«La vaina está jodida… esto está imposible… en cualquier momento revienta el peo… la gente está arrecha… Chavez no pasa de este año…» Tenemos 11 años oyendo eso. Los cubanos tienen un dicho que resume todo lo anterior, y que repiten a cada rato: «no es fácil.» Ellos, ya conscientes de que la dictadura se acabará el día que le dé la gana a los Castro, han modificado su muletilla, ya no abrigan ninguna esperanza y se han resignado a una vida que «no es fácil.»
Los venezolanos parecen tener dificultad en entender con qué clase de criminales están lidiando, y, lo que es peor, parecen haberse resignado a una vida difícil. No se vislumbra aún, en el liderazgo político venezolano, la renuncia al caudillismo, a proyectos unipersonales donde todo gravita en torno a una persona. Luego de 11 años de abusos de todo tipo, todavía hay quien piensa dos veces en definir al régimen de Chavez como una dictadura. Todavía hay gente que cree que la salida de Chavez sobrevendrá luego de la celebración de elecciones, en las cuales el caudillo que controla absolutamente todo va a aceptar la derrota, a sabiendas que eso significa ir directo a la cárcel. Todavía hay líderes políticos que creen que a Chavez se le puede derrotar en estudios de televisión, o con mensajes a sus miles de seguidores en Twitter.
Yo difiero de esas apreciaciones. A Chavez no lo va a sacar Henrique Capriles Radonsky, ni Maria Corina Machado, ni Ocariz. A Chavez no lo va a sacar del poder Chucho Melean, ni un soñador Leopoldo Lopez, ni el delfin de Manuel Rosales, Pablo Perez. A Chavez sólo lo va a sacar del poder el esfuerzo sostenido y mancomunado de todos los opositores, en todo el país, lease bien, DE TODOS. Para quienes tenemos la ventaja de observar las cosas desde la desapasionada distancia, es claro que se está calentando el ambiente. Es evidente que la gente se está arrechando más rápido de lo que el caudillo quisiera. Pero la gente sigue siendo una masa amorfa, carente de dirección y liderazgo. El mejor ejemplo es Chucho Melean, quien ha pasado a ser un héroe nacional, simplemente por impedir a los hampones del INTI que entren en su propiedad. Y uno se pregunta, ¿es Chucho Melean el único venezolano que se planta fiero ante lo que considera un atropello? Es decir, si a un venezolano cualquiera, de los 28 millones que hay, lo viene a joder un hampón, ¿es lógico esperar que sólo uno reaccione?
Lo que ha sucedido en el Sur del Lago cabía esperarse. Para la gente urbana es difícil entender el esfuerzo que conlleva el establecer un fundo, en tierras donde mantener a raya la todopoderosa naturaleza es una tarea diaria. Quien haya trabajado el campo, como es mi caso, sabe que, a diferencia de las actividades citadinas, allí no hay descanso, ni tregua. Las vacas deben ser ordeñadas todos los días, en muchas haciendas y dependiendo de la raza, dos veces por día. Las siembras y el ganado deben monitorearse todos los días. Allí no hay fin de semana largo que valga, y las rumbas deben terminar antes de la hora del ordeño, a las 5 de la mañana. Todos los días. Por ello el término fundo, por que más que trabajo administrativo, de oficina, etc., es una tarea fundacional. Chucho Melean está simplemente siendo consecuente consigo mismo, con la gente que trabaja con él, y con el esfuerzo que ha mantenido durante sus 90 y tantos años de vida. En mi opinión, ese es el ejemplo a seguir: el del trabajo, el del espíritu batallador de quien trabaja la tierra, y trata de someter la naturaleza a sus propios designios. Desde luego que no es fácil. Pero si todos los venezolanos entendiesen que sólo así podrán librarse de la maldición chavista, que un hombre sólo no puede hacerlo todo, ni acometer con eficiencia todas las tareas, entonces y sólo entonces, podremos planear el fin de Chavez.
Chavez no aguanta un esfuerzo bien organizado por parte de los opositores a nivel nacional. Lo he dicho, y lo reitero, no tiene ni la capacidad logística, ni suficientes hampones como para controlar una rebelión a nivel nacional. Y la rebelión, antes de que vaya a salir Eva Golinger a decir que estoy llamando a un magnicidio, ni siquiera tiene que ser violenta. Nuestros hermanos en países andinos han hecho del bloqueo de carreteras una estrategia muy efectiva a la hora de exigirle a sus gobiernos el respeto a derechos inalienables. ¿Por qué no hacer algo similar en Venezuela, es que no hay piedras suficientes? ¿O es que la gente protesta de la boca para afuera y está esperando que «alguien» resuelva? Como dice un buen amigo, «alguien» no vino. No es fácil, pero el que algo quiere, algo le cuesta. La iniciativa debe comenzar a nivel individual, como Chucho, quien no esperó las instrucciones de nadie para plantarse frente al hampa organizada. No es fácil, pero la libertad, la dignidad, y los derechos humanos, civiles y políticos no son negociables.