Los inversionistas esperaban con ansias la reapertura del Bono 2034. La colocación de 250 millones de dólares vaticinaba una sobre demanda del título venezolano. Los días previos al anuncio el mercado reaccionó en positivo. El dólar paralelo acusó la expectativa llegando a cotizarse a poco más de 2 mil 300 bolívares para la compra.
La negociación era atractiva. Serían bonos en dólares pagaderos en bolívares a mil 920. La idea era tratar de reducir la brecha entre el dólar paralelo y el oficial. El precio del Bono se fijó en 123,5%, lo que restó atractivo cambiario a la emisión. Sin embargo, seguía siendo una buena opción –y legal– para obtener dólares al tipo de cambio oficial. Y más cuando se sabía que en enero (a más tardar a principios de febrero) se devaluaría a 2 mil 150.
El cupón anual fijo sería de 9,375% y pagadero cada seis meses sobre la base de cálculo 30/360. Las órdenes a partir de 2 mil dólares con incrementos de mil dólares. Comenzó la asignación. Y llegaron los problemas. No ocurrió como en ocasiones anteriores. Hubo demasiado preferencias, discrecionalidad. Unos bancos consiguieron cupos de hasta el 60% del monto solicitado; pero otros sólo obtuvieron 10%. Mientras las casas de Bolsa aseguraban un 10-20% del total pedido. Las molestias se hicieron visibles. Los reclamos llegaron hasta la Comisión Nacional de Valores. Y ABN Amro y Dresdner Bank , coordinadores de la emisión , están bajo la lupa. Ayer, el designado ministro de Finanzas, Nelson Merentes, fue de una reunión a otra, para escuchar las quejas.
¿Qué perseguía Nóbrega? ¿Beneficiar a unos pocos en perjuicio de otros? El manejaba la información privilegiada –y su entorno por supuesto– e hizo el anuncio que le costó el puesto. Pero su salida no alteró el mercado. No hubo reacciones. Ahora habrá que esperar por las nuevas órdenes. ¿Se revisará el libro de asignaciones? ¿Se hará una nueva distribución de cupos? Tobías tendrá que responder .