En Venezuela, Juan Valdez se llamaría Camilo Ibrahim

El secreto
del Café Páramo no está ni en el aroma, ni en el sabor. En realidad, es un
nombre: Camilo Ibrahim Issa. Se trata de un personaje y una cara no muy
conocidas pero que están detrás no solo de esa marca en expansión -empaca,
comercializa, exporta café, y abre tiendas al estilo de Starbucks o de Juan
Valdez-, sino también de uno de los crecimientos empresariales más
espectaculares de la era del chavismo, que se hace sentir en diversas y
simultáneas apuestas en categorías que van del consumo masivo hasta la
aeronáutica civil.

Porque sí:
Camilo Ibrahim también es el hombre detrás de Plus
Ultra, la
aerolínea nominalmente española pero con inversionistas venezolanos que ahora
aparece casi todos los días en las tapas de los diarios de
Madrid.
Aunque la convención diga que no importa que hablen mal de uno, sino que hablen,
la difusión reciente del nombre de la aerolínea no debe haber sido recibida con
gusto por Ibrahim, como si de una publicidad gratuita se tratara: la marca
aparece en los medios asociada a un escándalo, el de la aparentemente irregular
asignación de 53 millones de euros en ayudas por parte del gobierno
socialdemócrata del presidente Pedro Sánchez, y ha puesto a sonar en público al
empresario de origen libanés, quien cultiva con empeño el bajo perfil y conoce
los beneficios de pasar inadvertido. 

El
estruendo en los medios españoles podría llevar a pensar que ese es el principal
negocio de Ibrahim. Pero no es así. De hecho, controla una amplia estructura
corporativa en la que Plus Ultra y Café Páramo lucen como las muestras más
vistosas, pero no necesariamente las más ambiciosas o rentables. Su organigrama
se extiende también a otros negocios al detal, a empresas de servicios
petroleros y hasta a las operaciones en el Aeropuerto Internacional de
Maiquetía,
que sirve a la ciudad de Caracas.  

En medio
de la deprimida economía venezolana, repleta de malas noticias, el reciente boom
de Café Páramo llama mucho la atención. Sin duda refleja una historia de éxito:
sus tiendas brotan como hongos -hasta una en Canadá- y la calidad del producto
es ponderada a menudo por usuarios en las redes sociales. Pero no todos los
granos de esta historia son gourmet. Por algún motivo, la propia compañía
se empeña en ocultar a los verdaderos dueños, tejiendo un manto de oscuridad tan
intenso como un buen espresso.  

Algo se coló en Altamira

Grupo
Páramo nació a mediados de 2016, cuando la crisis económica desatada con el
gobierno de Nicolás Maduro era inocultable. Dos años después la empresa entró de
lleno en titulares de prensa y en la polémica de las redes sociales. A mediados
de 2018, los vecinos de la Plaza Altamira, en el municipio Chacao del noreste de
Caracas, se opusieron a la instalación de un quiosco de Páramo en ese lugar pues
ya corrían rumores de que sus dueños eran personajes cercanos al gobierno de
Nicolás Maduro. La compañía había acordado con el alcalde, Gustavo Duque, estar
allí a cambio de costear el mantenimiento de la plaza. El acuerdo tenía mucho de
profanación simbólica: la plaza Altamira ha representado en diferentes ocasiones
el bastión central de la resistencia antichavista, no solo en el municipio sino
a nivel nacional.

En medio
de la controversia y en una acción para atajar la crisis reputacional y los
rumores que rodaban como una bola de nieve, la compañía presentó entonces a
Guillermo Blanco Hernández como el artífice del emprendimiento. El relato
que compartió destacaba su historial como empleado de la banca, repetía ser el
dueño, y negaba cualquier vínculo o favoritismo de parte del chavismo. “No
tenemos ningún tipo de vínculo con el gobierno nacional (…) Nosotros somos unos
emprendedores que creemos en el país, seguimos apostando por el país y
trabajando duro”, declaró en unas de esas apariciones en octubre de
2018.

Mientras
Blanco Hernández se exponía ante los medios, el verdadero dueño prefirió
mantenerse agazapado, tras bastidores. La prudencia de Camilo Ibrahim tiene sus
buenos motivos. En una época y entorno en los que el abultamiento de cualquier
fortuna genera suspicacias, Ibrahim, además de Páramo, ha sumado a sus haberes
varias empresas como Phoenix World Trade Inc, firma con la que maneja la marca
de ropa Zara y otras del grupo español Inditex, y Pentech Ingenieros 05,
compañía con un largo historial de contrataciones con la gigante petrolera
estatal Pdvsa, según el Registro Nacional de Contratistas
(RNC). 

