Los criminales que saben demasiado: cómo Carvajal y Alcalá buscan derrumbar al Cartel de los Soles para salvarse de morir en una cárcel de EE. UU.

Cómo dos exgenerales del chavismo usan cooperación, narrativa y guerra híbrida para intentar salvarse

Durante dos décadas, Hugo “El Pollo” Carvajal y Clíver Alcalá Cordones no fueron simples oficiales dentro del aparato militar del chavismo. Eran piezas esenciales dentro de un sistema de poder que mezcló ideología, inteligencia, crimen organizado, terrorismo y control territorial. Ambos participaron —según expedientes federales— en la estructura que hoy el gobierno de Estados Unidos define como un narco-Estado, una maquinaria donde el tráfico de drogas, las FARC, los carteles mexicanos y sectores de la Fuerza Armada venezolana operaban como engranajes de un mismo proyecto político.

Ese sistema los necesitó mientras servían al régimen. Hoy, sin embargo, los dos están bajo custodia de la justicia estadounidense, enfrentando cargos que podrían condenarlos a morir en prisión. Y tanto Carvajal como Alcalá han entendido algo fundamental: si quieren sobrevivir, deben destruir con información al mismo sistema que construyeron.

Sus caminos, aunque diferentes, avanzan hacia una misma dirección: intentar convertirse en testigos claves, instrumentos narrativos y activos estratégicos para Estados Unidos en la guerra contra el Cartel de los Soles.

Los dos hombres que saben cómo nació el narco-Estado

Hugo Carvajal fue el gran arquitecto de la inteligencia y contrainteligencia militar chavista. Durante años operó en la sombra, diseñando redes internas de vigilancia, infiltración y manipulación política. Conoció de primera mano el flujo de dinero del narcotráfico, la protección militar brindada a las FARC y el funcionamiento logístico de la droga enviada a Centroamérica y México.
Carvajal siempre fue el hombre que sabía demasiado. Por eso el régimen lo protegió… hasta que dejó de hacerlo.

Clíver Alcalá Cordones, en cambio, nunca estuvo en un escritorio. Su mundo eran las pistas clandestinas, las unidades militares en frontera y los acuerdos operativos con frentes guerrilleros. Desde Apure hasta Falcón, Alcalá articuló la infraestructura terrestre y aérea que sostuvo el tráfico de cocaína durante más de una década.
Si Carvajal conocía la arquitectura, Alcalá conocía los ladrillos.

Ambos representan, para la inteligencia estadounidense, un par de cajas negras capaces de revelar cómo funcionó realmente el Cartel de los Soles desde dentro del Estado venezolano.

El giro dramático: cuando el narco-Estado deja de proteger a sus generales

El sistema que protegía a Carvajal y Alcalá comenzó a derrumbarse cuando los tribunales federales de EE.UU. formalizaron cargos de narcoterrorismo. Las lealtades se evaporaron. La diplomacia del chavismo dejó de ser útil.
Y ambos generales entendieron que estaban solos. Alcalá tomó la decisión de entregarse a la DEA para evitar ser secuestrado por grupos que querían cobrar los USD 10 millones que EE. UU. ofreció por su cabeza. Se entregó, se declaró culpable, fue sentenciado a 21 años y 8 meses de prisión y ahora busca salir de la cárcel aprovechando los canales mediáticos que se han impuesto ante la realidad conflictiva que busca destronar al Cartel de los Soles.

La pregunta que guía todas sus decisiones actuales:

¿Cómo sobrevivir a un narco-Estado que ya no los protege y a un sistema judicial que exige verdad, evidencia y cooperación?

La respuesta de los dos ha sido la misma: delatar, «sapear» para no morir en una prisión de Estados Unidos. Pero hablar en el momento correcto, al interlocutor correcto y con la información que afecta a las figuras más poderosas del régimen.

Carvajal abre fuego: la carta que detonó una guerra política

El primer golpe lo dio Hugo Carvajal. Su carta pública al presidente Donald Trump fue más que una estrategia jurídica y de contrainteligencia: fue un movimiento de guerra informativa. Desde su celda, Carvajal decidió saltarse los canales judiciales tradicionales y hablar directamente con la Casa Blanca.

En esa carta reveló:

nombres de altos mandos del chavismo vinculados al tráfico de cocaína,

rutas detalladas usadas por las FARC y el Cartel de los Soles,

esquemas financieros que vinculaban a la cúpula con operaciones criminales,

reuniones, acuerdos secretos y compromisos militares con redes irregulares.

