Latinoamérica debe tratar a Hezbollah como el peligro que encarna en Venezuela y la región

Por: George Chaya

Fuente: INFOBAE

Miembros de Hezbollah

Durante muchos años, Hezbollah pensó que gozaba de un nivel de inmunidad e impunidad absoluto. El grupo político-terrorista chiíta pro-iraní creyó tener la libertad de actuar como quisiera sin pagar consecuencias ni responsabilizarse por su comportamiento delictivo y terrorista.

El ala política del partido explotó a la perfección las diferencias de criterios en las posiciones de los principales actores políticos de la comunidad internacional que dudaban en responsabilizarlo por sus acciones como grupo terrorista más que político, y eso se debe, incluso a su posición actual sin precedentes dentro del sistema político en Líbano.

Enfrentar a Hezbollah no resultaba fácil para los libaneses al no disponer de todas las pruebas que se referían a las actividades delictivas del partido dentro del Líbano. Por ello, más allá de sus comprobados crímenes terroristas como la voladura de la embajada estadounidense en Beirut, el ataque con camión bomba al cuartel de los marines norteamericanos que dejó 254 muertos, el asesinato de los 52 paracaidistas franceses también en la capital libanesa o el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en el febrero de 2005 en el extranjero, los países europeos dudaban en calificar a la organización como grupo terrorista.

Actualmente, esa percepción comenzó a ser una realidad diferente que gradualmente tomó otro rumbo y hoy varios países están calificando a Hezbollah como un partido terrorista después de que Estados Unidos haya hecho eso hace mucho tiempo. Los casos de Inglaterra, Australia y Canadá son testigos de ese cambio.

En este escenario, países de América Latina, como Paraguay, Brasil, Argentina y Perú no ignoran las actividades de Hezbollah en la zona denominada Triple Frontera. Lo mismo en Panamá, Curazao y Trinidad y Tobago. Pero la prueba más contundente de cuáles son las intenciones de Hezbollah en América Latina ha sido el apoyo irrestricto que ha ofrecido a través de hombres y equipo militar a la dictadura castro-comunista de Nicolás Maduro, quien con el apoyo de Cuba, Irán, Rusia y China continúa ocupando fraudulenta e ilegalmente el Palacio de Miraflores en Venezuela.

En Líbano, mientras tanto, el pretexto de la «situación política» y la naturaleza de la participación de Hezbollah en el gobierno libanés hoy se ha derrumbado y el partido se enfrenta abiertamente en la arena política libanesa con los sectores políticos sunitas y cristianos, y fuera del Líbano su confrontación es con el mundo. Ya no es posible para Hezbollah engañar a la comunidad internacional pretendiendo ser un componente político sin el cual el sistema político libanés no puede avanzar.

Hezbollah tiene una presencia innegable en la política del Líbano. Pero es el único grupo chiíta que conserva su ejército propio, que no acató el Acuerdo de Taif de 1991 que puso punto final a la guerra civil libanesa y no ha entregado sus armas a las autoridades después del final de esa guerra.

Sin embargo, esta realidad y el significado de Hezbollah no se deriva del apoyo popular interno, sino del régimen khomeinista de Irán, que proveyó armas y dinero permitiendo que el partido tuviera una gran fuerza militar que utiliza para intimidar a sus oponentes políticos en Líbano o para proporcionar apoyo sustancial al régimen de Assad en Siria, como sucedió.

En ambos casos, esta no es la tarea de un grupo político en ningún país del mundo. En consecuencia hoy, el Líbano enfrenta un destino inevitable ante una verdadera confrontación internacional con Hezbollah, y mientras Nasrallah y su gente continúen con su presencia armada es difícil esperar que el país se convierta nuevamente en un estado natural.

Pero las actividades de Hezbollah fuera del Líbano en materia de narcotráfico, lavado de activos y un sinfín de delitos que comete en Latinoamérica, que van desde el contrabando, el fraude con tarjetas de crédito, el robo de automóviles y hasta los secuestros extorsivos ahora debe sumarse las operaciones terroristas coronadas por la oferta al dictador venezolano de aportar combatientes para sostenerlo en el poder ante el reclamo de un cambio democrático del pueblo de Venezuela que muestra al grupo político con inapelable vocación de violencia e injerencia afectando el derecho y la libertad de los pueblos en otras latitudes.

En consecuencia, la dualidad de las posturas de Hezbollah de un partido con poder militar y acciones ilegales y al mismo tiempo de un socio dentro del gobierno libanés ya no pueden coexistir. Y esto resultó en un creciente efecto de bola de nieve proveniente de sus acciones de guerra fuera del país cuando participó abiertamente de la guerra civil siria, y su pretendido desembarco militar en Venezuela en estos días para defender la dictadura chavista lo muestra en lo que realmente es: un grupo terrorista que cuenta en su historial con dos ataques con bomba en Buenos Aires, como lo señala la propia justicia de la República Argentina, dejando un horroroso saldo de muertos, heridos y mutilados.

La semana pasada, todos los grupos políticos opositores a la milicia iraní en Beirut aumentó su presión sobre Hezbollah, impulsados por la vista reciente del secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo acusando al partido de robar recursos libaneses, que pertenecen al pueblo del Líbano. Tanto la comunidad sunita como la cristiana instaron a todos los libaneses a hacer frente a Hezbollah, a quien ambos bloques políticos acusaron de «criminalidad, terror y amenazas, como de trabajar para imponer los designios de Teherán en el país».

Hay información concreta y datos irrefutables de que la deuda nacional del Líbano es el 141 % de su PBI, lo cual lo convierte en uno de los más altos del mundo. En enero, Moody’s rebajó la calificación del Líbano, citando «los temores de un aumento significativo de la deuda», y probablemente la economía libanesa marche hacia el colapso en el mediano plazo por lo que la preservación de la estabilidad del Líbano, si nadie se opone a Hezbollah desde dentro, esta comprometida, aunque los libaneses no descartan la confrontación externa como la única opción disponible para preservar la estabilidad de las comunidades del Líbano.

Sin embargo, el verdadero peligro puede verse en la renuencia a confrontar a Hezbollah mas allá del propio territorio libanés, pues con el escenario de gran crisis económica y política dentro de Irán, los fondos que Hezbollah recibía desde Teherán, ahora la organización ha salido a buscarlos fuera, específicamente en América Latina, donde busca financiarse a través del delito y otras actividades como la explotación ilegal a cielo abierto de oro en la región conocida como el «arco minero» entre Venezuela y Colombia.

La buena noticia es que en Latinoamérica, sus agentes, operadores y adherentes están mayormente identificados y los gobiernos regionales están trabajando correctamente. Sin embargo, las autoridades ahora deberán lidiar en Venezuela con la presencia de operativos armados y con experiencia militar ganada en la guerra siria.

En Líbano, las cosas no van mejor. El partido, como afirman los propios libaneses, ya no es un estado dentro del estado libanés. La situación es aún peor a medida que el Líbano se dirige a convertirse en un pequeño estado dentro del estado de Hezbollah.

Mientras tanto, la evidencia indica que esta falsa ecuación, que duró décadas, ya no puede continuar indefinidamente por lo que la comunidad internacional evalúa otras opciones directas para enfrentarse a Hezbollah, algo que se ha convertido en una necesidad que no puede ignorarse ni en Líbano ni en América Latina.

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