Ali v Frazier (1971)
Londres, 24.10.2012 – El mundo del boxeo contó con una figura que trascendió sus límites, hasta aquellos momentos. Un púgil sin precedentes en la historia de los pesos pesados, que logró captar la atención de muchos, incluso de aquellos no aficionados al boxeo. Muhammad Alí es, sin duda, único, y en sus tiempos no había deportista en el mundo que le hiciera sombra.
Su actitud irreverente y su verbo incendiario le ganaron no pocos problemas. Aun cuando nadie ponía en duda su extraordinario talento en el cuadrilátero, fuera de el su actitud no era la más respetuosa. Durante su carrera, Alí reivindicó derechos individuales, civiles y políticos, cosa que muy pocos deportistas, y ciertamente ningún púgil, había logrado hasta su arribo en escena.
Su carrera fue un rosario de peleas extraordinarias la mayoría de las veces. Y entre ellas, quizás las más significativas, fueron sus tres combates contra Joe Frazier. A diferencia de Alí, Frazier era un individuo relativamente introvertido, humilde, sin ínfulas de grandeza, quien ni pretendía, ni perseguía ser el centro de atención. Lo suyo era el boxeo, y nada más. Quizás por ello las peleas entre Alí y Frazier cautivaron al mundo, pues no se trataba sólo de dos púgiles, sino de dos formas diametralmente opuestas de pelear, de vivir, de ser, de expresarse, tanto dentro como fuera del ring. Mientras Alí era todo un show, Frazier era más bien parco y aburrido.
Traigo todo esto a colación por que me parece apropiado para explicar un tanto la situación de Venezuela, post 7/O. De un lado tenemos a Hugo Chavez, el Alí de nuestra historia, y del otro a Capriles / la MUD, nuestro Frazier. Alí retó a Frazier y viceversa, pero siempre, antes de entrar en el cuadrilátero a medirse, se establecían reglas claras, las cuales ambos púgiles aceptaban. Pues bien, en el ring en el que se ha convertido el asunto electoral en Venezuela, tenemos que nuestro Alí nombra al referee, nombra a los jueces, nombra las reglas y / o las cambia, y ni el referee, ni los jueces, ni nuestro Frazier dicen absolutamente nada. Este estado deplorable de cosas es difícil de aceptar, por cuanto nadie, en su sano juicio, se mete en una pelea con Alí sin saber a qué atenerse.
Capriles fue electo candidato presidencial con aprox. 1,8 millones de votos, en un proceso de primarias en el que participaron aprox. 2,9 millones de personas. El proceso fue producto del acuerdo político entre los partidos de oposición agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Luego de una intensa campaña electoral, Capriles obtuvo un poco más de 6,5 millones de votos en la elección presidencial.
En su empeño, comprensible, de eliminar en la medida de lo posible en el electorado el miedo a sufragar o a la creación de nuevas listas estilo Tascón, con las cuales el régimen pudiese pasar factura, la MUD, y su candidato, nos repitieron hasta la saciedad que el sistema electoral «había sido suficientemente auditado.» El argumento oficial era que cuestionar al arbitro (CNE) y las condiciones, aparte de fútil, iría en detrimento de las posibilidades de ganar.
El colega Juan Nagel, de Caracas Chronicles, ha definido el discurso de la oposición, refiriendose al intento de Capriles de hacerse pasar como un Chavez light, como inelegible («unelectable»). Al respecto, Juan hace un valioso llamado a que la MUD se abra a otras voces, que pudiesen en un momento determinado ayudar a definir estrategias. Aun cuando encuentro loable dichos llamados, entiendo que mientras la oposición siga liderada por quienes la lideran nada de eso va a suceder, por cuanto nuevas voces, y nuevas propuestas, son vistas como amenazas al poder constituido. En subsiguientes discusiones, Juan argumenta que el problema no es el liderazgo de oposición, ni su actitud genuflexa ante el CNE, y sobre ello no podría estar en mayor desacuerdo con él.
Estrategia, por Roberto Weil
He allí el gran problema, en opinión de quien escribe, por cuanto las supuestas posibilidades de ganar nunca existieron, nunca han existido, y mientras sigamos en esta actitud, nunca van a existir. Aupar a nuestro púgil a que se meta en el cuadrilátero, con una venda y un brazo amarrado, a que le den una coñamentazón, sabiendo que en cualquier momento y sin preaviso le cambian las reglas, es peor que una estupidez, es una actitud total y absolutamente irresponsable. Y nada de lo que diga nuestro púgil, o cómo lo diga, va a cambiar el resultado, pues ha de enfrentarse al mismo contrincante, con todo su arsenal, en desigualdad de condiciones, con todo en su contra. Lo primero que hay que lograr es un acuerdo sobre las reglas. En nuestro caso eso significa total transparencia de todos los aspectos del sistema electoral. El REP, a pesar de lo que diga la UCAB, no se audita propiamente desde el 2005, cuando CAPEL solicitó al CNE las direcciones de unas 12.000 personas para comprobar si existian o no, y el CNE se negó a entregar los detalles. Hasta los ineptos del Centro Carter han recomendado hacer una auditoría al REP (list to field, field to list) para comprobar si el numero de inscritos es fiable. Igual debe hacerse con las Smartmatics, codigos fuente, software, protocolos de comunicaciones, captahuellas, etc.
Es imperativo. No podemos seguir votando con un CNE que hace lo que le da la gana, cuando le da la gana, y además le permite a nuestro contrincante usar todos los poderes y recursos del estado en nuestra contra, y esperar otro resultado. Alguien famoso describió esa actitud como locura, el esperar obtener resultados distintos haciendo siempre lo mismo. Tenemos que exigir condiciones, tenemos que exigir transparencia, y tenemos que auditar el sistema como nos dé la gana. Lo que se nos dijo, sobre el sistema electoral, es mentira. Lo que se nos dijo sobre la presencia de testigos en el 100% de los centros, es mentira. Nos llevaron como borregos al matadero, y se supone que no nos rebelemos ante tamaña irresponsabilidad? Se supone que sigamos apoyando a un liderazgo incapaz, que por dos veces nos ha hecho lo mismo? Se supone que aceptemos pasivamente que se nos tilde de radicales, por reclamar lo que dice la ley?
Hugo Chavez se puede permitir el lujo de tener algunos congresistas de oposición, y algunos estados y alcaldías gobernados por opositores. Pero lo que la MUD y sus líderes no han querido entender, o lo han hecho y no lo admiten, es que Hugo Chavez no va a permitir que otra persona detente la presidencia de Venezuela mientras él viva. La MUD y sus líderes no tienen la potestad de adjudicarse los 6,5 millones de votos opositores, por cuanto el combinado de los inscritos en los partidos políticos que la conforman, probablemente no llegue a un tercio de ese numero. La MUD y sus líderes no tienen por que mentirle al electorado en cuanto a la realidad electoral, por cuanto mentirle, se ha demostrado, no logra los resultados deseados.
Lo preocupante del asunto es que quienes criticamos la estrategia fracasada de la MUD somos descritos como radicales. Muchos en la oposición aceptan sin cuestionamiento los dictámenes de la MUD, como si de un dogma se tratase. No hay mayor discusión de ideas, ni disposición de hacerlo: lo que mandan los ungidos es lo que hay, y punto. Es un espejo de lo que sucede en el chavismo, sólo que allá hay un solo jefe y aqui hay varios, que se reciclan una y otra vez.
En la historia entre Alí y Frazier, Alí se impuso dos veces. Si la oposición en Venezuela quiere abrigar la posibilidad de un triunfo, debe exigir condiciones.