La guerra vecinal entre Nelson Bocaranda y Leopoldo Castillo Bozo no es nueva

Nelsón Bocaranda

Un nuevo hackeo al twitter del periodista Nelsón Bocaranda deja al descubierto que continúa una guerra personal que ya han tenido que soportar dos alcaldes de El Hatillo: Myriam Do Nascimento y David Smolansky.

La tranquila y pequeña calle B7 de La Lagunita tiene una particularidad: más de la mitad de los propietarios se encuentran en la lista roja de la Interpol. Cuando el dueño de Banvalor, Leopoldo Castillo Bozo, aún se podía mover con libertad por el país, no tuvo mejor idea que comprar la casa vecina a la suya “La Roca”, para únicamente ampliar su piscina. Con la extensión de la propiedad se convertía en vecino de pared con Bocaranda y el suceso desencadenó la batalla.

El periodista armaba juntas de vecinos improvisadas y denunciaba cada vez que había fiestas hasta altas horas de la noche –las cuales eran muy frecuentes- en la casa de al lado. Do Nascimento tenía que mandar a la policía a pedir silencio en los ágapes con el fin de lograr la paz vecinal. Bocaranda arremetía contra Castillo Bozo en cada edición de RunRunes por cualquier historia que le llegase.

Castillo estaba harto del acoso del periodista y su mejor venganza fue voltear los extractores del aire acondicionado que hacían pared con la casa de Nelson para que la salida de los mismos fuese a dar directamente al cuarto del periodista. Este fue el punto más fuerte de la pelea que Do Nascimento se encargó de ignorar y ante la cual el afectado poco podía hacer legalmente.

Solo hubo un período de paz a partir del 2010, cuando el banquero tuvo que huir del país –como alguno de sus vecinos- ante la petición de captura internacional. En el 2013, posterior a la muerte de Hugo Chávez, Bocaranda se exilió unos meses en New York, por lo cual, los pocos habitantes que quedaban en la calle volvían a su rutina de calma y silencio.

La imagen que fue develada anoche, donde Nelson Bocaranda se quejaba con el alcalde de que la solitaria casa era el foco de zika de la calle, fue atendida como venía siendo costumbre en el climax de la guerra: con una respuesta sutil y elegante a destiempo, dando a entender que Smolansky también se empieza a hartar de la guerra vecinal.