¿Por qué se reunieron Chávez y Gustavo Cisneros? Análisis de Alfredo Maldonado

Gustavo Cisneros

De repente, tras una sucesión de insultos y de amenazas, Hugo Chávez se reúne en Fuerte Tiuna con Gustavo Cisneros. El mismo enemigo mortal, neoliberal y globalizador, el conspirador y golpista títere de George W. Bush, el dueño de una de las plantas de televisión que más duro golpea al Gobierno y al chavismo, líder de la conspiración golpista y saboteadora contra la revolución bolivariana, el satán del imperialismo neoliberal, el Gustavo Cisneros perverso y enemigo que Hugo Chávez impenitentemente le ha transmitido a sus seguidores, se reúne sorpresivamente con el enemigo a muerte del neoliberalismo salvaje, con el heredero presunto de Fidel Castro, y lo hace con la presencia de quien no por confiable mediador y eficiente observador electoral es menos ex-presidente de los Estados Unidos, millonario y perteneciente a la oligarquía del imperialismo, Jimmy Carter.

Puede ser que el señor Cisneros esté preocupado porque le quieran cerrar Venevisión, porque vayan a estropearle las haciendas y por el hallazgo de unas pistolas y escopetas viejas en una quinta al lado de los estudios. De repente Cisneros es un sentimental. También podrían pensar Cisneros y Carter que los chavistas andan tan enloquecidos que son capaces de suicidarse en temporada de lluvias cerrando Venevisión y poniendo preso a Napoleón Bravo, que es el veneanimador que más duro le da al gobierno, y que es necesario ayudarlos a pensar de nuevo las cosas. O a lo mejor Carter quiso que Cisneros le regalara personalmente a Chávez su reciente y costosamente impulsada biografía, libro bastante bobalicón muy por debajo de la verdadera trascendencia de un empresario que, de verdad, está ubicado en el tope del mundo.

Yo, que ya me leí el libro, me voy por otros aires.

Me luce que la palabra importante es ‘recapacitar’. Tal vez Chávez, que puede ser ignorante y pomposo, pero no es estúpido, esté recapacitando. O sea, reflexionando cuidadosa y detenidamente sobre su presente y su mañana. Puede ser que se haya dado cuenta, finalmente, de que la avalancha de arrestos, allanamientos, imputaciones, agresiones, acusaciones, despidos y otras manifestaciones de la locura que la incompetencia reiterada puede generar, son realmente el capítulo final de un enorme error y no el preludio de un nuevo triunfo. De repente Chávez, que ha sabido ser implacable en desechar a quien deja de gustarle o de servirle, ha comprendido que lo que el Comando Ayacucho no logró, un Comando integrado por ministros y otros funcionarios caracterizados por su incapacidad mucho menos lo conseguirá en una competencia aún más dura y exigente. Después de todo Maisanta fué un empecinado guerrillero, pero no un brillante estratega.

En la misma mañana del 4 de febrero de 1992 Chávez entendió que debía negociar para sobreponerse a la derrota -estaba derrotado desde que Carlos Andrés Pérez apareció en televisión y desde que la tanqueta aquella prefirió tratar de entrar en el Palacio Blanco a golpes en vez de derribar las puertasa cañonazos-, y así lo hizo. Negoció tiempo y uniforme limpio, negoció rendición digna y no manos esposadas ni empellones de derrotado. Del 11 al 12 de abril de 2002, avanzada la noche, negoció el respeto a su vida y la de su familia, ganó tiempo y el tiempo le enredó las cosas a los militares y permitió que quienes respaldaban a Carmona pusieran una torta que no les alcanzará la vida para pagarla.

Un militar está convencido de que hay honor y compromiso en pelear hasta la muerte, pero también sabe el valor de una retirada en orden y la importancia estratégica de un armisticio negociado a tiempo. Lo firmó Bolívar en Santa Ana con Pablo Morillo, comandante con tropas muy superiores en número y poder de fuego, veteranas y bien entrenadas, y pudo así el Libertador reagrupar las fuerzas patriotas y regresar victorioso a la guerra en su capítulo final hasta Carabobo. Mucho antes se regresó Morillo a España con la cabeza baja.

