Forbes informó ayer que «el canciller argentino, Rafael Bielsa, confirmó que Venezuela busca comprar un reactor nuclear de tamaño mediano a Argentina, informó el diario Clarín». En el relato original de Clarín se dice que el ingeniero César Belinco -en representación de la Red Tecnológica Argentina (RTA)- y el presidente de INTEVEP de PDVSA, Alfredo Morales, firmaron un acta que formalizó la intención de Venezuela de comprar el reactor nuclear.
El vicepresidente de Venezuela admitió este lunes la compra del reactor argumentando que la negociación fue entre PDVSA y el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina. En contraste, el ministro de Energía de Venezuela y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, declaró con respecto al reactor «… no hay un acuerdo concreto para la adquisición de ningún elemento relacionado con la generación de energía atómica» (sic).
De más está decir que ni las declaraciones de Rangel ni las de Ramírez tienen relevancia. Porque es la palabra del caudillo Hugo Chávez la que importa. Ahora bien, ¿les importaría a los periodistas de Clarín compartir con el mundo la carta de intención, a la que aseguran haber tenido acceso y que supuestamente circula entre empresas y organismos involucrados, firmada por funcionarios argentinos y venezolanos?
Otra pregunta interesante sería; ¿Para qué necesita energía atómica el quinto mayor productor de petróleo del mundo? ¿Es para adherirse a los EE. UU. o para volverse más audaz como el matón de la región? No, el canciller argentino, Rafael Bielsa, aseguró que la venta del reactor se hará con «máxima responsabilidad» (sic) y los posibles usos en Venezuela serán «debidamente supervisados» (sic). Venezuela parece destinada a seguir sufriendo los efectos perniciosos de la ‘máxima responsabilidad y debida supervisión’ de la comunidad internacional…