Podrá decir que no va a negociar el proceso revolucionario, y podrá decir que está dispuesto a reunirse con cualquiera. ¿Pero qué dirán los chavistas hoy? ¿Cómo amaneció el grupo duro? ¿Qué pensarán de su jefe que ataca y ataca a Gustavo Cisneros, le dice golpista y lacayo de los Estados Unidos, lo llama terrorista e intenta implicarlo en el caso de los paramilitares, le allana propiedades, y luego lo recibe en Fuerte Tiuna?
No hay duda, conversar es bueno, positivo, necesario. La oposición viene insistiendo en el diálogo, y el Gobierno, y Chávez, obligados a mostrar voluntad de diálogo, son los menos que se han esforzado en este sentido. ¿Y entonces, por qué la reunión con Gustavo Cineros y Jimmy Carter? ¿Qué demuestra eso? Es como para pensarlo. No puede hablarse sólo de un gesto de cortesía, porque se sabe que contra Cisneros están enfiladas todas las baterías, pareciera ser el enemigo a desaparecer del mapa. Tampoco un simple de gesto de cortesía hacia Carter, en momentos en que todo el oficialismo ha arremetido contra los observadores internacionales.
¿De qué se trata entonces? ¿De un acto de debilidad? ¿Un acto de debilidad doble? Porque son Cisneros y Carter a la vez: el uno el enemigo, el otro el observador al que hay que observar con cuidado. Para colmo, Carter llega en el avión de Cisneros, y sin que se conozcan los detalles de la entrevista, por el esquema, por la forma, se nota que fue una diligencia personal de Carter. ¿Con qué argumentos? ¿Cómo se convenció a Chávez de la entrevista?
No hay que olvidar que la última vez que se vieron, Chávez y Cisneros temieron que en el país no cabían los dos. Y el viernes se demostró que caben ellos y muchos más. ¿Y de Carter? La última vez que se había reunido con Chávez fue para hablarle de los resultados de los reparos.
Las piezas encajan. El comunicado del Centro Carter es claro: se habló del ‘respeto mutuo, de honrar los procesos constitucionales’. O sea, yo pensaba que con lo que había dicho el general Baduel la semana pasada, era suficiente. Pero no, Chávez entiende que debe contar con un factor que se llama Gustavo Cisneros. Y Gustavo Cisneros demuestra que ahora es cuando le queda juego.
El punto de Chávez es tan a la defensiva, que se vio obligado a decir en el Aló Presidente de ayer que él no negocia el proceso. No creo que ni Cisneros ni Carter le hayan pedido eso. Pero Chávez tuvo que aclararlo porque ya el hecho de sentarse con Cisneros en Fuerte Tiuna implica un reconocimiento de ese factor de poder. Y eso es precisamente lo que se preguntarán hoy los chavistas duros. Los blandos no. Estos últimos todavía ven y disfrutan los programas de Venevisión.