En muchas
de esas empresas se repite un mismo elenco de colaboradores y
allegados. 

Uno de
ellos es el propio Guillermo Blanco Hernández, por ejemplo. Aunque lo cierto
fue que entró como accionista del Grupo Páramo apenas el 20 de enero de 2019, es
decir, semanas después de que declarara a la prensa como pretendido fundador de
Café Páramo, según se puede constatar en el registro mercantil. Ese mismo día
junto a Blanco también se incorporaron a la gobernanza patrimonial de Páramo,
como socio principal, Hassen Hammoud, un joven de nacionalidad canadiense, y
José Hernando Calderón Barón, que quedó como socio
minoritario. 

En cambio,
desde la fundación de la compañía en 2016 figuraron como sus primeros socios
Kaled Osma Firas, de nacionalidad brasileña, y Aldo Saad Saad, un joven
abogado venezolano. Luego, en octubre de 2017, Youssef Hammoud y Ahmed Hammoud,
también con ciudadanía canadiense, pasaron a ser los representantes
legales. 

Tanto los
hermanos Hammoud como Aldo Saad Saad, el joven abogado, son fichas repetidas de
la estructura corporativa de Camilo Ibrahim Issa.

Ahmed
Hammoud, por ejemplo, comparte sociedad con Hassan Ibrahim Osman, hijo de Camilo
Ibrahim, en Inversiones Planet Security, creada en Caracas en 2009. Ambos están
igualmente relacionados en Fire Bird Inc Limited y Check-In 18 C.A,  con
las que recientemente asumieron el control de algunas operaciones en el
aeropuerto internacional de Maiquetía.

En
Caracas, Ahmed Hammoud, el representante legal del Grupo Páramo, es también
socio de Mohamed Ibrahim Ibrahim y Hassan Ibrahim Ibrahim, sobrinos de Camilo
Ibrahim, en PHX Security System. Esta empresa acumula una larga lista de
contratos con la extinta red estatal Abastos Bicentenario, los ministerios de
Comercio, el Despacho de la Presidencia, el Banco Bicentenario y hasta la
Embajada de Cuba en Venezuela. Sus ventas a esos clientes van desde cámaras de
seguridad hasta artículos navideños, según el RNC.

No por
coincidencia, en sus inicios, Grupo Páramo tuvo la misma dirección que PHX
Securiy System: la quinta Serbal de la urbanización Campo Claro, en el
este de Caracas. 

Pero no
son estas las únicas conexiones del Grupo Páramo con Camilo
Ibrahim. 

Aldo Saad
Saad, uno de los socios fundadores de la productora de café, es también parte
del holding de Camilo Ibrahim en varios de los negocios del duty
free y tiendas de retail del Aeropuerto Internacional de Maiquetía,
según detallan fuentes conocedoras de esas
operaciones. 

Varios de los socios y representantes de Grupo Páramo son, en realidad, piezas de la estructura corporativa de Camilo Ibrahim.

Camilo
Ibrahim figura además como directivo en España de las empresas Alimentos Los
Páramos, registrada en diciembre del año pasado, y de La Compañía de Boconó y
Biscucuy SL, creada en enero de 2019. Ambas terminaron expuestas estos días, en
parte por la reciente crisis generada alrededor de Plus Ultra. Los nombres de
ambas no sólo están vinculadas con la marca Páramo, sino también con dos
regiones productoras de café en Los Andes venezolanos. Y el objetivo de las dos
es, precisamente, la comercialización “al por mayor y al por menor de todo tipo
de alimentos y, en especial, de café en grano, molido, trillado, o en cualquier
otra forma, así como la fabricación, manipulación, envasado y tostado de todo
tipo de café”.

En esas
dos jóvenes sociedades españolas, Camilo Ibrahim comparte directorio con Raif El
Arigie Harbie, Rodolfo José Reyes y Roberto Roselli Mielli, todos venezolanos y
directivos también de la aerolínea Plus Ultra. 

