Los efectos perversos de la revolución están justamente ahora totalmente desplegados por todo el país y dándole palos a todos los venezolanos, con las excepciones de siempre más los grupos privilegiados con riquezas sobrevenidas. Y no nos referimos ni a la inflación ni a la escasez. Tampoco a la terrible plaga de los bachaqueros y sus cómplices, ya suficientemente conocidos por quienes tienen que comprar un paquete de harina por diez veces su valor.
Otro terrible problema que el gobierno no ha querido, o no ha podido, resolver. Y por lo que se ve no podrá ni llegarle cerca a la solución. Más bien le conviene que un grupo de vivos hagan dinero y que unos cuatro millones de personas vivan de ese comercio ilegal, mientras le secan los huesos a la clase media. Es, al fin y al cabo, una gigantesca válvula de escape para un gobierno que está atosigado de problemas y para una población que ya no trabaja. Ni quiere trabajar. Pero el hambre, la escasez y la miseria llegaron para instalarse y mientras la cúpula del chavismo se dedica a hacer cadenas improductivas y programas de TV para el insulto inútil todos los días y a decretar jornadas festivas en medio de la gran crisis, es previsible que las cosas se pongan peor.
Pero lo peor no está ahí, en lo instalado. En la vida diaria. Ya eso es bastante, pero hay muchas posibilidades de que todo el país vaya más allá en el empeño del gobierno de apretarle más las tuercas a la oposición, por ende, a la mayoría de los venezolanos. Ahora el país entero vive en peligro inminente. Desde que ganó Maduro esa es la sensación. No hay confianza en su gestión y el panorama de mes en mes, si se mira hacia atrás es horripilante y si se pone foco en el futuro, prácticamente ni se ve. Es calima negra. Pero, veamos los peligros inminentes que no dejan dormir a aquella parte del gobierno que de vez en cuando se preocupa por el bienestar del pueblo. Claro que el efecto de lo que pueda pasar, siempre peor, pega más duro en las personas, en los ciudadanos que tienen años que no ganan una.
El apagón. Está en el tope de los sustos por venir. Ni pensar en la catástrofe que pueda generar. Tan peligroso como un terremoto. La gente, en general, se pregunta si es posible que ocurra. La respuesta la da el propio gobierno que a cada rato da ruedas de prensa para anunciar cuánto baja Guri o muestra como el militar, un general, responsable del asunto se mete disfrazado de buzo a restregar el fondo de barro. Pero, la señal más clara, son los días no laborables. Si esto ocurre no valen velas.
El sacudón. No ha ocurrido por una muy sencilla razón. Quienes acostumbran agitar a las masas para estas explosiones sociales son ahora gobierno. Y quienes están en la oposición solo quieren llegar en paz relativa a un revocatorio o a las elecciones de gobernadores. Habrá que esperar para saber qué piensa el gobierno del amor.
Sin agua. Ya está ocurriendo, pero se anuncia un corte peor. No hay ni agua. Y el culpable es El Niño. O el imperio. También Obama. Hasta Capriles y Leopoldo. Usted escoja.
El default. Venezuela no paga la deuda y quebramos más todavía. Así sí es verdad que veremos a Cuba como una alternativa para salir corriendo.
La Niña. Este es impelable. Terminada la sequía lo que viene es agua pareja. Y eso significa derrumbes en barrios y urbanizaciones, casas perdidas, tragedias, carreteras totas, puentes caídos.
La reelección. Que la oposición, en medio de sus propios problemas y acorralada en lo institucional, no pueda enderezar el entuerto y la gente se canse otra vez. Eso significa el renacer del chavismo como opción anti partidos y excelente generador de calidad de vida.
Por lo pronto, saque su Rosario y mire al cielo. Esa nunca falla.
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