La alegría del venezolano

Por Adriana Pedroza

La gente suele decir, incluso con cierta dosis de orgullo, que el venezolano es alegre; que a pesar de las tragedias, de las crisis y de las dificultades que enfrenta, el venezolano siempre tiene una sonrisa en el rostro, un chiste a la mano, ánimos para festejar y muchas ocurrencias para reír.

Como siempre, Yo discuto esa supuesta alegría y le apuesto a la negligencia. Sí, el venezolano no es alegre, el venezolano es negligente, evasivo, cobarde e infantil y utiliza la careta de festivo para ocultar su miedo a la realidad, emplea el alcohol, las fiestas y el sexo para esconder su incapacidad de hacerle frente al futuro. Para muestra un personalmente doloroso botón.

Recientemente la Asamblea Nacional sancionó el nuevo Código Penal, un libro de terror que contiene imágenes como «Cualquiera que vilipendiare públicamente a la Asamblea Nacional, al Tribunal Supremo de Justicia o al Gabinete o Consejo de Ministros, así como a alguno de los Consejos Legislativos de los Estados o algunos de los Tribunales Superiores, será castigado con prisión de quince días a diez meses.» O también «Quien ofendiere de palabra o por escrito, o de cualquier otra manera irrespetare al Presidente de la República o a quien esté haciendo sus veces, será castigado con prisión de seis a treinta meses si la ofensa fuere grave, y con la mitad de ésta si fuere leve». Es decir, la asamblea nacional (las minúsculas son intencionales y reflejan mi grado de desprecio) decide ahora que la ofensa a los funcionarios públicos es penada con cárcel, y el tribunal supremo de justicia es quien decide la gravedad de la pena; eso entre tantas otras escenas de horror contenidas en el nuevo Código Penal. Ambos poderes están en manos del gran titiritero, quien tirará de la cuerda que desee para transmitirle su deseo de penalización a quien él quiera y cuando él quiera. ¿El alegre venezolano hizo algo para evitar la tiranía legal que se está implantando?

Nadie hizo nada. Lo discutieron, lo aprobaron y el venezolano estaba preparándose para disfrutar de la Semana Santa y dejar el estrés en una playa. Ni siquiera pueden darse cuenta de la gravedad de la reforma al Código Penal, porque no piensan, no enfrentan, simplemente evaden la realidad con una supuesta alegría sazonada con alcohol y música (por demás pésima).

La Ley de Educación será reformada y los estudiantes universitarios no hacen nada, muchos ni están enterados de que su futuro profesional está en peligro. Apenas algunos padres tratan de organizarse para hacer frente a esta nueva agresión gubernamental. Pero ¿dónde están los universitarios que antaño defendían la autonomía de las universidades? ¿dónde están los jóvenes que serán directamente afectados por esta reforma? Probablemente tengan una resaca por la última rumba o estén muy ocupados en «estar al día» con las últimas tendencias de la moda, o quizá su problema más grave sean los puntos negros en la nariz o la flacidez de sus muslos. No discuten, no tienen propuestas, no conversan con sus padres acerca de lo que será su futuro como profesionales y ciudadanos de un país que se deshace en sus narices.

Muchas otras leyes están en discusión en la Asamblea Nacional. Mientras los venezolanos demuestran su alegría al mundo, un grupo político teje las redes para atrapar a todo aquel que se salga del área de conveniencia. Mientras el venezolano se preocupa por la próxima fiesta, el próximo fin de semana, el próximo viaje, un grupo de personas se ocupa de levantar las paredes de la prisión en que serán todos encerrados, y lo están haciendo de manera legal, eso es lo más patético de la situación actual. El venezolano cree que lo peor ya pasó, cree que estará a salvo si no se mete en asuntos políticos, cree que el agua no le llegará a su puerta. Es impresionante cómo un país entero no puede ver el muro de piedras que se está levantando a su alrededor y sigue festejando como si todo estuviera «excesivamente normal».

Gracias a los niveles de los precios del petróleo, Venezuela está viviendo una relativa apariencia de recuperación económica y la gente está comprando esta fantasía de crecimiento económico y supuesto bienestar, pagando a crédito con el futuro del país.

Lo verdaderamente aterrorizante es que -de seguir la estrategia mantenida hasta ahora- el gobierno no va a aplicar bruscamente todas las leyes que está introduciendo, sino que atacará a sus enemigos directos y el venezolano común pensará que si no se mete con el gobierno no debe preocuparse por su integridad física y puede disfrutar del bienestar material que le «asegura» el régimen. Así, la asamblea nacional seguirá aprobando leyes que sólo les convengan a ellos y la gente se quedará tranquila, creyendo que no es tan malo como los opositores habían anunciado. Pero, luego de las próximas elecciones presidenciales, cuando vuelva a ganar el mismo personaje, existirá el cuerpo legal perfecto para la represión de toda manifestación opositora en todas las áreas de interés público y privado.

Cuando bajen los precios del petróleo y los venezolanos se den cuenta que estaban nadando en un espejismo de abundancia, no existirá nada parecido a la libertad de expresión, porque toda expresión será legítimamente combatida con el aparato legal de represión que están construyendo hoy, en la cara de todos los venezolanos, mientras éstos se divierten y juegan a ser los más alegres del mundo.

Están destruyendo el futuro de Venezuela en su cara, están envenenando la libertad, están acabando con cualquier posibilidad de salida democrática a la crisis que seguimos viviendo aunque la gente no quiera creer que las cosas no están bien. No hay seguridad pública, en Venezuela el Estado de Derecho está muriendo en las narices de los dolientes, lo están matando y nadie quiere darse cuenta de ello.

De manera que cuando en un futuro no muy lejano usted despierte y se de cuenta que no tiene derechos, cuando abra los ojos y quiera manifestar su desacuerdo con algo y termine preso, cuando quiera moverse libremente y sienta las cadenas en su cuerpo, por favor, no vaya a decir que todo eso pasó porque no hay líderes, porque mientras los líderes quizá lo estaban haciendo mal, usted de seguro estaba muy ocupado trabajando duro y sin tiempo para ocuparse de política, y el poco tiempo libre que tenía lo usó para ir de rumba y ahogar el estrés en un escocés mayor de edad. Y mientras tanto, algunos que trataron de advertir lo que se avecinaba estarán muy lejos de aquí o en alguna cárcel política.

El futuro comienza en el mismo momento en que se nombra con el pensamiento. Basta con pensar en él y aparece. En futuro se construye a cada minuto, no deje que muera de inanición mientras usted se ocupa de «cosas importantes», porque mañana puede que no haya un hombro donde llorar. Olvídese de ser alegre, porque no en este país no existen motivos de alegría, comience a ocuparse en los asuntos políticos, hágale frente a la realidad y piense y discuta qué puede hacer para contribuir al cambio que necesita el país. Comience a hacerlo ya, porque el futuro está aquí y ahora esperando por usted.

Tomado de La alegría del venezolano