La mañana del 18 de mayo de 2024, un Arca de Noé criolla estaba lista para volar desde el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía, que sirve a la ciudad de Caracas: un lote de 1.825 animales vivos, de 62 especies, esperaba a abordar un Boeing 767 de la aerolínea de carga polaca SkyTaxi.
Entre las criaturas cautivas había doce caimanes del Orinoco, 50 nutrias gigantes o perros de agua, 13 ocelotes o cunaguaros, 20 guacamayas verde militar, 50 guacamayas bandera, dos águilas harpías, 75 osos palmeros u osos hormigueros gigantes, 25 dantas o tapires, 94 monos araña, 15 monos capuchinos cariblancos y 138 tortugas arrau, entre otras especies en situación vulnerable y en peligro crítico, según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Era el comienzo de un periplo de 15.000 kilómetros para esta embajada de la fauna silvestre venezolana, que también incluía 40 individuos de turpiales (Icterus icterus), declarada ave nacional desde 1958. El destino: India.
Las características de la inusual exportación se verifican en dos facturas, número 0298 y 0299, con fecha del 17 de mayo de 2024, a las que tuvieron acceso Armando Info y el diario Süddeutsche Zeitung de Múnich, Alemania, para esta cobertura conjunta. Ambas facturas fueron emitidas por el Criadero San Antonio Abad C.A. de Venezuela, a nombre de Greens Zoological Rescue & Rehabilitation Center (Greens) y Radhe Krishna Temple Elephant Welfare Trust (Radhe), organizaciones pilares de Vantara, el santuario y refugio de fauna silvestre más grande de India y uno de los más poblados del mundo.
Tanto Greens como Radhe se dedican desde hace casi una década al rescate y cuidado de animales maltratados en India, con especial atención hacia los elefantes; pero, a la vez, reúnen fauna salvaje de todo el mundo, una colección con la que han dado lugar a un colosal zoológico: Vantara.
A la loable misión de Vantara literalmente la contamina, sin embargo, un dato geográfico con connotaciones patrimoniales: nació dentro del complejo de refinación petroquímica de Reliance Industries, el holding empresarial que lo patrocina. El complejo es el más grande del mundo, en la ciudad de Jamnagar, estado de Guyarat, sobre la costa noroccidental de India. Reliance, que pertenece al magnate Mukesh Ambani, el hombre con la mayor fortuna de India y de Asia, es además un importante cliente de la estatal petrolera venezolana, Pdvsa, por sus compras de crudo.
Estos y otros cuantiosos envíos de animales desde Venezuela para el zoológico de la familia Ambani en India disponen de los permisos requeridos, según el Ministerio de Ecosocialismo (Minec), pues los otorga su propia Dirección de Diversidad Biológica, en representación de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), de la que el país es suscriptor. Pero el detalle está en que ese ministerio viene llevando a cabo desde Caracas una campaña constante de promoción y alianzas con los zoocriaderos del país, entre los que se encuentra el San Antonio Abad, el exportador de los cargamentos de mayo del año pasado.
Una ambición bestial
En Vantara todo es superlativo. Inaugurado el 5 de marzo de 2024, hoy, apenas un año más tarde, se jacta de alojar a unos 200 elefantes, 300 felinos, 1.200 reptiles, más de 3.000 herbívoros, entre muchos ejemplares de otras especies -unos 150.000 animales representativos de alrededor de 1.200 especies, según cálculos de la prensa india-. Dentro de sus 1.225 hectáreas también funciona el hospital de elefantes mejor equipado del mundo, que presta servicios singulares a los paquidermos, como un centro de masaje ayurvédico, piscinas de hidroterapia y cocina especiales.
A la megalomanía del proyecto se añade un afán de secretismo. Nadie puede certificar esas cifras. Nadie conoce a ciencia cierta cuál es la tasa de mortalidad de las especies en su interior, las condiciones en las que los confinan, si se están realizando experimentos con animales o si se reproducen sin control. También preocupan los daños que pueden sufrir los especímenes expuestos a las emanaciones del complejo petroquímico adyacente.