Cisneros y Carter no son necesariamente los negociadores definitivos para un postrevocatorio tranquilo y un mañana esperanzador. Pero pueden ser la puerta de entrada. Ellos tienen acceso a donde Chávez no entrará, por ahora. La Casa Blanca y el Departamento de Estado en Washington. A través de ellos se puede enviar un primer mensaje y poner en la mesa un primer punto de negociación. Tocar la puerta no es entrar, pueden decir cada uno por su lado Cisneros/Carter y Chávez. Pero tocar ya es algo, y eso es lo que cuenta.

¿Y qué les parece que de repente se aparece en Caracas el señor Ury y empieza a hablarse de encuentros entre el gobierno y los medios? ¿Y que el Vicepresidente dice con tranquila parquedad que alguien tiene que gobernar? O sea, que el gobierno no está gobernando sino encampañado, algo que todo el mundo sabe pero esta vez lo ratifica el mismo Vicepresidente quizás adviertiendo a los que ya mencionan sustitutos para él.

Algo está pasando, hay una o varias procesiones por dentro mientras afuera la batalla pública continúa. La trampa de Chávez es que si gana el revocatorio sin la máxima transparencia y credibilidad, pierde; y si pierde el revocatorio se queda sin gobierno. Él sabe que voto a voto no gana. Toda su vida, desde que empezó a conspirar en sus tiempos de oficial subalterno, Chávez se ha entrenado en eso de nadar en varias aguas a la vez, en asar varios conejos, gastronomía complicada pero no imposible. Sabe que el cerco a Castro seguirá y quizás se incrementará no importa quién gane en noviembre la presidencia norteamericana. Sabe que la Comunidad Europea no aceptará un triunfo chavista a menos que sea aplastante y además sin la más mínima duda, algo que parece difícil. Sabe que China es otro mundo y Venezuela ni mucho menos Chávez son sus prioridades, y muchísimo menos en comparación con el interés de los pragmáticos comunistas de Pekín en fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y Europa. Sabe que, a menos que se produzca una hecatombe fundamentalista en el Medio Oriente, los árabes de la OPEP(los iraníes no son árabes, recuérdese) no harán ni permitirán nada que afecte en exceso a su clientela occidental, amenazados como están por el fundamentalismo musulmán. Sabe que Lula da Silva es amigo pero no admitirá ni una continentalización de la revolución, ni una tiranía de izquierda en su frontera norte. Sabe que no hay un sólo Presidente en América Latina que levante la mano por él.

A Chávez se le escapó el tiempo, y ahora necesita tiempo nuevo para recomenzar, para reinstalarse. La revolución se hizo pedazos entre incompetencia, malos operadores y corrupción. Castro tiene setenta y tantos años, y está enfermo, se le acaba todo, vida y oportunidades. Chávez cumple apenas cincuenta en 2004. Tiene futuro para recuperarse, incluso para empezar de nuevo con más experiencia y fondos y con la bandera de haber respetado la democracia para acceder y salir del poder.

Cisneros tiene poco que perder entrevistándose con Chávez y en cambio mucho por ganar. Conservar tranquilos sus negocios en Venezuela. Escalar a la posición de gran mediador. Adquirir la bandera de salvador de la democracia y de una salida pacífica en Venezuela. Fortalecer su prestigio convirtiéndose en eficaz comunicador de doble vía entre Washington y Caracas.

No significa que cambiará el ambiente electoral. Seguirán los ministros derrochando dinero y el chavismo gritando planes y victorias que no empreñan. Seguirá la oposición organizándose, seguirán los rectores sospechosos de chavismo ganándose el odio eterno de las masas opositoras, y la lluvia de mensajes contradictorios por internet, y el gobierno hundiéndose más en el pantano traicionero de la desaforada malversación de fondos y de la ilegalidad de los actos administrativos, y los militares mudos, y los opinadores opinando. Seguirán los radicales chavistas avanzando al trote acelerado hasta romperse las narices contra la pared.

Hay que tener en cuenta que siempre hay una procesión que marcha por dentro, y que de sorpresas está llena la política. No les extrañe que Chávez salga de todo esto con el uniforme limpio y que quienes queden embarrados sean los demás, los de la presunta lista de depósitos bancarios. Y que Cisneros escale nuevos niveles en su prestigio mundial -y sus negocios.

Tal como están las cosas, Chávez y Cisneros podrían estar recapacitando que mejor negocio y a más largo plazo es Jimmy Carter y la revolución como concepto en democracia y libertad de empresa, que Fidel Castro y su mensaje roñoso y asfixiante. Castro morirá, mientras que los presidentes norteamericanos se renuevan cada cuatro años.