Hace un par de días tuve una conversación bien interesante sobre el futuro de Venezuela con Pedro Burelli. Pedro me comentaba lo difícil que es explicar la situación del país, y que para ello había creado un símil, fácil de asimilar por cualquiera, y que ha definido como el carrusel. Según su explicación, a lo que Pedro se refiere es a esa atracción de feria que consiste en una rueda giratoria de caballitos que suben y bajan. Huelga decir que, salvo el movimiento giratorio y de sube y baja, el carrusel no se mueve en ninguna dirección, es decir está estacionario.
Pedro sostiene que los venezolanos están, todos, montados en ese carrusel. Algunos están arriba, otros abajo, pero todos están dando vueltas, en el mismo sitio. Es decir, todos comparten la misma visión. Hugo Chavez, por el contrario, es el encargado del carrusel: vende tickets, cobra, pulsa los controles de arrancar y parar, se sube y se baja del carrusel para revisar si todos los que están en los caballitos tienen tickets, es, en pocas palabras, el dueño del circo.
Así las cosas, es muy difícil, en opinión de Pedro, abrigar alguna posibilidad sobre un eventual desenlace político/democrático en Venezuela. En el 2012, habrá elecciones presidenciales, y aun cuando la oposición no ha dejado de regocijarse por los resultados electorales obtenidos el 26 de Septiembre, cuando Chavez y sus aliados obtuvieron la minoría de los votos, la realidad es que la diferencia refleja una cuasi paridad entre ambos bandos (52% – 48%).
No obstante, sondeos de opinión demuestran que más del 70% de los venezolanos rechazan las expropiaciones y los asaltos contra la propiedad privada, el comunismo, el militarismo, el lenguaje de odio de Hugo Chavez, la incitación a la violencia y a la guerra fratricida, el apoyo a grupos terroristas y a Cuba, es decir, existe una desconexión entre el rechazo mayoritario a las políticas del caudillo y el número de votos que obtiene la oposición. La diferencia es casi un 20%. ¿Dónde están esos votos, o más relevante aún, por qué ese 20% no acude a las urnas a ejercer la única posibilidad democrática de expresar su rechazo? Es una pregunta muy relevante, y sólo puedo estar de acuerdo con Pedro en formulársela una y otra vez a los dirigentes de la oposición, quienes ni siquiera se plantean el analizar diferentes escenarios para lo que pudiese suceder de ganar las elecciones.
Otro símil excelente ideado por Pedro es el del autobús. Venezuela es un autobús, que viene ganando velocidad en una bajada. Su conductor, Hugo Chavez, está completamente borracho de poder y no tiene ni la capacidad, ni el deseo, de evitar el accidente que sobreviene. Al contrario, cual kamikaze cada vez acelera más. El autobús no tiene frenos, al motor le queda un décimo de su capacidad, la palanca de cambios está desprendida, la dirección esta averiada, tiene tres cauchos pinchados, en suma, si quitásemos al chofer actual -caso que la oposición gane en el 2012- y se acuerde poner a Michael Schumacher al volante a tratar de evitar el accidente -cosa de por si inimaginable, no podemos olvidar las condiciones en las que se encuentra el autobús. Tampoco debemos ignorar que no se puede arreglar un autobús a toda marcha. Por ello, ¿qué se puede esperar, sino un desastre?
Una perspectiva distinta
Diego Arria estuvo por Londres hace un par de semanas. Algunos le acusarán de corrupción, dolo, enriquecimiento ilícito, etc. En este sentido, Diego mantiene que ninguna corte en Venezuela lo ha hallado culpable de la comisión de tales delitos. De lo que no puede ser acusado es de carecer de visión. Diego, al igual que Pedro y que tantos otros venezolanos que vivimos en el exterior, hace tiempo se bajó del carrusel y decidió hacer vida en otra parte. Su perspectiva es distinta. Caminando por Green Park los otros días, compartimos experiencias sobre la campaña presidencial del 2006, en la cual tuve la oportunidad de trabajar con él, y, curiosamente, expresamos la misma frustración por lo que creemos es una falta de consideración de los políticos del carrusel para con cualquier punto de vista o perspectiva que ellos no ven. Y no ven por una razón muy sencilla, por que no pueden, por que están dando vueltas y mas vueltas en el mismo sitio, expuestos a una realidad estática, o, por que están montados en el autobús, pensando en cómo salvar el pellejo.
Esto no quiere decir que la perspectiva de los políticos del carrusel no sea válida, o importante. Lo que si es, es limitada, miope. Circunscrita al espacio en derredor. Los que nos hemos bajado del carrusel, tenemos una perspectiva distinta, hemos estado expuestos a otras realidades. En el caso de Diego, su experiencia como asistente del secretario general Kofi Annan y presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, le permitió participar activamente en la resolución de conflictos étnicos muy complicados, como por ejemplo el de Bosnia. Diego, al igual que Pedro y que muchos auto exiliados, tiene mucho que aportar. Ha estado expuesto a situaciones mucho peores, mucho más conflictivas, y polarizadas. Sin embargo, desde el carrusel lo ven, como nos ven a todos los demás: gente que viene a usurpar los limitados puestos.
Venezuela necesita de sus políticos de carrusel, después de todo el espectáculo debe continuar, pero también necesita de Pedros, y Diegos, y de todo aquel que quiera montarse o arrimar el hombro a tratar de evitar el aparatoso accidente que, sin duda, sobrevendrá con el kamikaze que tenemos al volante. Los que observamos el carrusel, o el autobús, desde la distancia, tenemos la tranquilidad, y serenidad, ya que nuestra vida no corre peligro, para analizar la situación, y proponer soluciones. Nuestra opinión debe encontrar un espacio y ser tomada en cuenta, de cara a las presidenciales del 2012.