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Por Ana Cristina Restrepo Jiménez | Opinión
EL PAÍS

Los chats escolares de “papitos y mamitas” son un panóptico de las sociedades que habitan sus integrantes: un solo mensaje puede caer con la ligereza de la pluma… o la fatalidad del trueno.

Esta es la historia de una carta que circuló el martes en un chat escolar de padres del Colegio Alemán Medellín, una institución mixta y laica, perteneciente a una cadena internacional avalada por el Gobierno alemán. Dirigido a la Junta Directiva de la Corporación Deutsche Schule, el texto busca apoyo entre las familias de la comunidad académica. El asunto: “Inconformidad con la admisión de la familia Quintero Osorio”. La familia en cuestión está integrada por el suspendido alcalde de Medellín, Daniel Quintero, su esposa Diana Osorio, y sus dos hijas, la mayor de ellas en edad preescolar.

La misiva de nueve párrafos parte de la admiración de los autores por la historia del empresariado antioqueño y su “camino ético en la forma de hacer empresa”, la misma que Quintero ha criticado desde antes de asumir el poder. Luego cimientan su argumentación sobre valores como “la honradez, la transparencia, el respeto, el esfuerzo” y manifiestan su sorpresa: “al margen del derecho a la educación, los criterios y la discrecionalidad observados históricamente por el colegio parecen haber sido inexplicablemente omitidos y esta vez en un caso cuya notoriedad es evidente”.

¿Criterios omitidos? Por las aulas del Alemán han pasado familias de todos los colores políticos: los hijos del expresidente Álvaro Uribe, los hijos y nietos de Carlos Gaviria Díaz, los hijos del actual gobernador Aníbal Gaviria y, ahora, de Daniel Quintero.

Dicen los autores que “no encuentran ni siquiera en la apertura y liberalidad practicadas por la institución” una explicación para que haya admitido a la familia Quintero. La carta concluye con una indignación “que raya en una afrenta a la mayoría de familias”. El manido criterio de las “mayorías” (no medidas) que, además, son intrascendentes si se trata de someter a discusión derechos fundamentales como la educación.

Aunque parezca una entrega de “Educando a papá”, la tira cómica de George McManus que retrataba la clase media arribista, esta carta es una vela al viento, rezagos de una Medellín clasista, excluyente y discriminadora que lucha por no extinguirse.

En un comunicado público, celebrado por el embajador alemán Peter Ptassek, el Colegio Alemán declaró: “Nuestra filosofía y principios se basan en la formación del pensamiento crítico, el pluralismo, el respeto por la diferencia y la democracia”.

Lo cierto es que las instituciones de educación no hablan ni a través de padres de familia ni de sus directivos: sus alumnos y egresados son su espejo.

Una carta firmada por Alejandro Rodríguez González, quien recoge firmas de exalumnos, señala: “Bien lo dice nuestro himno: “Die Gedanken sind freir” los pensamientos son libres “Kein Mensch kann sie wissen, kein Jaeger erschiessen mit Pulver und Blei. Die Gedanken sind frei!” Ningún hombre puede conocerlos, ningún cazador puede dispararles con polvo y plomo. ¡Los pensamientos son libres!”. Finaliza con una petición para que la Junta Directiva llame la atención de las familias que, “sin respeto alguno, solicitan que una menor de edad sea retirada de la institución por algo tan irrelevante como la ideología de sus padres”.

Una quinceañera, alumna del Alemán, le preguntó a su madre (académica, docente de Ciencias Políticas) si ella firmaría la carta. Su respuesta: “Eso no lo hemos firmado todos los papás. No están respetando que en el colegio hay libertad de admisión; la diversidad y el respeto por las ideas ajenas nos hará siempre mejores seres humanos, no la discriminación. Los hijos no tienen que cargar con los errores de los padres”.

Un grupo de alumnos actuales publicó: “Al pretender quebrantar el derecho a la educación de una niña, con lo cual también se está difamando la imagen de su familia, pero aún más importante la imagen de una menor de edad, se contradicen los valores de los que el colegio tanto se enorgullece. Además, esto muestra una discriminación hacia una familia simplemente por desacuerdo frente a sus ideales políticos”.

¿Acaso la carta original, cobijada por la libertad de expresión, incurre en una conducta sancionable? El abogado penalista Alfonso Cadavid, responde: “Hay una posible incidencia jurídica de los delitos de actos de discriminación u hostigamiento (artículos 134A y 134B del Código penal). Son poco aplicados en la práctica y una sentencia famosa de la Corte Suprema sobre hostigamiento fue muy restrictiva exigiendo interés en causar daño a los afectados, en este caso a los niños, lo que creo que no se dio. Con ese precedente creo que tampoco se configuró ninguno de ese par de delitos”.

Soy madre de tres exalumnos del Colegio Alemán Medellín. En el año 2012, cuando el expresidente Álvaro Uribe recorrió colegios de élite con su conferencia Liderazgo, algunas familias del colegio escribimos una carta a la Asociación de Padres de Familia para que dicha cátedra se impartiera con un interlocutor. Tanto Carlos Gaviria Díaz como Iván Marulanda accedieron a interactuar con Uribe, a interpelarlo frente a los alumnos en su versión de la historia reciente. Estas pocas familias no queríamos acallar al expresidente, solo que nuestros hijos recibieran información plural y contrastada.

Fracasamos. Nuestro único triunfo fue lograr que la conferencia se diera fuera del horario escolar. El costo de esa acción ciudadana lo pagaron mis hijos. Fue un infierno.

Hoy la carta es huérfana. Algunos de los padres inconformes con la familia Quintero se niegan a hablar con la prensa por miedo a “exponerse”, como si su “inconformidad” no hubiera dejado a la intemperie a las hermanas Quintero Osorio. Después de que publiqué el contenido de la carta original en el programa radial #MañanasBlu, aquellos valientes en la privacidad del chat se agazaparon.

Por la coyuntura política, a cuatro días de elecciones, con un alcalde suspendido por participación en política, defender los derechos del ciudadano Daniel Quintero puede entenderse como alimentar la victimización que lo ha catapultado políticamente desde la campaña de revocatoria en su contra. Pero es que estos hechos superan la evocación del espíritu de Voltaire: son la prueba ácida del demócrata.

Una nota de voz entra en mi celular del otro lado del océano. Mi hija, de 16 años, me recuerda que los hijos nos educan tanto o más que nosotros a ellos.

La periodista que hace control político del poder, de un gobernante autoritario y mañoso, habita el mismo cuerpo de la ciudadana que reconoce en Daniel Quintero Calle (y su familia) a un ciudadano con derechos.

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