Si Guaidó no rectifica, terminará de enterrar a Venezuela

De aquella imagen efervescente del 23 de enero a los días pálidos y confusos de junio, hay un trecho gigantesco. Ese Guaidó que levantaba simpatías por donde caminara, ahora levanta sospechas

Por: Emmanuel Rincón 

Fuente: Panampost

Guaidó en Charallave, Venezuela. (Foto: EFE)

En la política, tal como en los negocios, si hay algo importante es saber aprovechar el momento. Si algo caracteriza a los grandes líderes de los fracasados, es precisamente ello, saber medir los tiempos, atacar cuando se debe atacar, defender cuando se debe defender, y aprovechar todos los recursos de los que se dispone, gestionándolos de forma exitosa para lograr un fin: la victoria. En algunas ocasiones el fanatismo exacerbado hace creer que las situaciones son de vida o muerte, como la final de algún partido de fútbol, o el cierre de algún negocio. Lo cierto es que esto es irrelevante si lo pones junto al evento de la política venezolana, en la cual la diferencia entre actuar o no hacerlo, se transforma en muertos, en pérdidas, en catástrofes. Aquí si aplicaría el «es de vida o muerte».

Venezuela ha pasado a convertirse en un Estado fallido, con dos gobiernos que se desconocen mutuamente, y que a su vez no tienen el control del territorio en disputa. Mientras unos intentan ubicar el conflicto en plano jurídico, otros saltan al plano político, y otros, incluso al moral; lo cierto es que bien podría quedar todo ello en un último plano, pues el protagonismo es para las mafias que realmente controlan los diferentes territorios de la República.

Un reciente artículo del diario británico The Guardian titulado «El arco minero de Venezuela: un revestimiento legal para que saquen los grupos armados» señala lo que todos los venezolanos conocen y que hace mucho dejó de ser un secreto a voces: mafias guerrilleras provenientes de Colombia se han apoderado de las minas de oro bajo la protección del Gobierno de Nicolás Maduro. Miembros de las FARC y el ELN han expandido su alcance a cientos de millas, trabajando en conjunto con miembros del ejército venezolano en la minería ilegal para beneficios personales. Se estima que al menos 300 000 personas trabajan en minas salvajes causando un tremendo daño ambiental y provocando una epidemia de malaria, cuyo alcance es difícil de precisar.

Venezuela tiene una de las reservas de oro y coltán más grandes del mundo, pero su riqueza mineral no acaba allí: también posee las más grandes reservas de petróleo, lo que en teoría, debería convertirlo en el país más rico de América Latina, pero curiosamente este exceso de riquezas y minerales, solo se ha traducido en pobreza para los venezolanos, azotados por bandas criminales y socialismo (perdón la redundancia).

La revolución bolivariana, como ellos mismos la han hecho llamar, ha realizado alianzas con las peores bandas criminales y terroristas del planeta a lo largo de estos veinte años, convirtiendo a Venezuela en un criadero de extremistas radicales, narcotraficantes, pandillas, terroristas, saqueadores y demagogos cuya misión es levantar el manto para que los nombrados anteriormente puedan robar con la protección de la ley.

A los grupos provenientes del vecino país, se suman los activistas cubanos que llegaron al país disfrazados de médicos, fisiatras y otras profesiones, pero que en realidad fueron a cumplir tareas de vigilancia, santería y proselitismo político. Además de colombianos y cubanos, los iraníes se han encargado de invadir las arcas económicas de la nación gracias a las gestiones de Tareck El Aissami, quien, influenciado por su familiares en línea ascendente (entre los que destacan Shibli El Aissami, quien fuera secretario general adjunto del Comando Nacional del partido Baaz Árabe Socialista del fallecido Saddam Hussein y además vicepresidente de Siria, y su padre, apodado «Simón el árabe»), se consolidó una alianza con el Hezbolá, grupo político y paramilitar que tiene la finalidad de poner de rodillas a Occidente a través de la implantación de células terroristas con migraciones planificadas. A ello habría que sumarle los grupos paramilitares armados por el propio gobierno en las zonas populares del país, de los cuales han perdido por completo el control, y en la actualidad se dedican al secuestro, robo, y cobro de vacuna, como forma de subsistencia, bajo el amparo o la bendición del dictador.

Etiquetas: ELN. FARC, Hezbollah, Juan Guaido, lavado de dinero, narcotrafico, Nicolas Maduro, Republica Islamica de Iran, Tareck Zaidan El Aissami Maddah, terrorismo

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