Los resultados electorales en Venezuela son quizás el único punto de encuentro entre gobierno y oposición. Los de anteayer ya han sido interpretados, de lado y lado, como mejor les hace lucir. Unos dicen “es que aumentamos nuestra ventaja con respecto a la elección presidencial!”, mientras otros rebaten “es que batimos al chavismo en Barinas!”, capital de estado del mismo nombre que vio nacer al caudillo Hugo Chávez, y donde su familia es nada menos que la más novel monarquía del continente americano.
Lo más triste, en opinión de quien escribe, es que a pesar de los llamados al dialogo, que no producirán nada tangible, Venezuela sigue partida en dos. Sigue igual de dividida. Y lo peor es que los tímidos “avances” de los que se vanagloria la oposición no se traducirán en un cambio sustantivo y significativo en calidad de vida para los electores, por cuanto todos los nuevos electos deberán acudir al mismo lugar, léase gobierno central, a mendigar situados y presupuestos para poder desempeñar sus nuevas funciones.
Lo más importante, que es el dinero para poder gobernar, está asegurado para los chavistas. Y para los opositores? Para esos ya la administración de Maduro tiene preparada una fórmula administrativa llamada “Programa”, cuyos objetivos primordiales comienzan por “Garantizar la continuidad y consolidación de la Revolución Bolivariana en el poder.” Maduro cuenta además con poder para gobernar por decreto. Se curó en salud el hombre. No dejó nada al azar electoral. Tanto su nuevo plan, como el poder de gobernar como le venga en gana, fueron obtenidos antes de la contienda del domingo, no fuese a ser que los resultados electorales le jugasen una mala pasada.
Pero retornando a los resultados, cómo abrigar esperanzas de que las cosas mejorarán? Qué garantía hay de que Maduro, quien heredó el control y lo tornó en cuasi absoluto, no repetirá medidas como las que tomase Hugo Chavez en su momento contra autoridades electas (recuerdan a Antonio Ledezma)? Acaso la relación del chavismo con el mismo Ledezma, quien ha repetido victoria en la Alcaldía Metropolitana de Caracas, va a cambiar? No pareciera ser el caso.
El chavismo sigue siendo dizque la “opción de la mayoría” en la Venezuela rural, aquella donde residen más de 7 millones de electores que nadie sabe si existen o no, o si viven donde el registro electoral que nadie audita desde el año 2005 dice que viven. Hasta tanto no se resuelva el cangrejo electoral que hay en Venezuela, quienes tienen a las elecciones como única vía para escoger un gobierno distinto seguiremos en el limbo. Seguiremos sin podernos explicar cómo una administración que promueve abiertamente el saqueo sigue siendo mayoría. Por otro lado, el liderazgo de la oposición parece estar conforme ya con ganar posiciones en consejos, alcaldías y circunscripciones mayoritariamente urbanas, pero esas victorias ni están exentas de problemas, ni han alterado el balance de poder real. Prueba de ello, la Asamblea Nacional que ha dado poderes especiales a Maduro, a pesar de que la oposición con más votos obtuvo un numero menor de congresistas.
Y por ello la pregunta: Quo Vadis Venezuela?
Los chavistas siguen en control, y seguirán modelando el futuro según la necesidad de “garantizar la continuidad y consolidación en el poder.” El régimen de Maduro sigue abusando, con absoluta desfachatez e impunidad, de su posición para garantizar su permanencia en el poder, sin que las autoridades electorales digan palabra al respecto. Si al prospecto de no haber elecciones hasta finales de 2015, le agregamos los resultados de ayer y el poder consolidado en manos de Maduro, la verdad es que no lucen promisorias las cosas para la oposición. Ya son unas cuantas las derrotas electorales y la correlación de fuerzas sigue siendo básicamente la misma. Con o sin Chavez en escena. No haber podido capitalizar electoralmente sobre el desastre que ha sido la breve administración de Maduro dice mucho de un liderazgo opositor que se encuentra en la necesidad, ya imperiosa e impostergable, de renovarse. Hay que dejar de mirarse el ombligo un rato, y comenzar el arduo camino a la recuperación real de espacios políticos. Pero no puede andarse ese camino sin salvar el primer obstáculo, que no es otro que la confiabilidad e imparcialidad del propio sistema electoral.