Por Isabel Guerrero
Primero estuvo en 26 millones de dólares, y ahora tiene un precio de promoción de 20 millones, pagaderos en criptomonedas. Entre corredores de Florida y, luego, en las redes sociales, la puesta a la venta de la propiedad de Manuel Escotet Rodríguez, una quinta espectacular en la capital venezolana causó conmoción. ¿Tanto así se arregló el país?, provocaba preguntar, y en medio del delirio de cifras, más parecidas a los ‘asking prices’ de mercados calientes del ladrillo como Miami o las Baleares, quedó claro que la debacle chavista ha dejado intactos algunos rincones de opulencia.
Aviso clasificado: “La opulencia le espera en Quinta Warairarepano, una propiedad ubicada en la ladera de una montaña situada en Venezuela. Quinta Warairarepano tiene todas las características de lujo imaginables”. Debe ser así, aceptará el sorprendido lector, pues la propiedad se ofrece en 20 millones de dólares, ubicada en un bucólico enclave de Caracas, cierto, pero también en medio de un mercado depauperado tras una década de crisis socioeconómica y humanitaria.
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El aviso, que circuló a manera de un video promocional por redes sociales, dio un espaldarazo, quizás involuntario, a la especie de que “Venezuela se arregló”. Si así se ofrece la propiedad, todavía debe haber quien pueda comprarla. En la capital del país con la hiperinflación más alta del hemisferio y que ha expatriado a al menos siete millones de sus ciudadanos -entre ellos, miles de venezolanos de clases alta y media que han dejado atrás, a menudo vacíos, sus inmuebles-, aún persisten rincones para la ostentación y el lujo.
Con aires de modernismo moldeados en piedra y mármol, la gran casa familiar que pertenece a Manuel José Escotet Rodríguez desde hace 22 años, muestra líneas rectas que le otorgan un carácter de dios petrificado en un entorno de denso verdor. Se trata de un sector natural del sureste del valle de Caracas al que, desde 1980, ampara la categoría de Zona Protectora bajo custodia del entonces recién creado Ministerio de Ambiente (hoy Ministerio de Ecosocialismo).
La voz indígena que nombra al cerro El Ávila, Warairarepano, también identifica a la propiedad, a pesar de que la montaña homónima en realidad flanquea a Caracas por el punto cardinal opuesto, el norte. La casa se ubica en las montañas que sirven de cinturón vegetal a la capital venezolana, pero desde el sur. Fue construida en la amplitud del cerro El Volcán, el pico más alto del municipio El Hatillo, un suburbio de Caracas en el estado Miranda, en un discreto sector que cuenta con permiso para habitar.
Sobre los 1.000 metros de altura, el empresario hispano-venezolano, hermano del banquero Juan Carlos Escotet Rodríguez, levantó ese bastión desde el que presenció el tránsito del chavismo hacia el poder absoluto. De hecho, la obra se inició apenas dos años después de la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de la República.
Ahora, desde finales del mes de junio de 2022, un mismo video publicitando la millonaria propiedad fue lanzado casi en simultáneo por distintas agencias de ventas de inmuebles. Se ofreció como una especie de villa unifamiliar y autosuficiente, un refugio para preppers acaudalados que deseen vivir cerca de la onda expansiva de miseria y decadencia que llega desde el valle más abajo, pero a la vez busquen aislarse de ella.
Circuito cerrado millonario
El diseño de la casa y su orientación parecen sincronizados con el paso del sol para generar un llamativo efecto óptico. Al atardecer, sus rayos se reflejan como destellos anaranjados en los amplios ventanales del segundo piso de la vivienda y rebotan de manera tenue sobre los carros que transitan por los linderos entre los municipios El Hatillo y Baruta, en el sureste de la capital.
Pocos la notan, pero quienes lo hacen advierten en la ladera “una caja de zapatos” construida con vidrios y que se queda en la memoria como una postal incógnita, sin nombre ni ubicación. Para el espectador surte un efecto parecido al de la casa de los González Gorrondona, agazapada esta en las laderas de la Silla de Caracas, a la altura dela urbanización Altamira. Pero a la de El Volcán se añade una pátina de misterio: “Dicen que es de Escotet”, susurran los vecinos.
Aunque con el apellido busquen aludir a Juan Carlos Escotet Rodríguez, el presidente de Banesco, en realidad el dueño es Manuel José, su hermano, según los registros catastrales. También hispano-venezolano, se dedicó a soluciones tecnológicas asociadas a seguridad electrónica, así como de sistemas de información y comunicaciones. Además tuvo negocios vinculados a la administración y remodelación de infraestructuras comerciales. En una época de fortunas súbitas y suspicacias afiladas, no sobra la aclaratoria: “Todo lo tiene en regla y su casa cumple con lo que señala la ley”, explica una fuente consultada por Armando.info.