Organizaciones ambientalistas, que recelan de la vertiginosa acumulación de animales en Vantara, denuncian el origen incierto de los especímenes importados, que podrían provenir de la caza ilícita o de la reproducción y crianza incontroladas en cautiverio. Pero en una comunicación enviada a los autores de la presente historia, voceros del zoológico defienden el origen lícito de los animales que reciben en el refugio: “Nuestras instalaciones nunca han participado ni participarán en la compraventa de animales, hecho comprobado por las autoridades competentes y confirmado por sentencias judiciales. Nos sometemos a rigurosos controles regulatorios y a inspecciones periódicas. Nuestra misión es promover el bienestar y la conservación animal, lo que incluye apoyar a criadores e instalaciones con mala gestión para que reformen sus operaciones en beneficio de la vida silvestre”, aseguran en el mensaje.
El director de Vantara es Anant Ambani, hijo menor del magnate Mukesh Ambani. Este último es presidente ejecutivo y propietario de Reliance Industries, y su patrimonio alcanza cerca de 120.000 millones de dólares, según calculaba la revista Forbes en su ranking de fortunas de 2024.
Mukesh Ambani mantiene relaciones muy cercanas con el líder populista indio, el presidente Narendra Modi, quien inauguró en persona el zoológico en Jamnagar. Pero por sobre ese vínculo con el poder político y de su propia fortuna, la más rotunda demostración del poderío que el billonario y su familia ostentan fue la reciente boda de Anant, el hijo del magnate y director de Vantara. Las reseñas de la ocasión circularon más allá de las páginas de la prensa rosa por la opulencia de la celebración y por la nómina de personalidades invitadas -desde Mark Zuckerberg a Bill Gates o Ivanka Trump-, que disfrutaron de un concierto de Rihanna y de una fiesta con temática de safari que se desarrolló en las instalaciones del flamante zoológico de Vantara, como parte de las galas nupciales que se extendieron por varios meses de 2024.
Para la presente historia también se solicitó información a las organizaciones Greens Zoological Rescue & Rehabilitation Center (Greens) y Radhe Krishna Temple Elephant Welfare Trust (Radhe), representantes del refugio y zoológico Vantara de India. Sus respuestas aún se esperan.
Lo verificable, en cualquier caso, es que Venezuela no escapó a la insaciable demanda por animales exóticos de Vantara y de los superricos Ambani. Y que en el país hubo quien la atendiera con creces.
Las facturas del 17 de mayo de 2024 que soportan el cargamento de San Antonio Abad embarcado en Maiquetía coinciden de manera cabal con la cantidad de animales y la nomenclatura del taxón (nombre científico de raíz latina para la clasificación de las especies botánicas o zoológicas) registradas en los documentos de aduana que el Süddeutsche Zeitung obtuvo en India. Se trata, sin dudas, del mismo cargamento.
El zoocriadero venezolano San Antonio Abad no explicó si los precios por unidad y totalizaciones por cada grupo de especies que aparecen en las facturas de mayo de 2024 corresponden al valor en dólares de los animales exportados, elemento que otorgaría un carácter comercial a estas transacciones de supuesto objetivo conservacionista (la normativa global prohíbe la compraventa de animales en peligro de extinción; permite apenas el intercambio entre centros académicos y zoológicos con fines científicos).
Pero en su respuesta escrita a los reporteros, el representante legal del santuario Vantara aclaró desde India que esos documentos en realidad son formas CIF («Costo, Seguro y Flete», por sus siglas en inglés), que solo sirven como referencia para la cancelación de transporte, seguros e impuestos de aduana y no como comprobantes de pago entre las partes.
Proveedores dispuestos
Aquel voluminoso despacho no fue el único envío de fauna desde Venezuela para el refugio Vantara en 2024. Según cifras de aduana en India, entre mayo y diciembre de 2024 Venezuela exportó hasta 5.359 animales silvestres a Greens y Radhe. Con ello, el país sudamericano se convirtió en el segundo país proveedor de fauna silvestre para el zoológico Vantara, solo después de Emiratos Árabes Unidos (EAU).
