El banquero suizo Ronnie Budja y el ex funcionario venezolano José Alcántara de la Torre -que no están acusados de ningún delito y llevan una vida cosmopolita privilegiada en Europa- podrían tener la llave del resto de la fortuna de Claudia Díaz, escondida en una cámara acorazada secreta de Liechenstein.
Redacción | OCCRP
Aparte de su riqueza y su estilo de vida cosmopolita, Ronnie Budja y José Alcántara de la Torre parecen tener poco en común, a primera vista.
Budja, de 41 años, es un banquero suizo con un apartamento junto al mar en Mónaco y aficionado al esquí de fondo en los Alpes.
Alcántara de la Torre, de 43 años y originario de Venezuela, tiene pasaporte chipriota, un apartamento en París y un puesto en el comité de adquisiciones del museo londinense Tate Modern.
Pero los dos hombres comparten una conexión secreta: Un documento obtenido por la fiscalía del microestado europeo de Liechtenstein autoriza a ambos a sacar decenas de lingotes de oro de una cámara acorazada secreta.
Ese oro está siendo investigado por las autoridades locales, que creen que se almacenó allí como forma de blanquear el producto de la corrupción de una ex alta funcionario venezolano: La jefa de la tesorería del país bajo la presidencia de Hugo Chávez.
En pocos años, Claudia Patricia Díaz Guillén, una antigua enfermera, había pasado de tomarle la temperatura al presidente, a supervisar miles de millones de dólares de fondos estatales. Y aunque dejó el cargo tras la muerte de Chávez en 2013, en los años siguientes salió a la luz que había formado parte de la élite venezolana que se enriqueció mientras saqueaba al país de cientos de miles de millones de dólares.
En abril, Díaz y su marido fueron condenados a 15 años de prisión por un juez federal de Florida. El tribunal concluyó que, mientras ella dirigía el Tesoro venezolano, la pareja había aceptado y blanqueado más de 136 millones de dólares en sobornos de un multimillonario magnate de los medios de comunicación a cambio de permitirle comprar bonos del Tesoro a un tipo de cambio favorable. (Ella y su marido han recurrido su condena).
El procesamiento de la ex funcionaria venezolana en Estados Unidos -que requirió su extradición desde su nuevo hogar en España- fue posible porque el dinero ilícito del esquema había fluido a través del sistema financiero estadounidense.
Pero el caso no reveló todo el panorama. En un memorando de sentencia, un abogado del Departamento de Justicia señaló que la pareja «controlaba además» otros millones de dólares en el extranjero.
El paradero y la procedencia del resto de la fortuna de Díaz siguen siendo un misterio. Pero al menos parte de ella parece haber llegado a la cámara acorazada de Liechtenstein.
Los fiscales del bucólico estado alpino alegan que, en 2014 y 2015, una empresa offshore propiedad de Díaz compró los 250 lingotes de oro, valorados en 9,5 millones de dólares, que luego fueron guardados en una cámara acorazada privada que ella había alquilado.
Los fiscales de Liechtenstein tienen una «fuerte sospecha» de que el oro -que fue retirado y vendido gradualmente entre 2018 y 2019- había sido comprado con fondos «incriminados», según los archivos del caso en el tribunal nacional del país.
La existencia de la investigación sobre Liechtenstein fue denunciada previamente por Associated Press. Ahora, siguiendo un rastro de registros judiciales y otros documentos, el OCCRP y su socio Armando.Info han podido identificar a Budja y Alcántara de la Torre como dos de los ayudantes de Díaz y obtener información sobre sus antecedentes de la que no se había informado anteriormente. Extractos bancarios, órdenes de retirada de oro y otros documentos obtenidos por los fiscales muestran que Budja, al menos, parece haber desempeñado un papel clave en la manipulación real del oro.
Los dos hombres, que ahora llevan una vida privilegiada en Europa, no han sido acusados de ningún delito. Pero pueden tener la clave del paradero del resto de la fortuna de Díaz. Su presunta implicación en sus aparentes esfuerzos por blanquear dinero fuera de su patria y mantenerlo fuera del alcance de los investigadores internacionales apunta al papel vital que desempeñan varios facilitadores para ayudar a los funcionarios corruptos venezolanos a saquear su país.
