NOVIEMBRE DE 2022 – UN PASQUÍN
TRES EN UNO
Por Gonzalo Guillén
Periodista
CIEN
Los primeros 100 días de un gobierno no sirven de apoyo para hacer alabanzas ni desaprobaciones certeras. El mismo Gustavo Petro debe de estar más dudoso que nadie sobre lo que haya podido comenzar a a tomar forma con sus primeras actuaciones. El mejor balance de un gobierno se debe hacer mucho mejor durante los últimos 100 días. En ese tiempo, por ejemplo, ya era incuestionable que gobiernos como los de Turbay Ayala, Belisario Betancur, Uribe o Duque eran fracasos sangrientos y ruinosos para el país.
DE
Petro empuja desde el primer día la ilusión de instaurar la paz total en Colombia. Para ello llegó al extremo genial de poner a Laforí como negociador del gobierno en los posibles diálogos de paz con los asesinos intransigentes del ELN. Quizá el secreto de la escurridiza paz con esa fuerza delincuencial ha estado siempre en el error de no haber puesto nunca a negociar a un vocero de la más sombría y testaruda extrema derecha. Fue poniendo generales mediadores como Juan Manuel Santos consiguió firmar la paz con las viejas y poderosas FARC.
PETRO
Gustavo Petro es uno de los políticos más inteligentes que ha tenido Colombia. He seguido su carrera desde cuando era un guerrillerito activista de Zipaquirá. Llegó a la Cámara de Representantes sin el apoyo de nadie y saltó asombrosamente al Senado. En ambas cámaras se fajó como uno de los parlamentarios más brillantes y aguerridos de todos los tiempos. Se hizo alcalde de Bogotá sin más herramientas que su cuenta de Twitter y una oficina que le prestó Alex Vernot. Desde siempre ha tenido la vista puesta en puntos más lejanos que la presidencia de la República y eso lo demostró en sus discursos históricos en la ONU y Egipto. Con ambos deslumbró -para des- gracia de sus enemigos- y dejó claro que su meta no es la de ser un expresidente más sino consolidarse como el primer caballero del mundo, fuerte y valeroso, en la lucha universal por la defensa del medio ambiente y contra la estúpida e insostenible penalización de las drogas. Creo que lo logrará con el apoyo que más le ha servido: la lluvia desaforada de infamias de sus enemigos que al final lo engrandecen cada vez más. No sé, eso sí, qué tan buen o mal presidente será.
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