La carta tenía un objetivo central: reposicionarlo como un activo indispensable para Estados Unidos.
Y lo logró. Washington tomó nota, el régimen entró en pánico interno, y Carvajal pasó de ser un acusado más a un hombre cuya información podía resquebrajar la estructura del narco-Estado.

Alcalá prepara su propia ofensiva

Tras ser condenado a 21 años por apoyo al terrorismo, Clíver Alcalá enfrenta una situación distinta. No puede evitar una sentencia. No puede detener el proceso. Pero sí puede alterar su destino futuro.

Alcalá prepara ahora una carta pública dirigida también al presidente Trump. Sabe que esa carta, si está bien construida, puede alcanzar dos efectos:

Modificar la percepción del Departamento de Justicia sobre su valor estratégico.

Forzar su inclusión como testigo en investigaciones más amplias.

No intenta salir libre inmediatamente. Intenta demostrar que su información es necesaria para desmantelar la estructura criminal de mayor envergadura: el Cartel de los Soles.

Su carta será, igual que la de Carvajal, un arma de guerra híbrida. Tendrá datos, ubicaciones, nombres y una lectura interna de cómo operaban los corredores de droga en Venezuela bajo protección militar.

Es una jugada que puede cambiar su futuro.
Y también cambiar la historia judicial del caso venezolano.

La narrativa define el destino

En el sistema federal, nada pesa más que la capacidad de un acusado de aportar información verificable que ayude a capturar, procesar o condenar a individuos más relevantes. Carvajal lo entendió desde el inicio: por eso su carta no fue un acto de desesperación, sino de estrategia.

Alcalá ahora lo replica. Su carta puede servir al Departamento de Justicia para justificar una moción de reducción de sentencia bajo Rule 35(b) en el futuro, si su cooperación resulta útil en investigaciones más grandes.

En ambos casos, el efecto es claro: la narrativa pública impulsa el valor jurídico.

La batalla política: competir por la atención del presidente

Carvajal y Alcalá no están solo compitiendo por beneficios judiciales.
Están compitiendo entre ellos por la atención del presidente Trump y de la Casa Blanca.

El valor de un testigo en casos de narcoterrorismo no se mide únicamente por lo que sabe, sino por lo que la administración necesita.

Carvajal ofrece inteligencia de alta densidad.
Alcalá ofrece la dimensión operativa del narcotráfico.

Juntos representan la prueba viviente de que el Cartel de los Soles no fue un invento retórico, sino una estructura militarizada y funcional dentro del Estado venezolano.

La guerra híbrida: la información como arma decisiva

Hoy ninguno de los dos dispara fusiles ni comanda tropas.
Pero ambos siguen siendo combatientes: combatientes en la guerra informativa.

La información que poseen es un arma.
La carta es su proyectil.

Carvajal lanzó un misil político que sacudió a todo el sistema.
Alcalá prepara un dron de precisión, diseñado para influir en la narrativa y en la toma de decisiones en Washington.

Estados Unidos sabe que estos hombres conocen secretos que pueden reconfigurar su estrategia hemisférica.
El régimen venezolano sabe que sus testimonios podrían desmantelar años de operaciones clandestinas.

Ambos lados necesitan controlarlos.
Y ellos lo saben.

Dos narcogenerales, una misma guerra por la supervivencia

Carvajal golpeó primero.
Alcalá prepara la réplica.
Ambos apuntan al mismo objetivo: sobrevivir al sistema que ayudaron a construir.

Compiten por ser la voz militar más útil para Estados Unidos.
Compiten por convertirse en piezas indispensables en la estrategia contra el narco-Estado.
Compiten, incluso, por quién contará primero y mejor lo que Washington quiere saber.

En este tablero, ya no importan los rangos militares ni la vieja lealtad al chavismo.
Importa quién puede hablar.
Quién puede probarlo.
Quién puede ser útil.

Porque la guerra que hoy libran no se combate en selvas ni cuarteles.
Se libra en cartas, expedientes, declaraciones y verdades incómodas.

Y solo sobrevivirá el general que diga primero la verdad que puede derribar al Cartel de los Soles.

Tomado de Los criminales que saben demasiado: cómo Carvajal y Alcalá buscan derrumbar al Cartel de los Soles para salvarse de morir en una cárcel de EE. UU.