En los tiempos cuando el régimen tenía respaldo popular, porque la gente aún no había despertado de la hipnosis chavista, las amenazas de llamar al pueblo a la calle a defender la revolución era una cantaleta permanente. Ya esos tiempos pasaron y Maduro, como ánima sola, pretende asustar con eso de la amenaza a “la rebelión popular”. La única rebelión popular que hemos visto, en los últimos tiempos, fueron esas interminables colas, de ciudadanos de cualquier condición social, que se hacían infinitas en los puntos de recolección de firmas de la MUD. Sí, las mismas que comenzaron el proceso indetenible para activar el mecanismo de referéndum revocatorio del presidente de la República.
Se necesitaban unas 195.000 firmas y firmaron más de 2 millones, en 24 horas. Esa es la rebelión que hemos visto, señor Maduro, porque usted no quiere darse cuenta de que hasta soldados y chavistas fueron a firmar sin miedo y de frente, corriendo cualquiera de los riesgos de unas supuestas amenazas que no pudieron ni podrán cumplir, porque no eran 4 gatos sino todo un pueblo que salió a manifestar su rechazo a una política económica que ha arruinado a Venezuela.
Este gobierno se tiene que ir, ya no por el voluntarismo de unos radicales de la oposición, sino porque el pueblo, masivamente, se dio cuenta de que este es un régimen que no puede rectificar, porque es demasiado tarde y la crisis es de tal magnitud que requerirían hacer todo lo contrario a la locura desatada por Chávez y heredada, sin repudiarla, por estos insensatos. El dogmatismo, la arrogancia y los radicales no los dejan, por eso van a caer.
Mientras tanto, la alternativa democrática, al fin, aprendió de los errores divisionistas del pasado y se ha mostrado unida, sin caer en las provocaciones de los partidarios del statu que han jugado a una división que lograron en el pasado; pero que ahora todo un pueblo, obstinado y consciente del origen de su desgracia, no la ha permitido.
Los gestos políticos que vimos el día de la recolección de firmas fueron demasiado relevantes para no registrarlos. En efecto, el mensaje de Leopoldo López felicitando a Capriles y a Primero Justicia por el éxito de su iniciativa; y, luego, la presencia del gobernador de Miranda y del presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, en las puertas de Ramo Verde llevando la planilla para que firmara Leopoldo López, son de una importancia política sin precedentes. Esos gestos, que en estos casos importan más que mil palabras, dieron el más claro mentís a la conseja oficial, según la cual la oposición está dividida, pues esos gestos unitarios pusieron a dar bandazos y a proferir sandeces al gobierno. Tal como las que les oímos a tres de los más importantes líderes del oficialismo.
En efecto, fueron esos gestos de unidad los que volvieron locos y entristecieron a los 3 más conspicuos representantes del gobierno: 1) a Maduro: llamando a una rebelión de las ánimas solas y denunciar como “golpe de Estado” esta vía constitucional instaurada por Chávez; 2) a Tania D’Amelio diciendo que había que agotar el lapso de 30 días para comenzar a revisar las firmas, lo que obviamente no pudieron imponer y 3) al inefable Jorge Rodríguez diciendo que él mismo revisaría cada una de los 2 millones de firmas. Este enredo, entre ellos, se parece al célebre trabalenguas infantil, según el cual: tres tristes tigres, tragaban trigo en un trigal, en tres tristes trastos, tragaban trigo tres tristes tigres. Porque esas tres boutades se las tuvieron que tragar.
La unidad los volvió locos y tristes, sobre todo por la soledad en que se encuentran, al darse cuenta de que perdieron la calle irremediablemente y para siempre.
Tomado de La calle los tiene locos y… tristes; por Antonio Ecarri Bolívar [@ecarrib]