Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim
Brasil fue siempre una gran tentación para la red terrorista Al Qaeda y otras organizaciones fundamentalistas. Vive allí una comunidad musulmana de once millones de personas. Muchos con fuertes lazos con sus países de origen. Un mundo con epicentro en San Pablo y en la Triple Frontera (con Paraguay y Argentina) ideal para refugiarse, reclutar o usar como retaguardia antes de regresar a los campos de batalla. Desde los atentados del 11/S contra las Torres Gemelas de Nueva York fueron detectados en territorio brasileño varios integrantes de la red. Y en la última semana, el FBI lanzó una búsqueda de un egipcio con residencia legal en San Pablo después de sumarlo a su famosa lista de “los más buscados”.
Mohamed Ahmed Elsayed Ahmed Ibrahim, nacido en la ciudad egipcia de Gharbeyah en 1977, vive en Brasil legalmente desde 2018, aunque es posible que llegara unos años antes. Lo busca el FBI por “su supuesto papel como agente y facilitador de Al Qaeda presuntamente implicado en la planificación de ataques contra Estados Unidos y sus intereses, y por brindar apoyo a Al Qaeda desde 2013. En el comunicado oficial, los agentes advierten que el egipcio debe considerarse “armado y peligroso”. Los ministerios de Exteriores y de Justicia y Seguridad Pública de Brasil dijeron en un comunicado conjunto que “Mohamed Ahmed obtuvo un permiso de residencia, por lo que está en una situación migratoria regular”. Se sabe que está casado con una brasileña y que se dedica a la importación y exportación de productos electrónicos.
La investigación sobre Ahmed comenzó hace dos meses en el marco del grupo de coordinación antiterrorista para vigilar la Triple Frontera creado en junio por Argentina, Brasil, Paraguay y Estados Unidos. En esa zona opera, particularmente, la organización libanesa Hezbolah, pero también se esconden agentes de otros grupos terroristas islámicos. La ofensiva contra los jihadistas también está relacionada a una creciente cooperación del gobierno de Brasilia desde que asumió el presidente Jair Bolsonaro, que mantiene muy buena sintonía política con su par de Washington, Donald Trump.
Al Qaeda sigue siendo “la madre” de organizaciones asociadas en todo el mundo, a pesar de la muerte de su líder, Osama bin Laden, a manos de las fuerzas especiales estadounidenses en Pakistán en mayo de 2011. Desde entonces, el poder de la red estuvo en manos del egipcio Ayman al Zawuahiri mientras se preparaba para la sucesión Hamza Bin Laden, uno de los numerosos hijos del saudita, cuya muerte fue anunciada a principios de mes sin que surgieran muchos detalles. La red continúa operando, particularmente en Libia, el Magreb, Irak y Siria mientras mantiene células dormidas en todo el planeta. De su interior salió el grupo de combatientes que formaron el ISIS, el grupo terrorista que logró controlar un enorme territorio y declarar un califato borrando la frontera sirio-iraquí.
Una investigación de la revista Veja de 2011, basada información de varias agencias de inteligencia occidentales, hablaba que en ese momento al menos 20 destacados miembros Al-Qaeda, Hezbollah y Hamas estaban refugiados en Brasil, desde donde divulgaban propaganda, recaudaban dinero, reclutaban militantes y planeaban atentados. El principal sospechoso era el libanés Khaled Hussein Ali, uno de los jefes del aparato propagandístico de Al-Qaeda. Era propietario de un cibercafé en el barrio Itaquerá de San Pablo, donde se instaló a mediados de los 90, se casó y tiene una hija brasileña. “Desde San Pablo, el libanés coordina a extremistas del ‘Batallón Mediático Jihad’ en 17 países. Los textos o videos de los discípulos de Bin Laden sólo son divulgados mediante su aprobación. La regla también vale para las traducciones de los discursos del terrorista saudita y para los videos subidos por los extremistas a Internet”, afirma la revista. Apodado “Príncipe”, Hussein Ali fue seguido durante varios meses por la policía federal brasileña hasta que fue arrestado en marzo de 2009. Se le confiscó una computadora con mapas muy precisos de la frontera afgano-paquistaní, donde se escondían en ese momento los jefes de la organización, mensajes a sus “hermanos combatientes” y material que incitaba al odio contra judíos y negros en Estados Unidos.
