En las últimas semanas, las elecciones congresuales han demandado toda nuestra atención. Ahora podemos volver a lo que se nos quedó en el tintero.
A finales de Octubre, el asesor nacional de seguridad John Bolton estuvo en Miami y, en un discurso importante en la Torre de la Libertad expuso la posición de la administración Trump ante la situación actual en tres países de Latinoamérica: Cuba, Venezuela y Nicaragua, a las que llamó “La Troika de Tiranías”. Bolton fue específico: “Bajo esta administración, nunca más apaciguaremos a dictadores y déspotas cerca de nuestras costas en este hemisferio”.
La administración Obama había tomado un curso opuesto. Cuando el entonces secretario de Estado, John Kerry, declaró en 2013 que “La era de la Doctrina Monroe ha terminado”, enunciaba una política exterior que su jefe había adoptado desde el principio de su administración: ofrecer recompensas financieras y diplomáticas a dictaduras con la esperanza que se convirtieran en más civilizadas y humanas. Esa filosofía falló en Irán, que usó el relajamiento de sanciones para continuar su imperialismo de terror con mayor vigor, y falló de la misma forma en Latinoamérica.
La doctrina Obama recompensó, pero no cambió, el régimen en Cuba, quien respondió a la intención de la administración Obama de normalizar relaciones continuando con la opresión de su empobrecida ciudadanía.
En Venezuela, el Departamento de Estado de Obama parece que esperaba que Brasil, entonces bajo Dilma Rousseff, pudiera jugar un papel más importante en resolver la crisis en Venezuela. Pero Rousseff fue expulsada de su posición por un escándalo de corrupción y perdió su capacidad de influenciar a los dictadores de Venezuela. Algo similar sucedió con la intención de Obama y Kerry en la naciente crisis en Nicaragua que, hasta hoy, ha encarcelado o asesinado a cientos de nicaragüenses.
Bolton cree que el líder de la troika es Cuba. Y está correcto. Caracas y Managua han aprendido de La Habana como aterrorizar a sus ciudadanos e incautarles su propiedad privada. Maduro y Ortega, sugirió Bolton, son inspirados por los tres pilares de la dictadura cubana: “opresión, socialismo y totalitarismo”.
Además de la política de tolerancia y relaciones seminormales, ¿cual será la nueva versión? Bolton anunció nuevas penalidades contra entidades asociadas al ejército y servicios de inteligencia cubanos, así como una nueva orden ejecutiva que autoriza sanciones al negocio de oro en Venezuela. La administración Trump ya ha sancionado a Maduro personalmente, a su esposa y a oficiales de su confianza. Y ha comenzado a invertir la política de Obama de apaciguamiento con Cuba restringiendo lazos económicos y viajes.
Lo que se necesita, más aún, es una forma de asegurar una política coherente y agresiva hacia Cuba, Venezuela y Nicaragua. La idea de que la administración Trump nombre a un oficial de la Casa Blanca para dirigir la política con los tres dictadores es atractiva. Los tres dictadores están interconectados entre ellos y con Rusia. Si los gobiernos de Venezuela y Nicaragua se desmembran, Rusia y Cuba tratarían de salvarlos. Un esfuerzo combinado de Estados Unidos puede evitar esa acción.
Al cierre de esta columna, todo parece indicar que Estados Unidos incluirá a Venezuela en la lista de países promotores de terrorismo. Esta lista pondría a Venezuela en una situación reservada para gobiernos que son, repetidamente, acusados de promover terrorismo como Irán, Corea del Norte, Siria y Sudán. Cuba también pudiera estar ahí, pero la administración Obama sacó a Cuba de la lista como parte de su fracasada política latinoamericana.
No podemos esperar milagros de Bolton. Y nos preocupa que haya una razón para la especifidad geográfica de Bolton –“en este hemisferio”— cuando anunció el final de apaciguar a dictadores y déspotas. Pero su clara visión de las dictaduras de Latinoamérica y su entusiasmo de hablar a las claras es refrescante.
Armando González: [email protected].