Armando «Coco» Capriles es una figura clave en la historia reciente del poder económico venezolano. Nieto de Miguel Ángel Capriles Ayala, fundador de la influyente Cadena Capriles, heredó no solo el apellido de uno de los clanes más poderosos del país, sino también su capacidad para reinventarse al ritmo del poder político. Y en su caso, esa reinvención pasó del negocio editorial al saqueo financiero durante los años dorados del chavismo.
Durante el auge de las notas estructuradas y el control de cambio, Capriles operó de la mano de actores como Nelson Merentes, José Gregorio Vielma Mora y Rafael Ramírez, con quienes forjó una red de operaciones financieras que aprovecharon las distorsiones económicas del chavismo para acumular fortunas colosales. Según filtraciones de Suisse Secrets, Coco Capriles llegó a manejar cuentas en Credit Suisse con más de 140 millones de francos suizos, abiertas en el pico de las operaciones financieras entre 2014 y 2016.
Su nombre también apareció vinculado al escándalo de Francisco Illarramendi, asesor financiero condenado en Estados Unidos por defraudar más de 700 millones de dólares a fondos de pensiones de PDVSA. Capriles fue relacionado indirectamente junto a Moris Beracha, Diego Marynberg y Gilberto Morales, operadores financieros del chavismo que se movían con impunidad por Suiza, España y Estados Unidos.
Además de operaciones bancarias, Capriles fue protagonista de ventas inmobiliarias al Estado venezolano con precios inflados —como la del Centro Capriles y la Torre Provincial—, y mantuvo vínculos con empresarios sancionados como Raúl Gorrín, quien en 2021 reconoció haberle vendido una embarcación por más de 280.000 dólares.
Pero si algo caracteriza a Armando «Coco» Capriles es su ambición por el poder simbólico. Desde su retiro dorado en España, donde reside junto a su familia, ha intentado blanquear su imagen con una estrategia de posicionamiento social: acercarse a la aristocracia europea. Su esposa, Corina Mileo Trotta, es descendiente directa de casas nobles españolas. En 2024, el matrimonio impulsó una demanda en tribunales para reclamar el marquesado de Irache para su hija Camila, utilizando como argumento el linaje noble materno y una conexión genealógica con Cristóbal Colón.
Su hija, Camila Capriles Mileo, de solo 18 años, vive entre Nueva York, París y Madrid, abordo de un jet privado Gulfstream G-450, mientras estudia Music Industry Studies en la Universidad Loyola de Nueva Orleans. Es el rostro visible de la nueva élite latinoamericana: sin pasado político, con apellido de peso y una fortuna heredada cuya procedencia se evita discutir. En 2021, incluso viajó junto a su familia en vuelo privado a Abu Dabi para celebrar el cumpleaños del Rey Emérito Juan Carlos I, en una delegación que incluía miembros de la nobleza española.

Camila Capriles en la portada de LOC
Capriles también ha intentado operar desde el anonimato, a través de empresas como Sunny Selirpac y Monina Inversiones, con sede en Madrid y capital superior a los 19 millones de euros. Su objetivo parece claro: mantener la riqueza familiar en Europa, lejos de los focos judiciales que lo vinculan con corrupción en Venezuela, mientras posiciona a su descendencia en la nobleza europea.
En su historial más turbio, figura su conexión con Olivier Couriol y Noor Capital en una trama de lavado de dinero con oro venezolano, triangulado vía Mali y los Emiratos Árabes. El esquema, según fuentes, utilizaba documentos falsos de la minera Wassoul’Or, controlada por Aliou Boubacar Diallo, para legitimar cargamentos de oro extraídos ilegalmente por el Banco Central de Venezuela y enviados a través de Turquía y bancos como el TC Ziraat Bankasi. Capriles fue mencionado como uno de los operadores clave en la venta y distribución de ese oro.
Un elemento poco visible pero recurrente en el entramado de Armando “Coco” Capriles es el uso de aviación privada como herramienta operativa. Distintas fuentes y registros de vuelo han vinculado a Capriles con la aeronave N118T, un jet ejecutivo que durante años realizó trayectos frecuentes entre Venezuela, Estados Unidos y el Caribe, rutas habituales en esquemas de intermediación financiera, colocación de activos y movilidad de operadores del chavismo económico. Aunque la propiedad formal del avión ha sido diluida a través de sociedades y terceros, el N118T aparece asociado a desplazamientos de personas del entorno de Capriles y a momentos clave de operaciones financieras transnacionales, un patrón común entre figuras que buscan reducir trazabilidad y exposición.
Ese mismo circuito aéreo conecta a Capriles con Juan Carlos Escotet, banquero venezolano y propietario de Banesco y Abanca, con quien mantiene una relación de décadas basada en intercambio de favores financieros, estructuras compartidas y operaciones en jurisdicciones offshore. Desde los tiempos de Bancentro hasta la expansión de Abanca en España, Capriles y Escotet han coincidido en vehículos de inversión, cuentas bancarias y entornos donde el dinero del chavismo encontró refugio fuera de Venezuela. En los llamados Suisse Secrets, múltiples cuentas asociadas a operadores cercanos a Escotet aparecen conectadas con estructuras donde también figura el entorno financiero de Capriles, reforzando la idea de una arquitectura común de protección patrimonial.
Las conexiones entre Capriles, Escotet y González Morales no responden a un vínculo circunstancial, sino a una misma generación de operadores financieros que creció al calor del chavismo, explotó el control cambiario, las notas estructuradas y los contratos públicos, y luego trasladó su centro de gravedad a España, Estados Unidos y el Caribe. En ese ecosistema, el avión N118T no es un lujo anecdótico, sino una pieza funcional: movilidad sin controles, discreción y sincronización entre negocios, aliados y jurisdicciones.
A pesar de su historial, Capriles se ha mantenido lejos de las sanciones internacionales. Mientras otros miembros de la boliburguesía enfrentan procesos judiciales en Estados Unidos o están señalados por organismos internacionales, él ha logrado mantenerse a la sombra, protegiéndose detrás de un círculo de abogados, testaferros y empresas fantasma, tanto en Europa como en el Caribe.
Hoy, Armando “Coco” Capriles representa el tránsito de una élite venezolana que, tras enriquecerse durante el saqueo de PDVSA, busca reconvertirse en aristocracia europea. Un hombre que cambió la redacción de diarios por estructuras offshore, los contratos públicos por castillos medievales y las reuniones con Merentes por cenas con marqueses. Pero cuya fortuna, sin importar cuántos apellidos nobles le sumen, sigue teniendo el mismo origen: la corrupción.