Los abogados de Budja declinaron hacer comentarios y dijeron a los periodistas que «no desean ser contactados». Las solicitudes de comentarios dejadas en el apartamento de Alcántara de la Torre en París no recibieron respuesta.
Los abogados de Díaz no respondieron a las múltiples solicitudes de comentarios. Según la última información facilitada a los periodistas por las autoridades de Liechtenstein, la investigación contra ella y varios presuntos cómplices seguía activa en julio de este año. Budja también fue investigado, pero los fiscales no confirmaron si sigue siendo una persona de interés en la actualidad. No se tiene constancia de que se hayan presentado cargos.
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«!Venceremos!»
Tras la muerte de Chávez en marzo de 2013, Díaz se trasladó a Punta Cana, un complejo turístico de lujo en la República Dominicana, dejando atrás un lujoso apartamento de Caracas donde las autoridades locales encontraron más tarde relojes de lujo, obras de arte, ropa de diseño, armas y coches de alta gama.
Su vida no siempre había estado tan llena de riquezas.
Nacida en la ciudad andina de San Cristóbal en 1973, Díaz se formó como enfermera en una escuela militar, obteniendo tanto el título de enfermera como el grado de oficial. Tras varias estancias en hospitales y clínicas, fue contratada en 2002 para trabajar en el palacio presidencial de Miraflores a las órdenes de Carmen Meléndez, una mujer poderosa que ahora es alcaldesa del distrito más grande de Caracas.
Según cuenta Díaz en una biografía inédita obtenida por Armando.info, su primer encuentro con Chávez tuvo lugar ese diciembre, durante un tenso periodo en el que los trabajadores del país se levantaron contra el Gobierno en una huelga general. Según cuenta, el entonces presidente estaba sombrío, contemplando un belén en el patio del palacio. «¡Eh, comandante!», recuerda haber gritado. «¡Venceremos!».
Unos meses más tarde, la jefa de Díaz, Meléndez, fue nombrada jefa del Tesoro Nacional, y Díaz se convirtió en su ayudante. Casi de inmediato, dice la biografía, Díaz fue reclutada por Chávez para trabajar también para él: «Quiero que trabaje para ti y para mí al mismo tiempo», le dijo a Meléndez.
La joven oficial, que entonces acababa de cumplir 30 años, se convirtió en la enfermera y compañera constante del presidente.
Cuidar a Chávez fue una experiencia de «24 horas», recuerda en su libro, describiendo una época de «intensas responsabilidades, tensiones, riqueza emocional y sensorial… todo envuelto y desarrollado dentro de una rutina que me exigía tomarle el pulso, la temperatura, ponerle los lentes y otras sencillas señales de dedicación a su salud».
«Le ayudaba y le servía en todo», recordaba, «anticipándome a sus necesidades: el pisapapeles, los propios papeles o cualquier objeto que necesitara. (…) Por las noches le acompañaba hasta que se dormía».
La devoción de Díaz se vio recompensada. En 2008 obtuvo un alto cargo en el Ministerio de Economía y Hacienda. Tres años más tarde alcanzó su cargo más alto, al convertirse en directora de la Oficina Nacional del Tesoro, que ordena, ejecuta y aprueba los pagos del Estado venezolano.
Su carrera allí duró unos años, pero no sobrevivió a su jefe. Tras la muerte de Chávez por cáncer en 2013, Díaz fue destituida. Su marido abandonó el país y se trasladó a la República Dominicana, donde ella se reunió con él en 2014. La pareja se instaló más tarde en España.
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La fuga del oro
En los años siguientes, empezaron a surgir sospechas de que Díaz y su marido podrían haber sacado al extranjero patrimonio acumulado ilícitamente. En 2016, sus nombres aparecieron en los Papeles de Panamá, una importante investigación sobre el mundo offshore, en relación con la constitución de varias sociedades. El Gobierno venezolano solicitó posteriormente su extradición a España basándose en esos informes, pero la petición fue rechazada por motivos de derechos humanos.
