Una entrevista con Carlos Cruz Diez

Carlos Cruz Diez

Hace unas semanas tuve el placer de ir a una exposición privada del supremo del op-art venezolano Carlos Cruz Diez. El encuentro fue tanto más significativo para mí, que acababa de entregar un ensayo titulado «El fracaso de realidades decretadas: arte moderno en espacios públicos en Venezuela», y algunas de las preguntas que he planteado en él, quería preguntarles directamente a uno de los artistas venezolanos restantes que habían visto su trabajo favorecido por la clase política superior del país en el pasado.

La esencia de mi ensayo, como sugiere claramente el título, era argumentar que la realidad no puede cambiarse por decreto. Dictadores, caudillos y similares lo han intentado en el pasado, y dado que Cruz Diez pensó alguna vez que «el artista debe estar totalmente comprometido con su realidad sociopolítica inmediata» y que el arte era «un medio más para reflejar la realidad y alcanzar la dignidad latinoamericana», posturas claramente identificadas con la política imperante, ciertamente no iba a dejar pasar la oportunidad de cuestionarlo sobre estos temas.

Para ser franco, fue bastante excepcional escuchar a alguien de la talla de Cruz Diez, yendo en contra de posiciones ideológicas anteriores y admitiendo, con bastante franqueza, que en el caso de Venezuela, el arte había tenido un impacto insignificante, si es que eso, en la realidad. Mis preguntas estaban, por supuesto, dirigidas a determinar si las administraciones anteriores habían logrado alterar la realidad sociopolítica de los venezolanos por decreto, o si al encargar obras de arte para exhibirlas en espacios públicos, los venezolanos habían cambiado socialmente de alguna manera. o políticamente. Cruz Diez decía «no chico, si yo hubiera sabido entonces…», es decir que su razonamiento de los años 60 y 70 se basaba en una realidad positivista que los gobiernos de la época intentaron imponer, sin éxito.

Otra pregunta que planteé fue el uso del rojo por parte del actual régimen. Le dije que el país se ha teñido de rojo y que al asociarse o pintar de rojo a Bolívar, lo que habían hecho los maestros de la propaganda de Chávez era en realidad apostar al capital de un ícono ya muy arraigado en la mayoría de los venezolanos. Muy ingenioso y dirigido específicamente a las masas en gran parte ignorantes, para quienes los mensajes políticos deben redactarse en un lenguaje que puedan digerir fácilmente sin mucho cuestionamiento: leer imágenes. De hecho, la producción del chavismo en este sentido supera, como manifestación intelectual y por mucho, a la producción literaria, cuyos responsables han fracasado estrepitosamente en generar ideas/conceptos novedosos y creativos para difundir la doctrina del ‘Socialismo del Siglo XXI’. Argumenté que el color había estado al frente de las revoluciones artísticas en Venezuela desde hace mucho tiempo, a lo que él estuvo de acuerdo, y enfatizó que esa fue una de las razones por las que decidió buscar el color en sí mismo, en lugar del color como parte de otra cosa.

Dentro del contexto venezolano, Cruz Diez opina que el artista y el político son igualmente incapaces de efectuar cualquier cambio a largo plazo en el comportamiento de las personas, ya que esto solo se puede lograr a través de la educación. Comentó la ironía de pasar de ser uno de los artistas favoritos a ser un marginado, por el régimen actual, sin haber modificado su obra.