia y mi relato no podía ser más que mentiras. Además, dijo que si en verdad me habían pegado era bien merecido porque probablemente se debía a alguna picardía mía. Simplemente no podía creerlo. Allí estaba yo, con solo 8 años, abusada por ‘representantes de dios’ y traicionada por mi propia familia. Ese día supe que ninguno de mis argumentos convencería jamás a mi abuela de la maldad de quienes estaban a cargo de mi educación. Y así pasó el tiempo. Hace unos tres años en una visita a mi abuela le planteé en una conversación informal el tema de los abusos que tuve que soportar durante mis seis años en la escuela de Antonian. Le dije: «abuela, ahora soy padre y te puedo decir que si alguna vez alguno de mis queridos hijos viene a mí con historias similares, yo personalmente iría y le daría una paliza a cualquiera que se atreva a abusar de él». Ella estaba sorprendida; ella simplemente no podía creer lo que estaba diciendo, mucho menos mi posición, totalmente compartida por mi esposa, en ese sentido.
El punto es que un católico devoto nunca dudará de la integridad, santidad y buenas intenciones de los miembros de la Iglesia. Los registros históricos muestran que, de hecho, la Iglesia ha estado detrás de gran parte de las guerras, conflictos, escándalos, asesinatos, destrucción de civilizaciones enteras, campañas de conquista, etc. Imperialismo, poder, opresión de la disidencia son, a mi modo de ver, sólo sinónimos de Iglesia. Pero independientemente de cuán clara y reveladora sea la evidencia, mi abuela nunca dejará de creer en ella. Tal es el nivel de convicción, reforzado por años de sermones y creencias incuestionables, que el tema está firmemente anclado en un terreno de fe sólido como una roca.
Igualmente preocupante es la postura de personas que han decidido entregar su intelecto y capacidad de razonamiento a ideologías políticas o líderes carismáticos. Alguien inmortalizó la frase «una mentira repetida mil veces se convierte en realidad», sin embargo, una realidad controvertida repetida un millón de veces y mostrada a los convertidos y fieles es rápidamente descartada como una mentira porque socava la fe sobre la cual se construye todo su sistema de valores. .
Por lo tanto, sostuve la opinión de que es completamente inútil involucrarse incluso con fanáticos religiosos o políticos que no están dispuestos a comenzar a cuestionar las bases de sus creencias. Mi abuela sigue pensando que me equivoco…