No nos engañemos, queridos lectores. Como dice un conocido amigo y médico, cuando se refiere al régimen y al momento actual, cualquiera que piense que esto se va a estabilizar y va a dar resultados se equivoca.
Nada de esto es permanente.
Han pasado seis años y el país vive una crisis de subsistencia, donde se siente el colapso continuo de la gestión populista. Puedes sentirlo, puedes tocarlo: el desperdicio es increíble y cada bolívar ahora vale solo un centavo. Y esto en medio de la ganancia inesperada de petróleo más alta de la historia. Solo hace falta ver las calles, las ciudades, para apreciar el desastre nacional.
Las misiones, las unidades bolivarianas, intentan sobre la marcha y desde la base redefinir una nueva estructura social en los sectores populares donde la asfixia económica es explosiva. Ni su Gobierno ni su partido trabajan para Chávez y los recursos humanos y técnicos de las Fuerzas Armadas han llegado a su límite de utilización para la política social, lo que implica una lucha por establecer una nueva relación entre los pobres y el Gobierno.
Para el venezolano sin recursos existe un abismo entre la vorágine de los miles de millones y la galopante corrupción que ahora se manifiesta sin sonrojarse, en las más altas esferas del poder. Y todos sus mitos para salir de su agujero han estallado, por lo que atrapados entre el camino ortodoxo, ser honesto y trabajar duro, y el camino del crimen, las estafas, las ilegalidades, las joyas, los zapatos y los relojes de lujo, ahí No queda otra opción que unirse al Gobierno y las misiones para sobrevivir. Y ahí es donde Chávez lanza su última apuesta.
La maquinaria de Gobierno no funciona.
Y una vez más, se enfrenta a una fase de descomposición acelerada.
Esta ha sido una característica de su Gobierno, que cada cierto tiempo entra en una fase de autodestrucción. Por su derroche, por su ineptitud.
Un estado que lleva seis años así.
España (por poner un ejemplo) triplicó su PIB en veinte años y vive en un estado de bonanza, mientras que aquí lo que tenemos son ciudades sumergidas en basura y delincuencia. En sólo dos meses Valencia y Carabobo aparecen como si hubiera pasado la langosta.
Como dice otro amigo médico, en seis años lo que vamos a tener es una crisis autolítica. Es decir, destrucción: “Un montón de tipos dicen que están reconstruyendo el país y salvando a Venezuela y lo que están haciendo es profundizar todas sus imperfecciones y destruirlo. Y no solo en el sentido físico, también en el moral. ¿Es posible, querido lector, que Anderson (el Fiscal asesinado) haya pasado de hacer su funeral en el mausoleo nacional a ser un sinvergüenza? ¿Dónde están las reservas morales? Y ninguno de los chavistas se atreve a decir nada.
Nunca terminan de mostrar la más mínima capacidad de autocrítica y recomposición frente a una opinión pública que se limita a observarlo todo con perplejidad.
Porque la conclusión a la que tienes que llegar es que con esta visión de una sociedad, el éxito simplemente no es posible.
Como alguien dice, Chávez está rodeado de una presión ciclópica dentro de las estructuras del régimen, de la que no puede salir, “si no puede corregir eso, pero si lo hace lo derrocarán. Es (corrupción) por todas partes”. el lugar. Horizontal y verticalmente»
“Y en una realidad donde el bolívar no rinde mucho, explotará, porque no se puede dar caridad a todo el país”
Se ha creado una idea colectiva de que estamos viviendo una locura.
La locura chavista. Que ha durado seis largos años. Aparentemente infinitos. Donde cada nuevo plan es más loco que el siguiente.
Un mundo improbable donde Ramón Martínez (Gobernador de Sucre) creó una aerolínea hace tres años y nadie sabe dónde está. Así como nadie sabe dónde está la línea aérea Transantillana que Chávez creó con su ex avión presidencial. Muchos proyectos rotos. ¿Dónde están los gallineros verticales? Tanta basura inconclusa e inconclusa. ¿Qué tal esos emprendedores con los proyectos para hacer tejas? ¿Y las lanchas fluviales para conectar con el río Meta? Una fortuna tirada por la borda. ¿Dónde están las cosechas tan prometidas? ¿La modernización del sistema penitenciario? ¿La humanización de las cárceles? ¿Las escuelas y el hogar de los niños de la calle?