Díaz ha mantenido firmemente su inocencia de cualquier delito y ha atribuido su procesamiento en Venezuela a maquinaciones políticas del gobierno del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.
En 2020, Díaz fue acusada en el caso estadounidense que acabaría llevándola a una prisión federal.
Para entonces, los investigadores de Liechtenstein ya estaban tras la pista de otro vehículo financiero que Díaz supuestamente utilizó para retener fondos obtenidos de forma corrupta: Lingotes de oro de un kilo valorados en millones de dólares.
Los periodistas obtuvieron un documento en el que se describe el caso y que permite vislumbrar los enrevesados detalles. El expediente -una traducción al inglés de una solicitud de asistencia jurídica internacional enviada por los investigadores de Liechtenstein a sus homólogos suizos- es ambiguo en varios puntos y presenta la información de forma dispersa, lo que hace difícil reconstruir todos los detalles.
Lo que deja claro es que los fiscales de Liechtenstein obtuvieron pruebas de que los lingotes de oro habían sido adquiridos en nombre de Díaz con fondos presuntamente procedentes de actividades delictivas… y que Budja, el banquero suizo aficionado al esquí, desempeñó un papel clave en su manejo.
Según el expediente, 250 lingotes de oro fueron adquiridos en 2014 y 2015 por Amaze Holding Limited, una sociedad offshore de la que Díaz era usufructuaria, por unos 9,5 millones de dólares. Después fueron almacenados en una cámara acorazada privada de Liechtenstein alquilada por Díaz en su nombre y en el de su hijo menor de edad.
El documento afirma que Budja actuó como representante tanto de la empresa como de Díaz en la compra del oro y que también «recibió físicamente» los lingotes, aunque no está claro si los depositó él mismo en la cámara acorazada.
También cita una carta, escrita por Díaz, que indica que Budja era uno de los dos hombres facultados para «vaciar la cámara acorazada y despachar todo su contenido».
Varios años después, parece haber hecho precisamente eso. A lo largo de 2018 y principios de 2019, mientras Díaz libraba una batalla legal en España para evitar su extradición a Venezuela, Budja vendió una cantidad casi idéntica de lingotes de oro de la misma cámara acorazada y depositó los beneficios en cuentas bancarias suizas.
Para establecer estos hechos, los fiscales de Liechtenstein se basaron en gran medida en documentos facilitados por un representante de Liemeta AG, la empresa de comercio de metales preciosos con sede en Liechtenstein que gestionaba el almacenamiento del oro. Un representante de la empresa no respondió a las solicitudes de comentarios.
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Los antecedentes de Budja
Se desconoce cómo entró Budja exactamente en los círculos íntimos de Díaz, aunque las publicaciones en las redes sociales apuntan a una conexión personal: A principios de la década de 2010, parecía mantener una relación sentimental con la hija de un socio venezolano de Díaz también mencionado en los archivos de Liechtenstein.
Aparte de este vínculo con Venezuela, Budja parece haber llevado una vida europea de altos vuelos.
Nació en Zúrich y desarrolló su carrera en el sector bancario, en particular en el banco suizo Julius Baer, que fue amonestado anteriormente por las autoridades suizas por incumplir la normativa contra el blanqueo de capitales, especialmente en relación con casos relacionados con Venezuela.
La hermana de Budja, Nathalie, también trabajó en el banco, donde, según documentos obtenidos por los periodistas, gestionó la cuenta de un ex viceministro venezolano que se enfrenta a procedimientos por corrupción en España y Estados Unidos.
Los periodistas no encontraron pruebas de que ninguno de los dos hermanos cometiera irregularidades en el banco. En respuesta a las solicitudes de comentarios, Nathalie Budja escribió que no desea ser contactada por los periodistas.
En 2017 y 2018, Ronnie Budja coinvirtió millones en varios vehículos de inversión registrados en Luxemburgo.
En una empresa de Liechtenstein, BV Diamonds, se sentó en el consejo junto a Daniel Vogt -un suizo que, según el expediente de los fiscales de Liechtenstein, recogió personalmente 90 kilogramos de oro de la bóveda de Díaz por orden de Budja. El expediente no especifica quién se encargó físicamente del resto.
