Venezuela atraviesa un nuevo capítulo en su compleja historia militar. El régimen de Nicolás Maduro anunció recientemente un supuesto fortalecimiento de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB), presentando la creación de nuevos batallones y compañías. Sin embargo, detrás de este anuncio propagandístico se esconde una estrategia clara: consolidar el control interno y debilitar cualquier amenaza dentro del Ejército que pueda desafiar al poder central.
La Guardia Nacional: un ejército para reprimir
La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se ha convertido en el componente más numeroso de las FANB, con aproximadamente 110.000 efectivos. Según expertos en seguridad y organizaciones como InSight Crime y ACLED, la GNB ha dejado de ser solo un cuerpo de defensa territorial para convertirse en la herramienta principal de control social y represión interna del régimen.
El aumento de personal y recursos en la GNB no responde a una estrategia de defensa frente a amenazas externas, sino a garantizar el monopolio del uso de la fuerza en el país. Movilizaciones recientes y patrullajes urbanos muestran que el enfoque del régimen está puesto en supervisar, intimidar y silenciar a la población, más que en proteger la soberanía nacional.

El Ejército debilitado: una estrategia para evitar levantamientos
En contraste, el Ejército venezolano ha recibido solo un maquillaje de expansión. Maduro ordenó la creación de nuevos batallones y compañías, pero sin incorporar personal adicional. El resultado es un Ejército simbólicamente más grande, pero en realidad debilitado y fragmentado.
El objetivo es claro: quitar poder a los comandantes y limitar su capacidad de fuego. Históricamente, las rebeliones internas contra el chavismo han surgido dentro de este componente. Con esta reestructuración, Maduro asegura que ningún mando militar tenga suficientes tropas ni autonomía para desafiarlo.
Control político disfrazado de defensa nacional
La narrativa oficial del régimen sostiene que estas medidas buscan proteger la soberanía ante amenazas externas, incluyendo supuestas maniobras de Estados Unidos en el Caribe. Sin embargo, fuentes militares y analistas aseguran que el verdadero objetivo es blindar al régimen frente a sus propios oficiales y mantener la GNB como fuerza de represión interna.
Este doble discurso permite al régimen proyectar una imagen de fuerza y legitimidad, mientras que en la práctica refuerza un aparato militar diseñado para sostener al poder político y no al país.
Consecuencias y riesgos
El resultado de esta estrategia es una Venezuela donde:
La Guardia Nacional crece como herramienta de control social y represión.
El Ejército pierde autonomía, poder de fuego y capacidad de iniciativa.
Maduro mantiene el monopolio del poder militar, asegurando que cualquier resistencia dentro de las fuerzas armadas sea neutralizada antes de materializarse.
Analistas independientes coinciden en que esta militarización no aumenta la defensa del país, sino que refuerza un Estado policial-militar centrado en la supervivencia del régimen frente a la población y a la propia estructura militar.
El anuncio de Maduro sobre el crecimiento de la FANB revela la verdadera naturaleza del régimen: un gobierno que teme más a sus propios oficiales que a cualquier amenaza externa. La expansión de la Guardia Nacional y la debilidad del Ejército evidencian que la prioridad del chavismo es mantener el control interno, no garantizar la seguridad nacional.
La narrativa oficial de soberanía y defensa queda así al desnudo: el poder se protege a sí mismo, no a los ciudadanos.