Un hombre asiático que viste un turtleneck de color negro combinado con un pantalón igual de oscuro y una boina del mismo tono, observa a su alrededor, frente a una mesa de ruleta, y pone un billete de 100 dólares sobre ella. Es el tercero en menos de 10 minutos. La música en vivo, las mesas de Blackjack y las ostentosas lámparas hacen creer que se trata de un casino más en una famosa isla caribeña, pero el símbolo del petro, reflejado en algunas fichas, confirman que la ubicación real es Venezuela.
Son las 10:20 de la noche del primer miércoles del nuevo año y aunque el número de clientes es bajo, resulta suficiente para cubrir la mayoría de los espacios en los dos niveles que componen las pequeñas dimensiones del casino Humboldt, ubicado ahora en la avenida principal de Las Mercedes. Los jugadores son hombres, en la mayoría. Usan vestuario cómodo, los de avanzada edad y otros más jóvenes sí visten prendas más llamativas: Bolsos de medio lado marca Mario Hernández, o calzado Tommy Hilfiger, con el rojo y el azul característico bien marcados, reseñó Raylí Luján en Bloomberg Línea.
Un grupo de escoltas, todos de negro y vestuario similar, de tonos oscuros, revisan sus teléfonos celulares en una mesa aparte. El cantante, mientras tanto, anuncia por el micrófono que las “Andreas”, como se les llama a las anfitrionas, estarán tomando los datos de quién desee participar en el próximo gran torneo para el Día de Reyes, con 2.000 dólares a repartir. Las ruletas siguen girando, y dan nuevos ganadores. 33 dólares por cada ficha en el número que eligió el azar.
La apuesta, igual que en otros casinos, es de 1 dólar por ficha, siendo mínimo 5 por cada jugada. Para el acceso a las tragamonedas, se empieza con 20 dólares y cada una se encuentra identificada con un número, que bien puede salir en el sorteo que se realiza cada tres horas para obtener un premio de al menos 250 dólares en el caso de salir seleccionado y 1.500 dólares asignados para el Jackpot.
Sumas realmente altas para un país con el salario mínimo más bajo de la región, ubicado en 2,2 dólares al mes, de acuerdo al tipo de cambio oficial, estaban así a cargo de demostrar esa “apertura económica” a la que ha hecho referencia Nicolás Maduro en los últimos meses, resaltando su gestión en los años de pandemia.
Las fichas van y vienen, tanto como los tragos, supervisados y ofrecidos por una de las “Andreas”. Las mesas de póquer son monitoreadas por el equipo de seguridad, y también otros ajenos, vestidos de tipo casual, como si estuviesen cumpliendo esa misma tarea. Los tapabocas se retiran de vez en cuando para ingerir las bebidas, esas que no son tan especiales, como aquellas que en algún momento dieron de qué hablar en ese casino exclusivo en el hotel Humboldt, el que abrió sus puertas en 2020.
“Ese ya no abrirá. Se está planteando instalar otro como este en el Eurobuilding”, dice uno de los trabajadores, mientras una de las meseras promete revisar con el bartender la carta de cócteles dispuestas, para verificar si esos mismas bebidas están a la orden. La respuesta final no llega, aunque sí los comentarios de las razones detrás del cierre en el Humboldt.
Con las reparaciones del Sistema Teleférico Waraira Repano, que se cree, vienen acompañadas de un proceso de entrega de concesión a otro desconocido empresario, los propietarios del casino decidieron cambiar de locación. A partir de agosto, informaron entonces a su clientela que las operaciones y actividades en sala serían suspendidas hasta nuevo aviso. Poco después anunciaron la nueva ubicación en Las Mercedes.
El casino Humboldt no es el único en Caracas. En septiembre de 2021, el portal Descifrado confirmó que en poco tiempo se estarían instalando otros casinos en la ciudad, y en el resto del país, a raíz de licencias otorgadas por la administración de Nicolás Maduro, por encima de la Constitución y la Ley para el Control de Casinos, Salas de Bingo y Máquinas Traganíqueles, la que establece que para la instalación de un casino o bingo, se requiere hacer un referendo consultivo, además de que estén ubicados en zonas declaradas turísticas.
Vehículos de lujo, con lazos de rifa en el techo, sirven de modelo en la entrada principal de este centro de juegos al azar, cercano al controversial marketplace Yeet, donde fue instalado -y poco después retirado- un Starbucks, sin autorización de la compañía estadounidense. Allí mismo, un par de niños, con algunas bolsas de papitas en mano, piden una colaboración para comprar algo de comer.
“Multimillonario, ayúdame con algo”, sentencia uno de ellos, de 9 años aproximadamente. No entienden de crisis ni clases medias, solo creen que todo el que salga de ese casino puede y tiene con qué, cambiarles su realidad, esa otra presente en Venezuela, así sea por unos minutos.