De ese total, 3.300 animales silvestres (52%) fueron exportados por el zoocriadero privado San Antonio Abad, del que, por ejemplo, salieron 45 nutrias gigantes o perros de agua (Pteronura brasiliensis), 53 guacamayas verde militar (Ara militaris) y 100 guacamayas bandera (Ara Macao), tres especies marcadas en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestres (Cites) con el mayor grado de peligro de extinción, lo que obliga a reforzar los controles y salvaguardas para su comercialización.
Según la base de datos de comercio internacional Importgenius y el Departamento de Aduanas de India, la empresa también despachó animales de especies comprendidas en el Apéndice II de Cites, entre ellos: 90 osos hormigueros gigantes o palmeros (Myrmecophaga tridactyla); 68 zarigüeyas o rabipelados (Didelphis marsupialis); 10 monos aulladores (Alouatta seniculus); 93 monos titíes de collar (Cheracebus torquatus); 33 monos araña del norte (Ateles hybridus) y 37 dantas o tapires (Tapirus terrestris). El Apéndice II registra las especies que podrían enfrentar amenazas de extinción si no se regula su comercio.
San Antonio Abad inició su actividad de exportación de animales vivos en 2022, una actividad que no se detuvo ni siquiera por la investigación penal que en su contra ordenó el Ministerio Público en agosto de 2023.
Por correo electrónico y mensajes de Whatsapp se consultó a los abogados de la Fiscalía 88 sobre el avance de las investigaciones contra San Antonio Abad, pero hasta el cierre de la edición no se obtuvo respuesta alguna.
Un segundo zoocriadero privado de Venezuela emerge de los registros de comercio de fauna silvestre hacia India en 2024: el Centro de Conservación Ex Situ de Rescate, Rehabilitación y Zoocriadero Ecogreen & Vida C.A., que forma parte del grupo Criadero San Antonio Abad, con el que comparte número de Registro de Identificación Fiscal (RIF) y una sede ubicada en un galpón de la zona industrial del sector Filas de Cúa, en la carretera Cúa-Ocumare del Tuy, estado Miranda, a unos 65 kilómetros al suroeste de Caracas. Este centro exportó a Vantara un lote de 2.059 especímenes, cifra que representa 38% del total exportado por Venezuela a India el año pasado. El cargamento incluyó especies del Apéndice I de Cites como 34 nutrias gigantes o perros de agua (Pteronura brasiliensi), 10 ocelotes o cunaguaros (Leopardus pardalis), tres pumas (Puma concolor) y cinco caimanes del Orinoco (Crocodylus intermedius).
Además, en los reportes de exportación del Centro de Conservación Ex Situ de Rescate, Rehabilitación y Zoocriadero Ecogreen & Vida C.A. destacan ejemplares del Apéndice II de Cites: 99 caimanes enanos o de Cuvier (Paleosuchus palpebrosus); 32 osos palmeros u osos hormigueros gigantes (Myrmecophaga tridactyla), nueve dantas o tapires (Tapirus terrestris), 23 monos aulladores (Alouatta seniculus) y 14 anacondas o culebras de agua (Eunectes murinus).
En visita al lugar, Armando.info constató que el galpón industrial de Cúa que el Centro de Conservación Ex Situ de Rescate, Rehabilitación y Zoocriadero Ecogreen & Vida C.A. registra como sede no muestra ningún cartel que aluda a esa empresa. En cambio, exhibe sendos letreros de la Fábrica de Jaulas King Parrot C.A y de la Compañía Anónima Nutrición Organizada para Requerimientos Animales (Canora) C.A,, respectivamente. Ambas compañías están orientadas al sector de comercio de alimentos y accesorios para aves y mascotas, el mismo al que atienden Pajarolandia 2000 y Kantal, empresas del grupo de los Faría Vieira, la familia que controla el Criadero San Antonio Abad.
Se cobran y se dan el (eco)vuelto
La normativa y los requerimientos técnicos hacen prácticamente imposible la reproducción masiva y cría en cautiverio de especies silvestres con fines de comercialización. De modo que, ¿de dónde salieron los más de cinco millares de animales enviados a India en 2024 por dos entes privados venezolanos?
