Héctor Ciavaldini es uno de los que buscan granjearse la simpatía del Presidente

Héctor Ciavaldini

Muchas personas, empresas y publicaciones en el exterior preguntan frecuentemente qué es lo que pasa en la industria petrolera venezolana. Buscan entender por qué el Presidente de la República amenaza a Estados Unidos, su principal socio comercial, de cortar el suministro petrolero y pocos días después, entrega a Chevron Texaco, una empresa norteamericana, una extensa área en la Plataforma Deltana para la exploración en busca de gas natural.

¿Qué hay detrás de esta vocación de amor y odio? Aquí en Venezuela mucha gente también está confundida. Cualquiera se confunde. Las marchas y contramarchas del supuesto plan de negocios; la mentira y manipulación reiterada sobre la producción petrolera y los negocios en el exterior; y la falta absoluta de rendición de cuentas, han terminado por minar la credibilidad en el país como suplidor seguro de energía.

En 1999 cuando Hugo Chávez asumió la presidencia de la República la materia petrolera no era su prioridad. En la antesala de Miraflores rivalizaban por la preferencia del nuevo Jefe de Estado, Alvaro Silva Calderón, Héctor Ciavaldini, Alí Rodríguez y Bernardo Alvarez. El ministro de Energía y Minas fue el último nombramiento que realizó el presidente Chávez. Obviamente, la primera misión del ministro fue seguir la estrategia de recortes de producción de petróleo para detener la caída de los precios, acordada en 1998 por Venezuela, México y Arabia Saudita en Riad. Cuando los precios comenzaron a repuntar, por el efecto combinado de muchos factores a nivel mundial, ante el asombro de la comunidad petrolera internacional Hugo Chávez se adjudicó como un éxito de su gobierno la recuperación de los precios del petróleo.

Sin embargo, en los últimos meses, favorecido por el complicado entorno internacional, el Gobierno venezolano ha empuñado el petróleo como arma principal en una estrategia agresiva para hacerse notar ante los Estados Unidos e impedir cualquier oposición internacional ante un gobierno totalitario. Fidel Castro, asesor principal del proceso revolucionario, quiere aprovechar la debilidad transitoria de los Estados Unidos (Irak, elevados precios de la gasolina, elecciones) y causarle una gran crisis al Tío Sam, su archienemigo. Por su parte, Hugo Chávez se entusiasma cada vez más con la posibilidad de ser recibido en la Casa Blanca. A falta de atributos, quiere lograr su sueño a fuerza de amenazas y no acepta ser ignorado en forma permanente.

La costosa y estruendosa estrategia esta dando sus primeros frutos. El comandante criollo dejó de ser invisible en algunos centros de poder de la primera potencia del mundo. Ya hubiese querido Jesse Chacón que la versión del Miami Herald sobre el plan secreto para cortar el suministro petrolero a Estados Unidos se publicara en inglés para escandalizar al público norteamericano. Se hubiese anotado un punto extra. Eso no es posible, al menos por ahora.

Castro y Chávez quieren la atención de Estados Unidos. Quieren una oposición férrea asu proyecto revolucionario continental, porque esa es su plataforma ideológica para convencer a estos pueblos empobrecidos. Solo los ingenuos pueden pensar que Castro no utilizará el petróleo venezolano como arma. Se viene trabajando en ello. La idea no es nueva, pero es temida. En el pasado, algunos países árabes utilizaron la suspensión del suministro petróleo como arma en contra del mundo occidental, pero también los recortes de producción permanentes y las restricciones de exportación pueden considerarse como acciones hostiles.

Hay elementos preocupantes. Venezuela por primera vez en casi 100 años de actividad petrolera tiene una estrategia de caída progresiva y permanente de la capacidad de producción de petróleo. En la mente elemental y primitiva de algunos funcionarios se ha materializado el escenario de precios de 50 dólares por barril con una producción de apenas un millón de barriles, sin empresas privadas y sin inversiones. Un estado rentista, revolucionario, bolivariano y super millonario, al cual sus vecinos, incluido Estados Unidos, ruegan por unos pocos barriles de petróleo. Sobre esa absurda base los revolucionarios han diseñado el futuro del país. La realidad es que el mundo se mueve con energía, pero no gravita alrededor del petróleo venezolano. Puede que no sea de la noche a la mañana, pero el tiro saldrá por la culata, porque de algo puede estar seguro Hugo Chávez y es que Estados Unidos, con o sin George Bush, lo seguirá ignorando, que lo tratará igual que al ‘señor de los piojos’ y que tomará todas las medidas protegerse de la crisis energética que le desea La Habana.