Por Roger F. Noriega
Fuente: InterAmericanSecurityWatch
Puede que los venezolanos que hoy salen a las calles para reclamar su libertad de una narcodictadura finalmente tengan una oportunidad de triunfar. Las implacables sanciones aplicadas por el gobierno de presidente Trump y una intensa campaña de comunicaciones, junto con la fuerte presión diplomática reforzada por el nuevo gobierno de Brasil, han descartado la posibilidad de fraguar cualquier acuerdo con el régimen criminal de Nicolás Maduro. Sin embargo, el levantamiento popular es un instrumento contundente, y el derrocamiento de Maduro es solo un comienzo. La diplomacia americana requiere de una estrategia inteligente y exhaustiva para prevenir la violencia injustificada, desmantelar a una peligrosa red criminal y encaminar la recuperación económica de Venezuela.
En repetidas ocasiones en el transcurso de los últimos cinco años, Maduro logró aplastar las manifestaciones a favor de la democracia con tácticas despiadadas. Trágicamente, en esas ocasiones, los generales corruptos se pusieron del lado de su mecenas en lugar de defender a su gente. Los políticos de la oposición alcanzaron acuerdos sospechosos con el régimen, y la comunidad internacional, incluido Estados Unidos bajo el presidente Obama, se complació en negociar con los criminales. Esta vez, liderado por el Asesor de Seguridad Nacional John Bolton, el equipo de presidente Trump cuenta con la determinación de liberar a Venezuela.
Maduro selló su destino al organizar una elección falsa en mayo pasado y reclamar un nuevo mandato como presidente el 10 de enero. Gobiernos clave de América Latina, encabezados por el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y el “Grupo de Lima” de la región, rechazaron categóricamente la legitimidad de Maduro. Reflejando la posición de línea dura del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, los gobiernos clave abogaron por una serie de duras sanciones que probablemente se apliquen en los próximos días.
Al quedar desacreditado Maduro, la Asamblea Nacional de Venezuela, órgano cuya representación ha sido elegida democráticamente, se reconoce como la única institución legítima del país, y su nuevo presidente, Juan Guaidó, de 37 años, surgió como una figura nacional que lideró el llamado a las manifestaciones masivas de hoy. Después de superar algunos desacuerdos entre los líderes de la oposición, Guaidó recuperó el manto de la presidencia hoy a instancias de la OEA, los Estados Unidos, Brasil y otros.
Los venezolanos medirán cada palabra del presidente interino para ver si está comprometido con un cambio radical o si se mantiene abierto a forjar acuerdos con el régimen, como los políticos que lo rodean. Es un secreto a voces que algunos jefes de los partidos de oposición han recibido apoyo corrupto de figuras cercanas al régimen. Otros han sido chantajeados, detenidos, torturados o exiliados. Los oficiales de los Estados Unidos que han respondido al presidente Guiadó deben insistir que él tome una línea dura contra los delincuentes y los políticos corruptos que han alentado el implacable gobierno de Maduro. También deberían presionarlo para revertir las políticas socialistas ruinosas que han derribado a la economía de Venezuela y han sembrado tanta miseria.
Fracturar a la base de Maduro o inducir a los militares a desertar son partes naturales de una estrategia de oposición. Sin embargo, aceptar proteger a las figuras corruptas del antiguo régimen pone en peligro el cambio real, traiciona a la gente y va en contra de los planes de los Estados Unidos de enfrentar a los criminales ante la justicia. El gobierno americano puede mandar una señal clara al emitir (o publicar) las acusaciones criminales contra Maduro y sus secuaces, Tareck El Aisammi y Diosdado Cabello, y organizando su arresto.
Los Estados Unidos, Brasil, Colombia y otros países con mucho en juego en lo que refiere a garantizar un cambio en Venezuela. Deberían advertir al régimen de las graves consecuencias que enfrentara si utiliza la violencia contra Guaidó u otros civiles inocentes. Se deben emitir advertencias similares a Cuba, Rusia y China, que han apoyado a Maduro con un costo terrible para 30 millones de venezolanos.
Los estados fronterizos y los Estados Unidos deben planificar brindar asistencia humanitaria en el momento en que el presidente Guaidó y la Asamblea Nacional autoricen tales operaciones en el territorio venezolano. Si hay una represión asesina contra los manifestantes, esta vez estos gobiernos deben estar preparados para proteger la vida humana confrontando el uso de la violencia por parte del régimen.
Según fuentes dentro del régimen, un número creciente de oficiales militares se ven sacudidos por la realidad de que están en una batalla que no pueden ganar. Y, mientras comenzaron las manifestaciones a nivel nacional esta semana, personas hambrientas y desesperadas de los barrios más pobres de Caracas inundaron sin temor las calles para combatir a las fuerzas de seguridad. Como nunca habia acontecido antes, el liderazgo militar y las tropas se enfrentan a una dura elección.
Quienes usen armas de guerra contra los valientes manifestantes terminarán acompañando a Maduro ante la Corte Penal Internacional. Aquellos que cumplen con su deber para con su pueblo, bajo su constitución, pueden tener un futuro en una nueva Venezuela.
Los amigos de Venezuela en la comunidad internacional deben estar preparados para actuar con audacia para defender sus principios. Después de una década de liderazgo irresoluto, los Estados Unidos está directamente del lado del pueblo venezolano.
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Tomado de Finalmente, la política de Estados Unidos está acertando en Venezuela