Luis Miguel Faría Vieira, representante legal del Criadero San Antonio Abad, asegura que los animales silvestres que reúne en su recinto provienen del intercambio entre centros con nacimientos frecuentes, así como también de incautaciones y entregas voluntarias que se registran en los libros de entrada y son reportados a la autoridad Cites en Venezuela. Al mismo tiempo, dice, realiza liberaciones de especies en su hábitat natural.
“En la actualidad, las especies en extinción, en su mayoría, ya no están en peligro. La reproducción ha sido vital para evitar que los animales se extingan. Esto ha sido posible gracias a los funcionamientos de los zoocriaderos”, afirmó en una comunicación, con fecha del 11 de marzo de 2025, enviada por correo electrónico a requerimiento de los reporteros.
Sin embargo, se negó a dar cifras y descripciones sobre los métodos utilizados para recopilar especies silvestres: “Mis actividades no las debo exponer, y menos mencionar detalles de las mismas, la información es confidencial, y debo hacer un uso sostenible de mis datos, y a su vez hacer uso razonable de todos los instrumentos”. Se ofreció a enseñar facturas en persona.
Admitió, además, que la relación con Vantara se remonta a 2022.
Aunque despuntan en el ámbito exportador, el Criadero San Antonio Abad es apenas uno entre 35 centros dedicados a la cría, conservación y protección de la fauna silvestre en Venezuela que cuentan con la autorización del Minec.
En cambio, el nombre del Centro de Conservación Ex Situ de Rescate, Rehabilitación y Zoocriadero Ecogreen & Vida no aparece en la lista oficial del ente rector en materia ambiental.
Aquellos que busquen comerciar con fauna silvestre en el mercado internacional o simplemente enviarlos a otros países deben contar con las certificaciones específicas que para ello otorga la plataforma internacional Cites, cuya representación en Venezuela la lleva la Dirección de Diversidad Biológica del Minec, organismo que, precisamente, ha suscrito alianzas estratégicas con estas entidades con fines de lucro, a las que promueve, a fin de llevar adelante programas que se publicitan como conservacionistas. En esta materia, pues, el Ministerio de Ecosocialismo hace a la vez de regulador y de parte interesada.
Al respecto, el Director de Diversidad Biológica del Minec, Juan Carlos Santander, entidad que representa a Cites en Venezuela y que, por lo tanto, está facultada para autorizar la comercialización de especies, confirmó que el zoocriadero San Antonio Abad exporta animales silvestres para el santuario Vantara de India como parte de un convenio de conservación entre ambos países. “Las transferencias entre Venezuela y la India se realizaron con total transparencia bajo permisos de exportación Cites válidos, reconocidos internacionalmente bajo el marco de la convención, sin dejar espacio para ambigüedades respecto a la legalidad y la legitimidad de estos movimientos”, declaró en una carta enviada el 7 de marzo de 2025 a los reporteros de esta historia.
Santander agregó que el San Antonio Abad, registrado bajo el número MIX-01-19-15, cumple con todos los requisitos establecidos en la legislación nacional venezolana y sigue los lineamientos de los centros de conservación de fauna ex situ venezolanos en sintonía con los “principios éticos de la protección del ambiente”.
El funcionario afirma que todas las especies en Lista Roja exportadas a India por el criadero San Antonio Abad no fueron cazadas ilegalmente, sino obtenidas mediante procedimientos como “reubicación, actas de depósitos, intercambio entre centros legales, incautaciones y entregas voluntarias”. Agrega que los nacimientos en cautiverio se registraron en los libros de control de los zoocriaderos y se reportaron a Cites para actualizar los inventarios.
Dice además que las exportaciones cumplieron «los estándares de calidad y la normativas nacionales e internacionales vigentes”, entre las que cita las Normas Generales para el Registro y Funcionamiento de Parques, Zoológicos y Acuarios de 1997. Otros requisitos que habrían cumplido los exportadores, según Santander, son la cuarentena previa a la exportación y la elaboración de los Dictámenes de Extracción No Perjudicial (NDF) conforme a Cites, así como de los Dictámenes de Adquisición Legal (LAF). Menciona que cada animal “fue sometido a rigurosos controles sanitarios para garantizar la bioseguridad, la seguridad de las especies y el cumplimiento de los estándares”.
