La justicia americana tiene un problema: exhibir a Venezuela

Alejandro Andrade

La justicia no se trata de equidad. No es un sistema donde las víctimas puedan vengarse de sus torturadores, y no es el lugar donde los delitos graves son castigados en la medida adecuada. Hay muchos ejemplos en los que la Justicia de Estados Unidos ha llegado a un acuerdo con los delincuentes a cambio de algo. El criterio por el cual se pondera ese algo a la hora de reducir, o eliminar por completo, el tiempo en la cárcel sigue siendo un misterio. No existe una tabla, o una serie de parámetros establecidos que guíen las acciones del poder judicial cuando los delincuentes deciden «cooperar». Venezuela ofrece algunos buenos ejemplos, el último es el de Alejandro Andrade: un exjefe del Tesoro que admitió que él, solo, había recibido alrededor de $ 1 mil millones en pagos de sobornos, por lo que recibió una sentencia de 10 años a fines de noviembre de 2018.

Lo que Andrade ofreció como información para reducir su sentencia es noticia de ayer. Por lo tanto, determinar el valor exacto que el Departamento de Justicia otorga a dicha información es fundamental para comprender acuerdos similares a los de Andrade. Siguiendo con este argumento, está el caso de Alex Saab, quien posee información nueva, crítica y muy actual sobre las empresas criminales de Nicolás Maduro en Venezuela y más allá. Entonces, si Andrade obtuvo tres años y medio, con información anticuada e inútil, ¿cuáles son las posibilidades de ver a Saab hacer en algún momento, en caso de que decida «colaborar»?

En lo que respecta a Venezuela, el castigo nunca se ajusta al crimen: Andrade *es* el chico del cartel. Pero si el trato que consiguió Andrade es clave para entender la administración de justicia en EE.UU., ¿qué permite que Alejandro Betancourt, Nervis Villalobos, Javier Alvarado, Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz, Raúl Gorrín y tantos otros disfruten felices del botín sin tanta tanto como la preocupación de que el Departamento de Justicia llame a la puerta, es lo que realmente nos fascina. El Departamento de Justicia parece un perro esclerótico que no muerde, y cada vez que muestra interés, la información reciclada obtenida en el dominio público y el buen cabildeo/abogacía hacen el truco.