Moliendo a la competencia

Ninguno de
los impedimentos que sensatamente cabría considerar a la hora de montar en
Venezuela un negocio de procesamiento y comercialización de café ha desalentado
la frenética expansión de Páramo. A saber: ni la larga contracción económica,
ni el desplome de la producción nacional del grano -que hoy no supera los
350.000 quintales anuales-, ni siquiera la crisis de un sector afectado durante
años por los controles de precios y expropiaciones decretadas por Hugo Chávez a
diversas torrefactoras comerciales, algunas emblemáticas y hasta históricas,
como Café Madrid o Fama de América. Tampoco lo hizo el pequeño runrún en torno
al quiosco de Altamira en 2018, drenado sobre todo a través de las redes
sociales. 

En
realidad, todos esos factores contribuyeron a despejar el mercado y a favorecer
la irrupción de Páramo. 

El capital
de la compañía no dejó de crecer, la oferta comercial suma al menos cuatro tipos
de café gourmet y los locales al estilo Starbucks o Juan Valdéz se fueron
replicando en sitios estratégicos como aeropuertos, teleféricos o hasta en el
mismo centro histórico de Caracas, algo imposible de lograr en estos tiempos sin
el consentimiento del gobierno nacional. 

Varios
locales de Páramo están, incluso, en espacios donde alguna vez el chavismo
expropió y desalojó a otros empresarios. Son los casos, por ejemplo, de la
tienda que la marca mantiene en la estación del teleférico de Caracas en
Maripérez, cuya concesión fue retirada por Chávez al banquero Nelson Mezerhane,
y es también el caso del local de Páramo en el antiguo hotel León de Oro, en la
avenida Universidad, en pleno centro de Caracas, apenas dos de los catorce
establecimientos que hoy tienen en el país. En 2018 fue el propio Maduro quien
desalojó de esa zona también cercana a la plaza El Venezolano a pequeños
comerciantes dueños de piñaterías y restaurantes. Hoy el local de Café Páramo
sobresale en medio del caos del centro histórico de
Caracas.

El León de
Oro, que ahora alberga a Páramo, es un edificio histórico de dos pisos entre las esquinas de Sociedad y Traposos. Su estampa adorna muchas de
las crónicas costumbristas de la Caracas de los Techos Rojos. El inmueble luce
una fachada blanca que hace juego con amplios ventanales, balcón y puertas de
madera que se levantan hacia lo alto. Solo un pequeño letrero circular con el
logo de la marca interrumpe un diseño que evoca a la antigua cuadrícula urbana
de la ciudad donde nació y vivió Bolívar. Cerca hay también un local de
Golfeados San Jacinto, otra nueva franquicia que, según los empleados, es de “un
tal Ahmed (Hammoud)”, mismo nombre del representante legal de Grupo
Páramo. 

Cuando en
octubre de 2018 Guillermo Blanco, como supuesto propietario de Grupo Páramo,
quiso desmentir la relación con el chavismo, aseveró que habían conseguido ese
espacio en el corazón de Caracas “entregando nuestra carpetica” con el
proyecto. “Nos dijeron que adelante, bajo ciertas condiciones, donde teníamos
que mejorar todo lo que viene a ser la imagen y la fachada de lo que era el
hotel viejo León y con un contrato de arrendamiento por
plazo”. 

El 12 de
agosto del año pasado, Guillermo Blanco participó en un foro virtual organizado
por el medio digital Analítica.com sobre “historias de emprendimientos que
inspiran”, pero no como representante de Páramo, sino de otra franquicia
emergente, esta de helados, llamada La Palettería. Para no ahorrarse indicios, el
abridor del foro fue el propio Camilo Ibrahim, en una de sus pocas apariciones en público. Distintas versiones no confirmadas adjudican a Ibrahim la
propiedad de La Palettería, que además cuenta ya con un local en otra construcción de significado patrimonial en Caracas, el edificio Los Andes, en Sabana
Grande, en cuya planta baja también Café Páramo se estaría disputando un local
con la franquicia de Chocolates Noble, «de la misma gente», según recogía
Armando.info en un reportaje reciente. Los Golfeados San Jacinto también
están allí.

El
surgimiento de Grupo Páramo en apenas cinco años no ha pasado inadvertido entre antiguos industriales y productores de café. Para ellos, incluso antes del auge de los establecimientos o de que los empaques de Café Páramo se
vieran en algunos supermercados, ya tenían noticias de la compañía y de su
aroma. 

“Voy a
mencionar a dos empresas que son de enchufados, que son Café Páramo y
Café Botalón, que básicamente son los que rigen la política y los precios del
café actualmente”, reclamó en febrero de 2019 Yoleidy Páez, representante de los
caficultores en una asamblea de productores con Juan Guaidó, este en su
condición de presidente de la Asamblea Nacional y sólo días después de
proclamarse presidente interino de la República. 

