Más temprano que tarde Gustavo Petro tendrá que dejar a un lado la ambigüedad que hasta ahora ha mantenido respecto a su posición y definir si considera a Rusia solamente como un socio comercial o si, por el contrario, sus intereses van más allá y aspira a que sea también un aliado estratégico.
A pesar de la fuerte condena con que la mayoría de países occidentales se ha plantado frente a la guerra entre Rusia y Ucrania, varios países de Latinoamérica han asumido una posición neutral que, en el caso colombiano, más bien se traduce en una ambigüedad difícil de definir. Y es que Gustavo Petro, a diferencia de su predecesor Iván Duque, ni condena a Rusia ni tampoco le ofrece respaldo directo. Un juego que contrasta con su condena de otros conflictos internacionales.
La razón de tal indefinición respondería al interés de Petro de preservar la posición de Colombia ante Occidente, pero al mismo tiempo sostener lazos con Rusia con miras a asegurarse la entrada a los BRICS y alinearse en un orden mundial multipolar.
Estas son parte de las conclusiones de un reporte sustentado en la investigación realizada por María Alejandra Ibarra, Daniela Rueda, Carolina González y Daniel Poveda para Colombia Risk Analysis, denominado “Relaciones entre Colombia y Rusia: influencia y percepciones locales”, en el que se analiza la relación entre América Latina y Rusia, con énfasis en el caso colombiano.
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Indefinición insostenible
Ante el conflicto de Rusia y Ucrania, Gustavo Petro adoptó una posición neural que mas bien raya en la ambigüedad
Esta indefinición del mandatario neogranadino, a criterio de los investigadores, será difícil de sostener en la medida que Rusia busque diversificar sus alianzas con Colombia. Una vaguedad que concluiría en 2026 en caso de imponerse un nuevo gobierno de derecha o centro-derecha.
Y si bien las relaciones ruso-colombianas hasta el momento son limitadas y sin que se haya podido comprobar alguna la participación rusa en hostilidades o en actividades de espionaje, persiste la preocupación por su marcada presencia en Venezuela.
Conforme avanzan los hechos, Gustavo Petro tendrá que establecer sin ambages su posición frente a Moscú, es decir, definir con claridad su política exterior al respecto y establecer el perfil de las relaciones entre Colombia y Rusia. Eso está por verse por cuanto al estar el fin de este periodo a la vuelta de la esquina, en 2026, queda abierta la posibilidad de un nuevo gobierno de tendencia totalmente opuesta a la actual.
Un próximo gobierno de derecha o centro-derecha que gire los intereses de Colombia en torno al Brics, afectaría la credibilidad de Colombia como socio comercial y estratégico con Rusia, India y Brasil. Una situación de podría igualmente generar incertidumbre entre inversionistas y socios comerciales, para los cuales la coherencia y el compromiso a largo plazo son fundamentales.
El futuro de las relaciones entre Colombia y Rusia
Los investigadores también analizan la percepción local de la influencia rusa en Colombia, lo que contempla acusaciones de injerencia política y ciberataques, así como la modesta relación comercial entre ambos países.
El informe igualmente hace referencia al futuro de las relaciones entre Colombia y Rusia, la adhesión de Colombia a los BRICS, así como las consecuencias de un creciente acercamiento a China. Dan cuenta de los obstáculos significativos que enfrentan, aunque una mayor cooperación tiene el potencial de ofrecer oportunidades económicas y estratégicas.
De cualquier manera, el reporte no obvia la imagen negativa de Rusia en Occidente, lo cual influye en la diplomacia global y, por ende, en la opinión pública colombiana. Se advierte que un mayor acercamiento con Moscú podría tropezarse con una dura resistencia interna. Esto limitaría el avance de la agenda de Gustavo Petro o, por el contrario, le serviría para capitalizarla políticamente.
Encrucijada colombiana
En este contexto, el informe alerta de que Colombia enfrenta una encrucijada, puesto que definir una política exterior coherente no es solo una opción, sino una necesidad.
Estima la investigación, que la claridad estratégica determinará la capacidad del gobierno para salvaguardar intereses nacionales, fortalecer su posición en la economía global y mantener credibilidad internacional. Se deja sentado que, sin una dirección clara, Colombia corre el riesgo de sufrir reveses diplomáticos y consecuencias a largo plazo en su rol dentro del orden internacional.
Concluyen que, si bien la influencia rusa directa es limitada, la falta de una política exterior colombiana clara genera incertidumbre.
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