Según la investigación de Liechtenstein, una empresa perteneciente a la familia de Vogt participó en la manipulación del oro, y casi todos los documentos pertinentes llevan el sello de la empresa. Vogt no respondió a las solicitudes de comentarios.
En la actualidad, Budja tiene su domicilio en Mónaco y participa en carreras de esquí en los Alpes suizos.
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Pasaportes dorados
El otro hombre autorizado a retirar el oro de Díaz, Alcántara de la Torre, no aparece descrito en los archivos de Liechtenstein como autor de ninguna acción concreta.
Pero sus antecedentes están entrelazados tanto con los de ella como con los de Budja.
Alcántara de la Torre también nació en Venezuela y también tuvo al menos un paso como funcionario, trabajando como director de rango medio en el Ministerio de Finanzas junto a Díaz desde 2008, aunque ocupó su puesto durante menos de un año.
Al igual que Díaz, su trayectoria vital le llevó fuera de su país tras la muerte de Chávez.
En 2013 contrató al bufete especializado Henley & Partners para intentar obtener un pasaporte maltés -uno de los mejores del mundo en cuanto a acceso a visados y facilidad para viajar- que requiere una inversión de 600.000 euros. No parece haberlo conseguido.
Sin embargo, ese mismo año también solicitó un pasaporte chipriota, que le fue concedido mediante una inversión de al menos 2,5 millones de euros. En abril de 2014, se convirtió en ciudadano chipriota. (Chipre canceló el programa de pasaportes dorados en 2020 tras ser relacionado con decenas de personas identificadas en casos de corrupción y blanqueo de capitales).
Alcántara de la Torre también compró un apartamento ese año en un exclusivo distrito de París, donde todavía se queda a veces, según el personal del edificio. (Las solicitudes de comentarios dejadas en el apartamento no obtuvieron respuesta).
Además de su conexión común con el oro de Díaz, Alcántara de la Torre y Budja hicieron negocios juntos en otras empresas. En 2015 se asociaron en una empresa privada llamada Goodfellas, registrada en la Isla de Man. Y en 2016, Alcántara de la Torre se incorporó como copropietario a Midas Group, una sociedad monegasca creada por Budja que luego pasó a llamarse JR Group. No ha podido establecerse el objeto de estas sociedades.
Budja y Alcántara de la Torre también parecen compartir un interés por el arte contemporáneo: Ambos han hecho donaciones a las Serpentine Galleries, una exposición en los jardines de Kensington de la capital británica.
A finales de la década de 2010, Alcántara de la Torre entró a formar parte del comité de adquisiciones para América Latina de la galería Tate Modern de Londres. Ha seguido siendo miembro hasta marzo de 2022, según la Tate.
Budja también ha hecho otras donaciones filantrópicas, dando un paso al frente como donante de una fundación de investigación sobre el sida y asistiendo a una gala de recaudación de fondos de alto perfil en Milán en 2017.
A finales de 2018, cuando la bóveda de oro de Liechtenstein se vació casi por completo, la empresa monegasca de Alcántara de la Torre y Budja, JR Group, se disolvió.
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«Gané much dinero»
Se desconoce qué ocurrió con los ingresos del oro de Díaz, más allá de los depósitos de parte de ellos en cuentas bancarias suizas.
Pero los orígenes de las finanzas de Díaz parecen estar bien establecidos. Un fiscal estadounidense afirmó que Díaz «actuó consciente y deliberadamente» para enriquecerse con fondos públicos, a pesar de ser la persona «a la que el pueblo de Venezuela confió la administración de su riqueza nacional».
A pesar de tales responsabilidades, afirmó no saber siquiera cuánto había estado ganando ella misma.
«Ganaba mucho dinero, pero no tenía tiempo para gastarlo», dijo en una rara entrevista con el diario español El Mundo. «Ahorraba», dijo al periodista. «Soy una funcionaria pública que ganaba mi dinero por mi trabajo».
Cuando se le preguntó a cuánto ascendía su sueldo cuando era tesorera, respondió: «No me acuerdo».
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Por Valentina Lares, David González, and Nathan Jaccard, de OCCRP.
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