La casi angelical imagen que se tiene de Irene Sáez Conde, la indudablemente hermosa Miss Universo 1981, pareciera contrastar con la que se puede tener de su marido, el empresario Serafín García, cuyo celestial nombre esconde un currículo no muy santo. Nacido en un hogar sin bienes de fortuna en la isla canaria de La Gomera, García es lo que un auténtico ejemplo de superación personal, pasado de una infancia paupérrima en el medio del Atlántico a una vida de negocios, conexiones y lujo que sigue en curso.
Según el periodista isleño Carlos Herrera, el joven García emigró a América junto con su familia en la década de los 70, reculando primero en Cuba y posteriormente en Venezuela, donde comenzó a trabajar como dispensador de gasolina en un país donde abundaba el petróleo y las oportunidades.
De acuerdo con el hombre de Sociales, un buen día García recibió una propuesta para trabajar en un negocio que lucía promisorio en aquella Venezuela de riqueza fácil: la importación y comercio de frutas. No se lo pensó y entró a un mundo que dominaría años después, llegando a controlar, según los entendidos, cerca de 70% de la importación de peras, manzanas y uvas en una nación donde solo prosperaban los mangos y cambures.
Con los años, la frondosidad del negocio le permitió expandirse a otras áreas, llegando a abarcar los segmentos de supermercados, banca y finanzas, la venta de automóviles, los frigoríficos y la importación de frutas, área que le graneó su fortuna y el apelativo de “el rey de la manzana”.
De escándalo en escándalo
De bajo perfil como casi todos los empresarios canarios, el nombre de Serafín García saltó a la palestra pública en 1994 cuando se le relacionó con una investigación abierta por el extinto Congreso de la República por la obtención fraudulenta de dólares preferenciales para la supuesta importación de frutas exóticas, peces de colores y ajos chinos que resultaron estar contaminados.