Si el del
verdadero dueño ya es un tema tabú en la compañía, lo mismo ocurre con el lugar
donde procesan y empacan el café. Fuentes de la industria aseguran que a Grupo
Páramo la estatal Corporación Venezolana del Café le cedió, bajo la figura de
comodato, la instalación de Café Madrid en Guacara, estado Carabobo, expropiada
hace años por Chávez. “Salimos de un oligopolio que en su momento tenían Fama de
América y Café Madrid, para un oligopolio de dos empresas enchufadas del
gobierno”, afirma otro productor de café que prefiere que su nombre se mantenga
en reserva. 

Industriales y productores de café aseguran que el de Páramo se procesa y empaqueta en la torrefactora que alguna vez fue de Café Madrid, pero que fue expropiada por Hugo Chávez. Foto: @paramocafeoficial

La
historia de Grupo Páramo representa entonces otra evidencia de la política, impulsada por Nicolás Maduro, de
reprivatización o reparto entre aliados de empresas expropiadas en su momento
por Chávez. “Durante años destruyeron el negocio del
café y hoy es un negocio de los enchufados”, insiste el
productor. 

Por
supuesto, nada de eso está en la historia oficial de la compañía. Para este
reportaje, ni Aldo Saad Saad ni Ahmed Hammoud contestaron a peticiones de
entrevistas. 

Al cierre
de esta edición Reinaldo Gadea Pérez, abogado de Camilo Ibrahim, tampoco había
contestado el cuestionario enviado a su despacho por correo electrónico. Gadea
Pérez es miembro fundador del bufete Gadea, Lesseur & Asociados, del que
también forman parte Gerardo Blyde, dirigente político y ex alcalde Baruta, así
como José Simón Elarba, empresario dueño de la
recolectora de basura Fospuca. 

Fue el
propio Gadea Pérez, de acuerdo al relato de varias fuentes, quien acudió al
parlamento cuando el diputado Freddy Superlano anunció en 2018, entonces como
presidente de la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, una
investigación contra Camilo Ibrahim y otros directivos de su grupo por supuestos
hechos de corrupción en contratos con el gobierno para la venta de útiles
escolares, así como su posible participación en el negocio detrás de los Clap,
el programa gubernamental de distribución de alimentos y otros productos
subsidiados de primera necesidad.

“Al señor
Camilo Ibrahim se le envió una interpelación, pero acudió el abogado Reinaldo
Gadea. Rápidamente nos dimos cuenta de que el señor Camilo Ibrahim tenía muchos
dolientes”, relata una de las fuentes entrevistadas. Documentos obtenidos para
este reportaje confirman que Phoenix World Trade Inc, la misma que maneja las
tiendas Zara, firmó en 2015 el contrato 0231 con la estatal Corpovex para la
venta de “morrales escolares y cartucheras”.

Otros de
los citados por la Asamblea Nacional fueron Raif El Arigie Harbie y Rodolfo
Reyes, quienes son los directivos en España de Plus Ultra y también comparten
directiva en las dos sociedades creadas para el negocio del café en
Madrid.  Tampoco ellos accedieron a la petición de entrevista para este
reportaje.

Así como
Grupo Páramo esquivó aquella tormenta de 2018, Camilo Ibrahim también escapó al
ruido surgido a raíz de la citación por parte de la Asamblea Nacional.
Previamente, en 2013 también se libró sobre supuestas irregularidades cometidas
en la adquisición de divisas cometidas por varias empresas relacionadas a
Phoenix World Trade Inc, que parecían parte de la misma estructura al compartir
directivos y direcciones pero que solicitaban individualmente los dólares ante
Cadivi, oficina que administraba el control de cambio. A finales de 2015 un
fiscal del Ministerio Público solicitó el sobreseimiento de la causa en contra
de Phoenix World Trade Inc, ahora reconvertida en un paraguas más amplio llamado
Grupo Phoenix World Trade Inc con sociedades en Venezuela, Panamá y República
Dominicana, entre otros países.

Luego de
todas esas tormentas y en medio del auge empresarial que protagoniza, las circunstancias permiten a Camilo Ibrahim degustar un café y pontificar sobre
el “nuevo renacer económico” de Venezuela, tal y como hizo en esa participación
pública el año pasado a nombre de emprendedores
venezolanos.

Tomado de En Venezuela, Juan Valdez se llamaría Camilo Ibrahim