Tono de voz marcial, traje de chaqueta y corbata, bigote perfilado y fondo negro. El gurú conspiranoico Remy Daillet lanzó en YouTube su llamamiento de golpe de Estado en octubre de 2020, tras el primer confinamiento por el coronavirus durante la primavera y con las medidas de toque de queda y control de desplazamiento todavía vigentes en Francia, reseñó Guillermo Rivas Pacheco en El Confidencial.
Acompañado de música medieval, Daillet afirmaba que Francia había «sufrido el equivalente de una guerra», que hacía extensible a toda Europa, a manos de una «élite apátrida» que habría destruido la Justicia, la Salud y el Estado. El plan de ataque para hacerse con el poder, revelado por el periodista Jeremie Pham-Lê en las páginas del diario ‘Le Parisien’, estaba dividido en tres partes: una masa de personas crearía disturbios en las calles de París bloqueando a las fuerzas del orden, mientras otro grupo asaltaría el Palacio del Elíseo (residencia oficial del presidente de la República) y otros puntos neurálgicos de la capital. Un tercer grupo ocuparía una cadena de televisión o radio que debían defender durante tres o cuatro horas para poder difundir su propaganda antes de que les expulsase la policía. Entre las armas que se usarían: cócteles molotov, explosivos caseros, escudos antidisturbios, alabardas, mazas y pilums.
En la web renversementgouvernementfrançais (derrocamiento del gobierno francés), donde Daillet «reclutaba» adeptos para su causa, se proponían una serie de medidas de inspiración liberal y conservadora, trufadas de ideas conspiracionistas, que se implantarían inmediatamente en Francia para retomar el «orden moral»: acabar con el 5G, los ‘chemtrails’, la vacunación obligatoria, orientar la salud hacia la medicina natural, eliminar el 96% de los impuestos, prohibir la masonería, el matrimonio homosexual, expulsar a los inmigrantes que cometan delitos y quitarles la nacionalidad francesa (si la tuvieran). Daillet asume en su vídeo que él sería el Jefe de la Nación que pilotaría estas primeras políticas y, después, una asamblea nombraría a un monarca que pasaría a ser el Jefe del Estado.
Remy Daillet lanzó su proclama desde Malasia, donde vivía junto a su esposa y sus tres hijos desde 2016. Este antiguo miembro del partido centrista MoDem, de 55 años, empezó haciendo vídeos sobre la educación en casa con el seudónimo de Thibault la croisade (Thibault la cruzada), «pero empezó a hacerse conocido a partir de la pandemia» -explica Pham-Lê-, con vídeos conspiracionistas sobre el virus, y salió del anonimato con su solemne llamamiento a un golpe de estado en octubre de 2020.
Detenido y extraditado a Francia en junio de 2021 por su participación en el Caso Mia, el secuestro en abril de una niña francesa de 8 años que había sido apartada de sus padres por decisión judicial, los investigadores de la DGSI (Dirección General de la Seguridad Interior) empezaron a tirar del hilo y descubrieron que los tres hombres que se llevaron a Mia formaban parte del entramado conspiracionista de Daillet.
A través de su página web, Daillet había creado «una especie de Estado mayor con una rama civil y otra militar», detalla Pham-Lê. La rama civil sería la que estaría detrás del caso Mia, ya que se dedicaba a rescatar a los niños de las supuestas redes pedófilas estatales; mientras que la parte militar buscaba objetivos para posibles atentados, como centros de vacunación, logias masónicas, antenas de 5G… Y preparaba a las tropas para el asalto al Palacio del Elíseo, compartiendo recetas para fabricar explosivos caseros y consejos sobre los tipos de armas que había que utilizar.
Daillet habría nombrado a 36 responsables divididos por zonas geográficas y encargados de reclutar más voluntarios para el movimiento. Policías, gendarmes y militares en activo, un alcalde y un antiguo candidato del Frente Nacional a las elecciones legislativas, Francis Maginot (según reveló esta semana el medio StreetPress) formaban parte del núcleo duro. En total, el grupo reivindicaba unos 300 miembros.
Maginot era el encargado de formar a las tropas para el combate contra «un poder tiránico, criminal, liberticida y cómplice del Nuevo Orden Mundial». El «Coronel Quinze», como se hacía llamar, recomendaba el uso de armas medievales como mazas, manguales, alabardas y pilums en la lucha cuerpo a cuerpo con la policía durante la Operación Azur.
«Desde un punto de vista operacional, Azur es un proyecto surrealista», afirma el periodista de Le Parisien, Jeremie Pham-Lê, a El Confidencial. Para él, el riesgo no estaba tanto en un complot colectivo difícilmente operativo como la Operación Azur, sino en el hecho de que «entre esas personas, haya una que pueda pasar al acto de forma aislada». Porque, como afirma: «la pandemia ha radicalizado las ideas complotistas de este tipo de perfiles».
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