El Lago de Maracaibo, el más grande de Sudamérica, ha sido asfixiado por décadas de vertidos de petróleo y está cubierto por una capa de algas altamente tóxicas.
Redacción | Primer Informe
Aislado internacionalmente, el dictador venezolano, Nicolás Maduro, ha lanzado una ofensiva de imagen para convencer a los gobiernos extranjeros de que el país presta atención a las cuestiones medioambientales.
La semana pasada, Maduro anunció que iba a limpiar el Lago de Maracaibo, un símbolo nacional que abarca 13.200 kilómetros cuadrados y es el más grande de Sudamérica.
Situado a 600 kilómetros de la capital, Caracas, el Lago de Maracaibo y la ciudad del mismo nombre han sido el epicentro de la actividad petrolera de Venezuela durante más de 100 años.
El sector representa un tercio del PIB del país, el 80% de los ingresos de exportación y más de la mitad de la financiación del sector público.
En alianza con el gobernador del estado Zulia, donde se encuentra Maracaibo, Maduro afirmó que recuperará toda la cuenca hidrográfica de la región.
«Recibí las denuncias sobre los derrames de petróleo en el Lago de Maracaibo. Encargué un estudio técnico-científico y elaboré un plan de descontaminación y recuperación del lago», dijo el dictador Maduro.
Los trabajos de limpieza serán supervisados por los Ministerios de Ecosocialismo, Energía y Agua, junto con el gobierno estatal y los municipios.
Este grupo tendrá seis meses para elaborar lo que se ha denominado Plan de Rescate, Conservación y Desarrollo Sostenible del Lago de Maracaibo.
Las organizaciones ecologistas, sin embargo, dudan de la existencia de un plan de acción concreto para lo que califican como uno de los peores desastres medioambientales del mundo actual.
Desde la llegada al poder del ex presidente Hugo Chávez (1954-2013) en 1999, la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha sufrido los efectos de una ruinosa política populista, que ha destruido la capacidad de inversión de la empresa.
Asfixiada por la corrupción y el desguace, PDVSA ha dejado de mantener los miles de kilómetros de cables y tuberías que recorren el lago y se encargan de conectar las plataformas de exploración a tanques de almacenamiento.
Deteriorados, estos conectores empezaron a sufrir la fuga ininterrumpida de petróleo prospectado, transformando toda la región en una zona altamente tóxica.
Los expertos consideran que se trata de una emergencia nacional.
Es habitual ver peces y aves completamente impregnados de petróleo, así como lugareños que siguen entrando en el agua en busca de comida.
El fondo del lago también está cubierto de metros de lodo tóxico, una mezcla mortal que combina petróleo, aguas residuales y basura.
Además del petróleo que se filtra incesantemente, el lago de Maracaibo recibe las aguas residuales frescas de las ciudades de Zulia, Mérida y Trujillo, donde viven 5,5 millones de venezolanos.
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A la falta de saneamiento básico se suma el vertido sin control de fertilizantes y productos químicos, lo que provoca concentraciones altísimas de nitrógeno y fósforo en sus aguas.
Como consecuencia, se ha producido una proliferación de cianobacterias como la microcistina, que produce una microalga verdosa y tóxica que cubre casi toda la superficie del espejo de agua y puede verse incluso desde el espacio, fotografiadas por los satélites de la Nasa.
Las cianobacterias han arruinado las poblaciones de peces que solían alimentar a los habitantes de las riberas. Además, también son tóxicas para los humanos, pudiendo causar cáncer en el hígado.
Maduro también promete un giro en la protección de la Amazonia.
La selva tropical ocupa 37 millones de hectáreas en el país vecino y se extiende por tres estados -Amazonas, Bolívar y Amacuro-, representando el 6% del total de los bosques.
En 2022, anunció que se uniría a una alianza para la protección de la cuenca amazónica, propuesta que fue presentada por el líder de la vecina Colombia, Gustavo Petro.
Durante su participación en la Cumbre Amazónica de Belém en agosto, el gobierno venezolano dijo que está ampliando significativamente las operaciones militares en el sur del país para reprimir el avance de la minería ilegal.
El objetivo principal de las operaciones, según Caracas, será el Parque Nacional de Yapacana, cerca de la frontera con Colombia.
La región ha sido devastada a un ritmo sin precedentes.
Según un estudio realizado por la ONG SOS Orinoco, una superficie equivalente a 3.200 campos de fútbol está ocupada por la minería irregular.
Esto representa un aumento del 36% de la deforestación con respecto a 2019.
Y según la ONG SOS Orinoco, los resultados son catastróficos para la fauna, la flora y los pueblos indígenas que viven allí.
Pero Maduro nunca se ha preocupado por la conservación de la selva tropical.
En 2016, la dictadura chavista puso en marcha un proyecto denominado Arco Minero del Orinoco, que fomenta la extracción de riquezas como diamantes, oro y cobre en zonas preservadas medioambientalmente.
En 2021, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) publicó un estudio sobre las repercusiones del Arco Minero.
Según los economistas de la organización, hasta 500.000 venezolanos viven de la economía depredadora, en regiones con altos niveles de degradación medioambiental y violencia rampante.
Para colmo, la devastación se acelera. La mitad de la destrucción de la selva bajo gobiernos chavistas se ha producido en los últimos cinco años.
Información de Veja Brasil.
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