VenePirámides
“Yo busqué en Google cuál era la nevera más cara del mundo y me encontré con un refrigerador en Nueva York que se vende, al cambio (oficial de 6,3 Bs/US$), en 261.450 Bs.” dijo Jorge Rodríguez desde la pantalla de VTV. Según explicó, una tienda en específico vendía una nevera a BsF 817.000, encontrándose entonces en Venezuela una nevera que –a bolívares fuertes- costaba más que la considerada la más cara del mundo. Si bien para esta investigación resulta imposible tener acceso la contabilidad de la empresa referida, los argumentos económicos empleados para contextualizar este costo sí pueden ser analizados.
El análisis de Jorge Rodríguez sugiere que el vendedor local de la nevera obtiene un margen elevadísimo de beneficios, lo que los ecomistas denominan un beneficio “extraordinario”. Ante esta situación, es probable que una de las primeras cosas que piense un economista –en ausencia de información adicional- es que nos encontramos en una situación donde se producen bajos niveles de competencia. La explicación es sencilla, si puedes comprar una nevera a BsF 261.000 y la puedes vender al triple o más lo natural, sería pensar que muchas otras personas quisieran realizar la misma actividad y obtener niveles similares de ganancia. Por supuesto, a medida que aparecen más vendedores de nevera se incrementa la oferta, el precio disminuya y las ganancias se diluyan hasta alcanzar niveles en que resulte poco atractivo para nuevos participantes entrar a este mercado. Cuando está dinámica no ocurre, y un vendedor puede obtener ganancias elevadas de forma persistente, los economistas suelen buscar algún tipo de barrera o restricción (o quizás alguna distorsión) en el funcionamiento del mercado. Algo que impide que se produzca un nivel de competencia más intenso en el mercado.
En el caso de las neveras, resulta evidente que el problema tiene su origen en que no es fácil comprar una nevera en otro país para venderla en Venezuela. ¿Incluyó el alcalde Rodríguez en su cálculo el hecho de que el control de cambio implica que el gobierno determina quién, cómo, cuándo, para qué, a qué precio y en cuál cantidad un agente económico puede recibir divisas al tipo de cambio oficial? Este hecho por si sólo podria explicar que haya poca competencia en precios en el mercado de neveras en Venezuela. Sin embargo, y de mayor relevancia para el análisis de las medidas adoptadas recientemente por Maduro, el razonamiento de Rodríguez parte de la premisa que el único costo relevante para vender una nevera en Venezuela es el costo de adquisición al tipo de cambio oficial.
¿Incluyó Rodríguez todos los costos de importación, transporte, servicios, alquileres y pasivos laborales de Nasri? ¿O consideró si los comerciantes debieron usar divisas del mercado negro? Vender una nevera en Caracas no es lo mismo que venderla en Nueva York. El proceso que va desde fabricar la nevera hasta ponerla en la vitrina no es el mismo y, en consecuencia, no puede costar lo mismo.
En el más reciente cambio de prioridades de Nicolás Maduro, el foco de acción es la lucha contra la “especulación”. En la ofensiva contra la “guerra económica” el Órgano Superior de la Economía ha realizado –a la fecha- 1.500 fiscalizaciones, en las que vemos calcular “sobreprecios” considerando solo el costo de compra de la mercancía. Pero, ¿se consideran los otros costos, no solo en términos contables, sino también en tiempo, riesgos e incertidumbre?
Hacer negocios en Venezuela es muy difícil. Según el Banco Mundial, Venezuela es considerado el 9no peor país del mundo para hacer negocios, ya que: no se protege a los inversionistas; se requieren 17 permisos y 144 días para poder abrir un negocio; tarda 381 días adquirir permisos de construcción, 158 para obtener el servicio eléctrico y 38 para registrar una propiedad; importar una mercancía tarda –en promedio- 82 días; y el pago de impuestos, además de comprometer 3/5 partes de las ganancias brutas, implica 71 pagos por año, teniendo que invertir 792 horas (99 días laborales hábiles). Además, sabiendo que Venezuela es una economía altamente dependiente de las importaciones, resulta altamente problemático que Cadivi tarde entre 30 y 145 días para liquidar divisas; vale decir que las ineficiencias en la liquidación implicó una deuda de US$ 12.000 millones con el sector privado para septiembre de 2013.