Pero en ese entonces, Brasil no contaba con una ley antiterrorista y si no se ejecutaban ataques en su territorio, la justicia no perseguía a los sospechosos. Hussein Ali pasó 21 días en prisión, acusado de racismo e incitación al crimen, pero no fue procesado y finalmente fue liberado. Informes posteriores indican que regresó a Egipto y se unió a la milicia jihadista. “Los terroristas se aprovechan de la fragilidad de la legislación brasileña”, fue la justificación de Daniel Lorenz, ex jefe del Departamento de Inteligencia de la Policía Federal y en ese momento secretario de Seguridad del gobierno de Lula da Silva.
Otros de los terroristas de la organización que viven en Brasil como ciudadanos comunes son los egipcios Hesham Ahmed Mahmoud Eltrabily y Mohammed Ali Abou Elezz Ibrahim Soliman, quienes en su país de origen enfrentan cargos por la matanza en las ruinas de Luxor, en 1997, con 62 muertos. Todos miembros de la Al-Gama’a al-Islamiyya, grupo subordinado a Al-Qaeda, fueron detenidos por las autoridades brasileñas en 2002 y en 1999, pero las dos veces el Supremo Tribunal Federal negó su extradición al alegar errores de instrucción en el proceso y que las pruebas presentadas en su contra no eran suficientes. Eltrabily mantiene hasta hoy una tienda de electrodomésticos en la Galería Pagé de San Pablo, conocida por sus productos de contrabando, mientras que Soliman vive en Foz do Iguaçu, donde es dueño, también, de un negocio de artículos electrónicos.
Otra evidencia la proporcionó la CIA estadounidense en base a los interrogatorios a los que fue sometido en el centro de detención de Guantánamo, el saudita Abu Zubaydah, el encargado de reclutar milicianos para Al Qaeda. Reveló que dos brasileños convertidos al islamismo, Alan Cheidde y Anuar Pechliye, de San Pablo, recibieron entrenamiento de combate en Afganistán y luego, en Brasil, colaboraron para conseguir en la Triple Frontera documentos falsos para miembros de la red. Fue a raíz de esa información que en junio de 2005 la Policía Federal arrestó a 21 extremistas de Foz do Iguaçu, encabezados por el libanés Chaim Baalbaki y el jordano Sael Basheer Yahya Najib Atari, que tenían en su poder 1.206 pasaportes falsos; fueron acusados de falsedad ideológica y adulteración de documentos. Se descubrió que también habían arreglado casamientos de militantes extranjeros con madres solteras brasileñas, a las que les pagaban unos 500 dólares. Luego reconocían a sus hijos como propios y ganaban así la residencia y la garantía de que no fueran extraditados.
El físico nuclear Adlene Hicheur, que estuvo involucrada en un complot terrorista de al-Qaeda en Francia en 2009, también vivió en Brasil después de que fue liberado de la prisión en 2013. Había sido arrestado en Francia en octubre de 2009, luego de que la policía interceptara correos electrónicos entre él y Al-Qaida en el Magreb Islámico, una organización terrorista con sede en Argelia. El director de la Policía Nacional francesa, Frédéric Péchenard, informó que Hicheur planeaba atacar una base de la Defensa Nacional en Annecy, la sede del Batallón 27 del ejército de Francia que actuaba en Afganistán. En mayo de 2012, Hicheur fue sentenciado a cinco años de prisión por “planear ataques terroristas”. Cuando salió de la cárcel, Hicheur aceptó un puesto como profesor visitante en el Instituto de Física de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Ante la presión de varias agencias de inteligencia, y después de que se detectaran nuevas comunicaciones del físico con otra organización terrorista, en julio de 2016, el gobierno de Brasil deportó a Hicheur a Francia. Allí fue puesto bajo arresto domiciliario hasta que decidió renunciar a su ciudadanía francesa y regresar a Argelia.
