Luego de seis meses de sustanciación, el tribunal 4° de Juicio condenó al economista Francisco Faraco, a pagar la pena de 6 meses de prisión por la comisión del delito de difamación agravada en perjuicio del ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega y del ex titular de la Superintendecia de Bancos, Irving Ochoa.
Según Luis Ortiz, abogado del ministro Nóbrega, Faraco habría emitido ‘opiniones malintencionadas, incluso llamándolos corruptos, en diferentes oportunidades y espacios radiales, de televisión y medios escritos’.
El abogado del Ministro también dice que no es verdad que ‘el Ministerio de Finanzas se ha prestado para los malos banqueros’, como supuestamente habría dicho Faraco y que así lo ha demostrado el tribunal. Añade que el economista causó con sus palabras un daño moral al ministro Nóbrega y al ex superintendente Ochoa. Por si fuera poco, señala que Faraco estaría ‘en una componenda para desacreditar a las instituciones públicas’.
La decisión es apelable dentro de los próximos 10 días de publicada y por supuesto que Faraco apelará. Lo que no se sabe es si todavía quedan jueces con el valor de decidir con independencia en contra del actual Gobierno, cada día más autoritario. Está a punto de ponerse en práctica la nueva Ley del Tribunal Supremo, mediante la cual los diputados oficialistas podrán remover a los jueces del máximo tribunal que le resulten inconvenientes.
También está cerca de ser aprobada la Ley de Responsabilidad Social para la Radio y Televisión, mejor conocida como la ‘Ley Mordaza’ o Ley de Contenidos. Con este instrumento será expedita la condena a quienes cometan el delito de opinión, como lo han hecho todas las dictaduras del mundo. Quizás no se necesiten entonces seis meses de sustanciación para llevar a la cárcel a alguien porque se exprese sobre la conducción de un Ministerio o de cualquier ente de la administración. El caso de Faraco puede ser interpretado como un anuncio de lo que viene con esa ley.
Quienes conocen a este economista por su trayectoria en el sector financiero de Venezuela, saben que nunca ha tenido mordaza para opinar lo que considera correcto y ha confirmado previamente. Un Estado que no permite la libertad de expresión no puede llamarse democrático. Y así hay que decirlo, como Faraco, sin mordaza.