En alguna ocasión, he leído a mi colega bloguero Francisco Toro, referirse, palabras mas o menos, a la necesidad de establecer diálogos en la esfera pública venezolana, en los cuales los interlocutores actúen de forma cuerda. Traigo a colación este tema por lo siguiente. Huelga reiterar mi posición frente al chavismo, sin embargo, me he dado cuenta de que el chavismo no es un fenómeno nuevo, ni es una agrupación política. El chavismo es un colectivo de gente cuya prioridad capital es obtener los mayores beneficios con el menor esfuerzo. No hay cabida en el chavismo para reflexiones en cuanto a la moralidad, y consecuencias que la actitud asumida causa en la esfera pública. Y para ilustrar mi ejemplo hablaré de la familia Molina.
La familia Molina está formada por los descendientes de Manuel Isidro Molina Gavidia (MIMG), venezolano ejemplar, digno, auto didacta, profesor universitario, periodista, y luchador incansable contra la dictadura. Yo me casé con una de sus nietas, y he mantenido relaciones con esa familia desde principios de 1984. El actual proceso politico ha dividido a la familia, como a casi todas en Venezuela. Los que entendieron las luchas de MIMG se oponen a la dictadura de Chavez. Estos son, en mi opinión, gente admirable, digna, gente de izquierda de toda la vida, que detestan la ‘revolución’ chavista. Los que no entendieron nada, se están benecifiando de ella. Sería inapropiado decir, que los que se están lucrando del regimen, son chavistas. Es decir, esa gente no está allí por cuestiones ideológicas, sino por motivaciones digamos mas mundanas, materiales, capitalistas. Es el caso de Fidelina Molina, directora de Fundacite. Es el caso de Ricardo Molina, ministro de vivienda. Es el caso de Lenin Molina, presidente de Funda Discapacidad y representante oficial de Venezuela ante el Comité Especial de las Naciones Unidas para la discusión del texto de la Convención sobre Derechos de las Personas con Discapacidad. De los tres mencionados, el unico que tiene las credenciales necesarias como para ejercer los cargos que detenta, es Lenin. El nepotismo, entre los mencionados, es galopante. Parece ser ya una costumbre en el chavismo, que cada asignación a un cargo publico significa la remoción inmediata no sólo de la persona cuyo cargo fue reasignado, sino de todo su equipo. Así, las esposas, esposos, hijos, primos y cuñados de los empleados públicos chavistas de cierto nivel tienen el pan ganado, sencillamente por lazos familiares. No se cuestiona si alguno de esos fulanos o fulanas tienen la capacidad para desarrollar los cargos que se les asignan. Es más, en la mayoría de los casos los designados son incapaces de hacer las tareas que de ellos se espera, pero ese no es el punto. Lo que se busca es Omertà, el pacto de silencio, o como dice el dicho «entre bomberos no se pisan la manguera.»
Cuando se escribe algo sobre alguno de ellos, todos reaccionan. Es natural. Lo que es incomprensible para mi, hasta fascinante, es ver la audacia, la osadía, de esa gente cuando se defienden de lo que consideran ataques infundados. Y aquí retorno al punto inicial sobre lo que ha devenido del dialogo en la esfera publica venezolana. En dias pasados comenté en Twitter sobre un rumor que me llegó: tal parece que Evalenny Cardozo, esposa de Ricardo, ministro de la vivienda no olvidemos, se instaló junto con su hermano, Segundo, en dicho ministerio, y están comportándose como buenos chavistas. He escuchado también decir que la repentina designación de Ricardo, que es ingeniero forestal hasta donde sé, se debe a sus relaciones con Elias Jaua, vice presidente de Venezuela. En Aporrea hay unos cuantos cuentos sobre Fidelina, y sobre Lenin. Y me consta, que Fidelina, y su prole, han mejorado sustancialmente su patrimonio durante los últimos 12 años debido a su relación con el régimen.
En 1984, recién llegado del Pais Vasco, conocí en Merida a Juan Manuel Hidalgo, hijo de Fidelina. Fidelina, y su esposo Rómulo Hidalgo, eran amigos de mi padre. El matrimonio Hidalgo Molina tiene cuatro hijos: Juan Manuel, Eden Beatriz (la nena), Jose Luis, y Romulo Jose. Con los cuatro trabé amistad. En conversaciones de muchachos, que éramos en aquel tiempo, siempre expresé lo incongruente del divorcio que existia entre la retórica, sumamente izquierdista de la familia Hidalgo Molina e influenciada por la ideología de MIMG, y el comportamiento en la practica, donde todos ellos, sin excepción, hablaban de tener sus propios negocios, fincas, dinero, carros, casas en las mejores urbanizaciones, etc. Recuerdo la envidia con la que hablaban de los vecinos más pudientes de su urbanización, y les preguntaba: «¿pero ustedes no dicen a cada rato que creen que el comunismo es lo mejor que le ha pasado al mundo? Amasar fortuna, que es lo que desean con fervor, es imposible en el comunismo, salvo para los líderes del partido.»
Por aquellos años mi padre comenzó a desarrollar una empresa de quesos. Había decidido comenzar tal negocio pues Indulac, quien era el único cliente de la producción lechera de la zona alta del estado Merida, dispensaba suspensiones, a cada rato y aleatoriamente, a productores de la zona por supuesto agregado de agua a la leche. Cuando se materializaban esas suspensiones había que procesar la leche, o regalarla, o botarla. La diversificación fue, por tanto, más por necesidad que por otra cosa. Innovador en todo lo que emprendía, mi padre se fue a Guárico, y aprendió a hacer «queso de mano», variedad de queso fresco típica de los llanos venezolanos. La idea era producir en Merida un queso que no era tipico de la region, pero que se conocía en toda Venezuela. Para hacer el cuento corto, construimos la quesera, y arrancamos a hacer queso de mano. Recuerdo que al principio, estuvo entrenandonos, in situ, un experto en queso de mano que mi padre contrato en Barinas. Asi las cosas, comenzo