Una cosa en la que España es buena es en ser completamente impotente. Tomemos como ejemplo las corridas de toros. Si bien todo el mundo condena esta tradición por su supuesta crueldad, los españoles se sienten muy orgullosos de ella y no les importa lo que piense el mundo.
Ahora Chávez, a quien todos y su hermana creen que es la encarnación de un paria, sigue insultando a la gente, eso cuando no está ordenando a sus matones que disparen contra enemigos desarmados. Aunque parece que el rey de España, Juan Carlos, se cansó del caudillo venezolano en la Cumbre Iberoamericana en Chile y le dijo que se callara, mientras el paracaidista seguía interrumpiendo al antiguo aliado, el primer ministro Rodríguez Zapatero.
Pero la guinda del proverbial pastel tiene que ser la intervención de Carlos Lage, representante del dictador en el poder más antiguo de Iberoamérica, quien tuvo el descaro de decirles a los funcionarios elegidos democráticamente, a diferencia de él, que la legitimidad no se ganaba únicamente a través de las papeletas sino de la conducta en el ejercicio del poder. Honestamente, este es el tipo de material que prueba que la realidad es más surrealista que la ficción.
Mientras tanto, uno solo puede esperar que más y más líderes democráticos adopten el lenguaje del Rey hacia los insolentes dictadores de pacotilla.