Quién gana y quién pierde cuando el gas se apaga: la ruptura de acuerdos energéticos entre Venezuela y Trinidad

Las autoridades en Puerto España han intentado minimizar el choque en público, pero fuentes del sector privado y analistas energéticos señalan que, sin acceso a volúmenes de Dragon o ajustes contractuales rápidos, la isla enfrentará un ajuste fiscal y laboral en el sector energético.

La decisión anunciada el 27 de octubre de 2025 por Nicolás Maduro de suspender todos los acuerdos energéticos con Trinidad y Tobago —incluyendo el relevante proyecto gasífero del yacimiento Dragon field— no sólo representa un quiebre en la cooperación bilateral, sino un tablero de pérdidas y ganancias donde ambos países asumen riesgos distintos. Puerto España se expone a un choque económico inmediato al perder acceso a gas clave para su industria de licuefacción; Caracas sacrifica una puerta para monetizar reservas en medio de sanciones, mientras London y Washington observan el movimiento desde el carril geopolítico.

La ruptura tiene como detonante la percepción venezolana de una “acción hostil” por parte de Trinidad y Tobago. Caracas consideró que la estrategia energética de su vecino —combinada con la entrada de un buque de guerra estadounidense— vulneraba su soberanía.

La empresa Shell plc, junto con la National Gas Company of Trinidad and Tobago (NGC), recibieron una licencia de EE.UU. para desarrollar gas en aguas venezolanas, que generaría ganancias a Venezuela, pero la presencia de barcos militares y portaaviones de Estados Unidos en Trinidad y Tobago para ejercicios militares resultó en la decisión del régimen venezolano de suspender toda cooperación energética para el desarrollo de gas compartido con la isla caribeña debido lo que Caracas denunció que el gobierno trinitario se alineó con Washington en lo que Maduro llama un ataque contra el territorio venezolano.

El yacimiento Dragon —con estimaciones de alrededor de 4 billones de pies cúbicos de gas recuperable— representaba para Trinidad una vía para estabilizar su producción disminuida. Maduro declaró la suspensión “inmediata” y ordenó que el Congreso y la Corte Suprema revisaran los efectos del acuerdo.

¿Quién pierde y cómo?

Trinidad y Tobago

T&T enfrenta un golpe directo a su estructura económica tras la suspensión del acuerdo energético con Venezuela. Su modelo de exportación depende de manera crítica del gas natural licuado (GNL) procesado en complejos como Atlantic LNG, cuya operatividad se sustenta en un suministro estable de materia prima.

La interrupción del flujo proveniente del campo venezolano Dragón amenaza con dejar inactiva parte de esta infraestructura estratégica, forzando al país a recurrir a importaciones de gas o GNL a precios internacionales más altos, lo que incrementaría el gasto público y reduciría la competitividad de su industria petroquímica. En el mediano plazo, la imposibilidad de desarrollar Dragón no solo limita el potencial energético del país, sino que también erosiona las proyecciones fiscales y compromete la sostenibilidad de uno de los principales pilares de la economía trinitense.

Las pérdidas de Venezuela

Aunque el gas no constituye la principal fuente de ingresos para Venezuela, debido a que el sector opera bajo estrictas sanciones internacionales, la suspensión del acuerdo con Trinidad y Tobago elimina una vía estratégica para captar divisas y diversificar la economía más allá del petróleo. El bloqueo del proyecto Dragón y la paralización de los acuerdos asociados colocan a PDVSA frente a retos significativos para atraer inversión extranjera y avanzar en desarrollos offshore esenciales para el futuro energético del país. En el plano geopolítico, la ruptura de esta alianza regional aumenta el aislamiento energético de Venezuela, dejando al país más expuesto a sanciones adicionales y debilitando su influencia en la región caribeña.

¿Quién gana y por qué?

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Desde la óptica del régimen, la medida refuerza la idea de defensa de la soberanía frente a lo que se describe como intervención militar directa de EE.UU. en el Caribe. Esa victoria simbólica puede repercutir, según AP, en legitimación interna.

Actores externos

Las grandes petroleras (como Shell) y nuevos inversores podrían renegociar condiciones contractuales con Trinidad y/o Venezuela. La inestabilidad genera oportunidad de adquirir activos o llegar con mayor ventaja en la renegociación.

El gobierno de Estados Unidos y sus aliados obtienen mayor influencia indirecta: al sancionar o condicionar la negociación de gas con Venezuela, refuerzan su papel como árbitro de la región. La licencia otorgada a Trinidad en octubre 2025 es indicativa.

Efectos secundarios

El yacimiento Manatee field (desarrollo independiente en Trinidad pero con porción compartida con Venezuela) se vuelve vulnerable: aunque no todavía suspendido formalmente, la ruptura bilateral plantea incertidumbre contractual.
La integración energética caribeña pierde un eslabón clave; la interrupción obliga a Trinidad a diversificar rápidamente, lo cual puede generar mayores emisiones, mayor coste y romper cadenas de valor regional.

Una escalada militar o diplomática es un riesgo: la presencia de buques de guerra estadounidenses y el tono beligerante del anuncio venezolano amplifican el peligro de que el conflicto trascienda lo comercial.

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Mediación y reactivación parcial:

El camino más viable es que organizaciones regionales (como CARICOM) o terceros (EE.UU., ONU) medien para restablecer al menos un suministro parcial. Esto permitiría limitar las pérdidas

Suspensión prolongada:

Si la discordia persiste meses o años, Trinidad sufrirá pérdida de producción y Venus aumentará su aislamiento energético. Las empresas podrían activar cláusulas de arbitraje y litigios costosos.

Escalada geopolítica:

En el escenario más grave, un choque militar o sanciones adicionales detonan una crisis mayor en la región, con impactos energéticos, migratorios y de seguridad.

La ruptura del acuerdo gasífero entre Venezuela y Trinidad y Tobago es, en apariencia, un asunto técnico-energético. Pero en realidad es un microcosmos del nuevo orden geopolítico del Caribe: los ganadores y perdedores no se están jugando sólo millones de pies cúbicos de gas, sino soberanía, alianzas y poder regional.

Trinidad arriesga su modelo exportador y capacidad de sostén energético; Venezuela sacrifica una entrada estratégica de capital y fortalece su aislamiento. Mientras tanto, actores globales y corporativos aguardan sus movimientos. En un mundo donde el gas se traslada por tuberías, también se mueve por corredores diplomáticos y militares. Y en ese juego de tablero, nadie puede permitirse quedarse sin piezas.

Tomado de Quién gana y quién pierde cuando el gas se apaga: la ruptura de acuerdos energéticos entre Venezuela y Trinidad