Pero ese rigor se transforma en precariedad, señalan muchos críticos desde los movimientos ambientalistas, cuando del riesgoso transporte de animales vivos se trata, sobre todo, cuando los traslados son de muy largo alcance.
Es algo que puede inferirse, por ejemplo, del contraste entre una factura de exportación de San Antonio Abad, que registraba el envío desde Venezuela de 708 animales comprados por Greens en mayo de 2024, y el registro de aduana a la llegada, tres días más tarde, donde consta la recepción de 657 animales. ¿Dónde quedaron 51 ejemplares? Algo similar se comprueba en otro envío de ese mes, donde San Antonio Abad declaraba el envío de 1.107 individuos y Radhe Krishna Temple Elephant Welfare reportó en India el arribo de 1.076 animales: una diferencia de 31 unidades.
Luis Miguel Farías, del San Antonio Abad, rechazó que hubiera discrepancias entre la cantidad de animales enviados a India y los recibidos: “Ningún animal ha muerto durante el transporte”. Reitera, en cambio, que ha habido una coincidencia de 100% entre los animales autorizados para la exportación y los recibidos. “Esto está bien documentado en los registros oficiales”, recalca, aún si los documentos aduaneros revisados para este reportaje sugieren algo diferente.
“Los animales que yo envío para los importadores siempre llegan en óptimas condiciones y con vida; garantizo estándares técnicos y científicos en el manejo de los mismos”, abunda en comunicación por correo electrónico. Farías asegura que cuenta con los recintos para transportar animales vivos según regulaciones de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) y que sigue las medidas sugeridas por el personal especializado de Vantara y el personal de la aerolínea de carga, que no dejan “espacio para el error o complicación”. Algo que, por su parte, los voceros de Vantara desde India refrendan en su misiva a los reporteros: “Todos los traslados se realizan en estricta conformidad con las normas y directrices de la IATA, establecidas por la Autoridad Central de Zoológicos (CZA) de India. Siempre que es necesario, nuestros expertos veterinarios acompañan a los animales durante el traslado para garantizar su bienestar”.
El cargamento de fauna venezolana en mayo de 2024 requirió un transporte proporcional a la cantidad de mamíferos, aves y reptiles que se remitían a India. El avión de carga modelo Boeing 767-300F, matrícula SP-MRG, de la aerolínea SkyTaxi, tiene una capacidad de carga de 58 toneladas.
La polaca SkyTaxi ha sido señalada de participar en el tráfico global de fauna silvestre por organizaciones como la People for the Ethical Treatment of Animals (PETA), que denuncia la crueldad contra los animales. En junio de 2024, otra organización, Action for Primates, proponía enviar mensajes de protesta por correo electrónico al propietario de la aerolínea, tras confirmarse un vuelo de 26 horas que transportaba 50 monos macacos desde la isla de Mauricio, en el Océano Índico, a Texas.
“SkyTaxi es la principal aerolínea que transporta macacos de cola larga para su uso en laboratorios. Ha llevado a la muerte a miles de estas especies en peligro de extinción”, comentó a Armando Info la organización de protección animal Abolición-Vivisección de Tarragona, España. Junto a PETA, alertaron el traslado a Canadá de cientos de macacos de cola larga procedentes de Camboya en tres vuelos ilegales de la aerolínea polaca, destinados a experimentos en los laboratorios Charles River. En efecto, la compañía aérea fue multada en Canadá en octubre de 2024 por hacer tres viajes con permisos de exportación falsificados en Camboya.
Así es como el discurso ecosocialista del Minec propaga su propósito de conservación de la fauna silvestre en Venezuela, uno de los países con mayor biodiversidad del planeta, mientras defiende la participación de los zoocriaderos privados en programas y convenios que se publicitan como protectores de especies silvestres amenazadas. Pero no queda claro si esos propósitos se corresponden con su disposición simultánea para satisfacer los requerimientos de un billonario al otro lado del mundo, cuyo extravagante megazoológico es blanco de numerosos cuestionamientos.
*Esta investigación se realizó en alianza con el diario Süddeutsche Zeitung de Múnich, Alemania.
Tomado de Un marajá petrolero recibe ofrendas de fauna venezolana