Pero sobre todo esto, el loco nacimiento de un nuevo Estado que es a la vez partido único y apartheid segregacionista de la otra mitad del país, que no está de acuerdo con Chávez y sus sexenios y su experimentación totalitaria.
Una especie de fascismo (o fascismo). Que se escapa por las costuras. Y eso es pedir nuevos experimentos político-institucionales, para ejecutar de manera más efectiva la aceleración, consciente y programada, de un proceso totalitario sobre la sociedad y el Estado.
Un espíritu totalitario.
Lo cual se ha expresado en toda su desnudez, primero, con la causa por difamación contra Tulio Álvarez e Ybeyise Pacheco, que revela de manera muy transparente en una sola acción la criminalización de la disidencia y de la libertad de expresión.
Luego, en el anuncio del nuevo presidente de la Corte Suprema, Omar Mora, de que va a actuar con agresividad y sin perder tiempo para sacar del Poder Judicial a todos esos jueces «golpistas» antichavistas. Una advertencia que conecta directamente con la suspensión por parte de Luis Velázquez Alvaray, Presidente de la Comisión Judicial, de los tres jueces que revocaron la prohibición de salida del país a 27 personas acusadas de rebelión civil por su participación en los hechos del 11 de abril de 2002. , respaldando a Carmona.
Pero, sobre todas las consideraciones, la acusación contra Patricia Poleo por parte del Fiscal General de la Nación Isaías Rodríguez por el supuesto delito de obtención y publicación de documentos confidenciales de un expediente judicial.
Para informar.
Y eso es muy grave.
Porque el fiscal Rodríguez ha dicho que «no es lo mismo manejar la confidencialidad de las fuentes de información que manejar los documentos que sustentan esa información» y eso quiere decir simplemente que si esta tontería tiene éxito, aquí no sólo se acaba el periodismo de investigación sino también el ejercicio de puro reportaje.
El derecho a ser informado mis amigos.
Porque la pregunta que surge es ¿por qué la Fiscalía dio ese salto que cercena una libertad que es considerada por el pensamiento político contemporáneo como uno de los pilares fundamentales de una sociedad pluralista?
Primero, porque no hay democracia. O morirá instantáneamente en el momento en que se complete esta arbitrariedad, este abuso, esta locura.
Y después, porque Rodríguez intenta escapar de la verdad sobre Anderson. De la red de extorsión que se dice había podrido su institución. De un muerto héroe de la revolución, que había amasado una repentina fortuna en la que guardaba, sólo en su casa, 1 500 millones de bolívares y seiscientos mil dólares.
De un escándalo del que Chávez no ha podido escapar, amenazando incluso con congelar las relaciones con Colombia, ni provocando a la primera potencia económica y militar del mundo.
De un escándalo que, además, hunde sus raíces más profundas en la descomposición social del propio régimen.
Porque con la acusación contra Patricia, Tulio, Ibeyise, Uson y los firmantes del decreto, y teniendo en cuenta el control que tiene el Gobierno sobre las instituciones, con el monopolio fiscal y judicial, lo que se está expresando, querido lector, es hasta qué punto el régimen está dispuesto a ir. Lo que está dispuesto a hacer o transgredir, para imponer su hegemonía.
Podría ser todo lo imaginable. Con un mensaje claro, para el resto de los venezolanos, que lo mejor que se puede hacer es no pelear con él, no confrontarlo. O lo que es lo mismo, una última y definitiva vuelta de tuerca (y definitoria) en este esquema de apretar y aflojar, y en el que cada vez que afloja te deja más apretado que antes, permitiéndote así vivir con la mínimo oxígeno posible, para que entiendas que el costo de pelear con él es la cárcel. O llevarte a juicio.
Un esquema totalitario.