¿Cuánto cuesta vender? Suponiendo que la empresa es manufacturera, los costos de producción incluyen: local (agua, electricidad, luz y teléfono), mantenimiento de la maquinaria, materia prima (que probablemente tenga un componente importado) y costos laborales. Además, la empresa debe incurrir en costos administrativos: mantenimiento de la contabilidad, solvencias, trámites Cadivi y Sicad, trámites para sacar mercancía de los puertos, etc. Si la empresa es importadora y distribuidora, si bien no debe incurrir en costos de producción, tiene que cubrir costos laborales y de local, elevados costos burocráticos para las importaciones y muy probablemente debe recurrir al mercado paralelo para obtener divisas suficientes. Mientras que entre 2003 y 2011, el sector privado debió comprar un promedio de US$ 7.834 millones por año en divisas en el mercado paralelo para cubrir las importaciones, solo en 2012 tuvo que adquirir US$ 19.473 millones.
¿Y si no hay? Un kilo de leche en polvo está regulado en BsF 30,37, pero en un establecimiento informal se puede conseguir a precios que varían entre Bs. 80 y 120. Por un lado, el comerciante informal toma ventaja de la demanda más elevada, por la escasez relativa del producto, pero a su vez también incluye como costos las horas de cola hechas en múltiples ocasiones y establecimientos para conseguir el producto o el mecanismo que emplee para obtener el producto. Por otro lado, ese comerciante sabe que hay personas dispuestas a pagar un precio superior al regulado. Tanto el buhonero descrito como el vendedor de electrodomésticos se enfrentan al mismo problema de fondo: es difícil conseguir la mercancía dadas las restricciones en la oferta. Esa dificultad implica que los comerciantes (grandes, medianos o pequeños) deben hacer mayores esfuerzos para reponer sus inventarios, mientras que los consumidores están dispuestos a pagar precios superiores para obtener los productos, que son escasos y consideran necesarios. Esta disposición a pagar “más caro” es aún mayor porque: (1) hay una creciente liquidez monetaria, alimentada por el gasto público; (2) los altos niveles de inflación implican que todo es más caro de mes a mes; y (3) vivimos con el prospecto de una economía sin inventarios. En resumen, si el venezolano no compra hoy, mañana el dinero no le alcanzará o no conseguirá los productos.
¿Cuánto cuesta reponer inventarios? Los comerciantes no pueden fijar precios considerando únicamente lo que les costó adquirir un producto. Los comerciantes deben estimar cuánto costará comprar la mercancía para reponer el inventario, por lo que deben considerar cuando menos la inflación estimada. Además, si se trata de bienes importados, es fundamental considerar las posibilidades de que les aprueben o no divisas según las prioridades establecidas por el Gobierno Central; y que las liquiden o no según la disponibilidad de divisas.
Cada vez hay menos productores. Entre 2001 y 2013 el número de patronos y empleadores en el país se redujo en más de 205 mil, de acuerdo al INE. Además, Consecomercio explica que en los últimos 10 años han cerrado 4.000 industrias en el país. La importante contracción que ha sufrido el aparato productivo privado se debe, entre otras cosas, a: (1) problemas de acceso a la materia prima, mucha de ella importada con divisas que Cadivi liquida con importantes retrasos; (2) menor disponibilidad de insumos básicos, industrias que fueron nacionalizadas en 2007 y cuya producción viene en detrimento; (3) fallas en el servicio eléctrico que paralizan operaciones de forma recurrente; (4) precios regulados que no se ajustan a los crecientes costos; (5) el irrespeto a la propiedad privada, que se ha traducido en más de 1.000 expropiaciones, muchas sin pago del justiprecio.
Todo lo anterior muestra a una Venezuela en que es difícil producir o hacer negocios, por lo que cada vez cuenta con menos productores y menos producción, y se hace más dependiente de lo importado. Menos producción, menos empresas, dificultades para acceder a divisas e insumos, implican una situación donde hay problemas de abastecimiento y una inflación persistente; y donde una nevera se vende a BsF 871.000, mientras que –a cambio oficial de 6,3 BsF/US$- la más cara del mundo cuesta BsF 261.000 en Nueva York. La lucha contra la especulación, mediante una lógica únicamente de fiscalización y control no va a funcionar hasta tanto se restablezca la confianza en la economía venezolana, se incrementen las inversiones y, en última instancia, se permita que sean los incrementos en la oferta lo que disminuyan los precios y mejoren el abastecimiento. Si algo demuestran las largas colas que han durado más de una semana, es que no muchos piensan que el año que viene tendremos comercios más abastecidos y con mejores precios.
Al final, no es que todo es cada vez más caro, es que el valor de nuestra moneda es cada vez menor; y la usura y la especulación no son más que síntomas de una economía que está mal, según reportó ProDaVinci.