En la misma época en que se producía la deportación de Hicheur, Al Qaeda pidió, a través de las redes sociales, a sus “lobos solitarios” que atacaran en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que comenzaron el 5 de agosto de 2016. La red aconsejó a sus milicianos que obtuvieran visas brasileñas y compraran armas en el país. También pidieron que secuestraran a miembros de la delegación israelí para intercambiarlos por prisioneros de sus filas. La agencia nacional de inteligencia de Brasil ya había advertido que la amenaza de ataques terroristas islamistas en los Juegos Olímpicos estaba en aumento. ISIS comenzó a traducir su propaganda al portugués en las semanas previas a las olimpíadas. Varios medios brasileños informaron que un individuo conocido como Ismail Abdul Jabbar al-Brazili, estaba difundiendo propaganda del Estado Islámico e intentando reclutar brasileños a través de las redes sociales. Entre el 21 y el 25 de julio de 2016, la policía arrestó a 12 ciudadanos brasileños que se habían conectado con el reclutador. Los sospechosos planeaban llevar a cabo ataques en los Juegos Olímpicos, e intentaron comprar armas por Internet. El ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, reveló que el grupo se autodenominaba “Defensores de la Sharia”, y lo definió como “absolutamente aficionado”. En 2017, ocho de los arrestados fueron sentenciados a penas de prisión de 5 a 15 años.
En septiembre de 2015, la policía federal brasileña arrestó a miembros de una red de lavado de dinero con presuntos vínculos con ISIS. El grupo supuestamente había movido más de 100 millones de dólares desde 2010. Poco después apareció un mensaje en Twitter que decía: “Brasil es nuestro próximo objetivo”. Estaba firmado por Maxime Hauchard, uno de los máximos verdugos del Estado Islámico. El director brasileño de Lucha contra el Terrorismo, Luiz Alberto Sallaberry, dijo que se trataba de “una amenaza creíble”.
Ese mismo año fueron arrestados en Mali, Omar Issa, Harouna Touré e Idris Abdelrahman, milicianos de Al Qaeda que actuaban en Ghana, Mali y Argelia. Pertenecían a la facción Aqim, (Al Qaeda del Magreb Islámico), un grupo al que Osama bin Laden autorizó a usar el nombre de la red terrorista a partir del año 2006. Fueron deportados de inmediato a Nueva York donde fueron juzgados y sentenciados. El cargo principal fue “narcoterrorismo” y en el juicio se reveló que al menos uno de los hombres viajaba frecuentemente a Brasil donde estaba en contacto con una banda de narcotraficantes que traía cocaína desde Colombia. Un agente infiltrado de la DEA, la agencia antidrogas estadounidense, que mantuvo conversaciones telefónicas y grabó videos de los encuentros, informó que Touré había entregado el dinero para comprar media tonelada de cocaína en Colombia para trasladarla, con la ayuda de contrabandistas brasileños, hasta el puerto de Santos y desde allí a Mali. Luego, el cargamento sería transportado por el desierto a Marruecos para ingresarlo a Europa, a través de España. La DEA logró desarticular la operación al infiltrar al agente que se hizo pasar por un miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, que estaba dispuesto a conseguir media tonelada de cocaína para Al Qaeda. Un negocio que hubiera dejado ganancias de varios millones de dólares a la organización terrorista.
Ahora, cuatro años más tarde, reaparece el fantasma de la conexión brasileña con Al Qaeda tras el pedido de captura de Mohamed Ahmed. Brasil es desde hace dos décadas un territorio muy codiciado por el extremismo islámico.
Tomado de Cómo opera la red terrorista en Brasil