Smartmatic, la mosca venezolana que en menos de una década pasó de la nada a convertirse en una (autodescrita) «compañía electoral que establece récords mundiales» logrando obtener contratos por más de $500 millones, manipulado en un comunicado de prensa del Transporte Metropolitano de Nueva York. Autoridad (MTA) para contrarrestar las críticas publicadas en este blog.
En «Metropolitan Transportation Authorities Wants a Change for the Payment Systems», la gente de relaciones públicas de Smartmatic básicamente pirateó una historia -en inglés de Tarzán- sobre el desarrollo de un nuevo sistema de pago sin contacto por parte de la MTA de Nueva York, e inventaron dos portavoces en el camino: Alek Halford y George Boyd. Adelante, busquen en Google a los Sres. Halford y Boyd en relación con la historia, es muy divertido. Se agregaron palabras clave relevantes («telecomunicaciones, tecnología, integración de sistemas e industrias de pago, Suiza, Países Bajos, Filipinas y América del Sur»).
El aviso original se puede leer aquí, mientras que el artículo vinculado en la publicación de Smartmatic no hace mención a Halford o Boyd, ni tampoco el artículo en banktech.com que, presumiblemente, sirvió como fuente de inspiración.
Los lectores de este sitio recordarán los intentos anteriores de Smartmatic de silenciarme: por Luis Acuña aquí, y más recientemente por Paul Babic aquí. Hoy, por pura casualidad, descubrí la estúpida estrategia de gestión de la reputación online de Smartmatic descrita anteriormente. Arriesgándose a sonar como un disco rayado aquí, Smartmatic tiene un gran problema de relaciones públicas. Mantiene, hasta el día de hoy, un historial intachable de fracasos: todos los procesos electorales en los que ha participado fuera de Venezuela -ya sea en Bélgica o Filipinas- se han visto empañados por acusaciones de fraude, falta de funcionalidad, corrupción, falta de transparencia -ver el último aquí indefinido, mientras que crucialmente, en Venezuela, sus máquinas de lotería cum «el mejor sistema electoral del mundo» según Jimmy Carter fueron revisadas -no debidamente auditadas- solo una vez, en 2005, cuando se reveló que el voto secreto era comprometido. En palabras de los expertos europeos tanto a Smartmatic como al chavismo les gusta citar tanto:
Si bien los códigos fuente son propiedad del CNE, por razones comerciales no están disponibles para el escrutinio público y no se han realizado auditorías independientes de terceros en ninguna parte del sistema de votación electrónica.