Manuel Escotet, economista y contador público, hombre de negocios acostumbrado a los viajes, no volvió ni al país ni a la casa desde 2018, coinciden en relatar sus vecinos. De ese mismo año data el primer intento de venta de la propiedad. Entonces se ofreció por 26 millones de dólares, según publicó el portal Realtor. La transacción se procuró a través de corredores de bienes raíces, al menos, una docena de ellos en Miami. Uno de ellos comentó a Armando.info que “tienen acceso a la propiedad” para mostrarla a posibles compradores, “pero no al vendedor”.
A través de las al menos 90 fotos publicadas en los portales inmobiliarios puede verse que la mansión cuenta con los recursos posibles para vivir en el aislamiento de un búnker pero con la comodidad de un hotel cinco estrellas. Posee desde canchas deportivas hasta su propia capilla religiosa, todo entre caminerías bordeadas de palmeras, chaguaramos y helechos.
Distintas gamas de verdes, grises y colores tierra caracterizan el espacio exterior. Las inmobiliarias ofrecen un tour virtual, a la par que publican una extensa galería de fotos de todos los espacios disponibles: 14 dormitorios y sus vestidores, 20 baños, bar, ascensor, chimenea, múltiples comedores, cine, gimnasio, peluquería, sala de masaje, piscina, cancha de tenis, área de juego, terraza descubierta y un estacionamiento para 12 vehículos.
Desde una pequeña biblioteca se observan los vitrales decorados con paisajes que evocan las mismas postales que inspiraron al pintor hispano-venezolano Manuel Cabré, cuyo ícono recurrente en las artes plásticas fue el cerro Ávila.
Armando.info intentó registrarse sin éxito en las páginas inmobiliarias para realizar la visita. No se recibió respuesta. Apuntarse al tour no era permitido con números locales venezolanos; el sistema los restringía automáticamente.
¿Devaluación? No en esta acera
Vista en cenital sobre un mapa, la casa millonaria es un punto en la Zona Protectora que sirve de pulmón vegetal a los municipios Baruta y El Hatillo. Se trata de unos 15.000 metros cuadrados de terreno -el decreto de tenencia de tierras permite parcelas de hasta 25.000 metros cuadrados- pero el dato no lo confirmaron las agencias inmobiliarias ni fue posible certificarlo a través de la dirección de ingeniería municipal. Sin embargo, un testigo de la evolución arquitectónica de la zona aclaró que “es la parcela más grande del lugar”.
En el decreto del año 1980 -publicado en Gaceta Oficial– se especifican los sectores donde pueden llevarse a cabo determinadas construcciones. Algunos son intocables por su fragilidad ambiental y otros, como el terreno sobre el que se construyó la propiedad, están clasificados como lotes para granjerías, unas grandes casonas que poseen tierras con vocación agrícola, como se pensaba entonces. Las construcciones más cercanas a la casa, según puede verse a través de Google Earth, permanecen medio ocultas entre árboles tupidos de copas altas que dejan entrever techos rojos a dos aguas y que recuerdan a la zona del Country Club, uno de los barrios más ricos y antiguos del este de la ciudad.
Aunque el urbanismo de granjerías no se le identifica con un nombre particular, se trata de una privilegiada urbanización rodeada de otras de igual estatus. Desde ya hace unas décadas, un sector empresarial de Caracas apuntó a la privacidad y seguridad mientras desistía de los condominios residenciales. Así, empezó a construir y refugiarse en estas zonas.
El mercado inmobiliario se revalorizó con propiedades más modernas y sin duda con menos historia. Hasta 2011 la inversión en bienes raíces en Venezuela brindó protección contra la inflación y devaluación, de acuerdo con estudios del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA). Pero desde 2013 y hasta 2019, los cálculos de la Cámara Inmobiliaria venezolana indicaron una reducción de 95%, con precios por debajo de su valor real y hasta de sus costos.
Esto implicó que en la Venezuela de 2022 también haya remates de mansiones debido a la contracción del mercado y a familias que prefirieron no mirar atrás cuando optaron por el exilio. Si el lujo se paga caro, no fue el destino de icónicas villas en el Country Club, por ejemplo, diseñadas por arquitectos de renombre que ahora se venden en tres millones de dólares o menos.
En una búsqueda realizada en los principales portales inmobiliarios de Venezuela, como Remax, Century 21, Rent-A-House, Con La Llave y Tu Inmueble, se identificaron propiedades costosas en urbanizaciones de la capital como Las Mercedes, El Rosal, Colinas de Tamanaco, Valle Arriba y la Lagunita Country Club. Al menos en los últimos seis meses de 2022 los rangos de precios de las casas en venta variaron de tres a ocho millones de dólares, incluyendo la sede de la Embajada de Irán en Venezuela.
Precisando el costo por metro cuadrado de las casas en oferta este año, el monto varía de 850 dólares hasta 1.600 dólares. Para la mansión de la familia Escotet, el promedio fue 1.333 dólares. Sin embargo, la lotería de los altos precios se la lleva la urbanización Las Mercedes, hoy ocupada por grandes torres inteligentes en contraste con unas pocas edificaciones viejas que aún quedan en pie y una selva de locales de moda. En esa pequeña zona rosa de la capital se cotiza el metro cuadrado hasta en 2.500 dólares, según estimaciones de las mismas páginas inmobiliarias.