banquero y periodista carente de alcurnia (y el dolar @77)

El diario El Mundo reportó que cuando el famoso banquero Víctor Vargas (61 años) visitó la Cadena Capriles en abril pasado, quedó impresionado. Su redacción en Caracas, una de las más modernas de América Latina, integra tres periódicos, varias revistas y sus ediciones digitales. Lo nunca visto para unos ojos neófitos en el mercado de los medios, acostumbrados a los grandes placeres de la beautiful.

Periodismo puro que nunca había interesado al suegro de Luis Alfonso de Borbón, al que sólo le gustaba hasta la fecha aparecer en el cuché o en las publicaciones especializadas en polo, su gran pasión al margen del dinero. Sin embargo, las cosas han cambiado. Por algo Vargas, quien no es un hombre de alcurnia, se mutó el nombre antes de ingresar en la élite de la sangre azul, de la mano del duque de Anjou, también bisnieto del dictador Franco. De un plumazo, en un episodio que muestra su profundo complejo de provenir de una familia de clase media profesional, pasó de ser Víctor Vargas a Víctor José de Vargas e Irausquin.

Razones tenía para ese arranque snob y de ridiculez. Luis Alfonso de Borbón (39 años), pretendiente legitimista al trono de Francia, necesitaba un padre a la altura de su título y no sólo un suegro rico. Algo que incrementó la ambición de don Víctor, en la actualidad banquero de Maduro a tenor de sus últimos movimientos. Una ambición que se extrapola también al terreno sentimental.
Separado pero no divorciado de Leonor Santaella, madre de Margarita y María Victoria, sus únicas hijas, Víctor Vargas tuvo un niño el pasado verano con la diseñadora de joyas e ingeniera María Beatriz Hernández. Una treintañera, menor que sus hijas, con la que convive desde que su matrimonio hiciera aguas.

A pesar del nacimiento de su delfín, aspirante también a heredar una fortuna de 1.200 millones a repartir ahora entre tres, el magnate, cuyos contactos se los debe a la familia de su ex, tiene una relación estrecha con Luis Alfonso. Es más, trabajan juntos, ya que el duque de Anjou es director suplente del banco de su suegro.

Cuando se casó con Margarita de Vargas en 2004, el joven ya llevaba 15 años huérfano de padre; de hecho, este jueves es el 25 aniversario de la muerte del duque de Cádiz en un accidente de esquí en Colorado (EEUU). Por eso, Luis Alfonso se abrazó a los Vargas con fuerza al casarse con Margarita. La pérdida de su padre se sumaba a la de su hermano Fran, muerto en otro accidente de tráfico hace 30 años.

Víctor Vargas, por su parte, que también conocía de cerca la desgracia debido a la muerte de su único hijo varón por una infección a los 18 años, se unió mucho a su yerno, hasta entonces un joven solitario, criado por su abuela, Emmanuela Dampierre, ante una madre ausente, Carmen Martínez-Bordiú, que ya había rehecho su vida con distintos hombres.
Víctor de Vargas, en un ascenso sin freno a la cúspide chavista, ha rejuvenecido y eso se palpa en sus nuevas transacciones. Además, tiene en su yerno a su máximo ayudante y confidente. Tras su reciente paternidad, Vargas ha adquirido por 140 millones de dólares la Cadena Capriles a través de una empresa de gestión de capitales familiares en conflicto. La operación se llevó a cabo en la isla de Curaçao a través de testaferros. Una ley chavista impide a los bancos participar en los medios, pero fue la alta jerarquía del chavismo la que le pidió que se hiciera con los diarios más importantes: Últimas Noticias y El Mundo.

Tras varios meses de burocracia, los nuevos dueños aterrizaron en la Cadena Capriles, que no tiene nada que ver con el líder opositor. Sus periodistas supieron que todo cambiaría cuando vieron cómo la diputada chavista Desirée Santos se incorporaba al mando. Todo ello sin Vargas, que se hizo representar por sus abogados. No estaba, pero movía los hilos al ritmo que se marcaba desde el Palacio de Miraflores: Vargas, dueño del Banco Occidental de Descuento (BOD) «le pidió al director de Cadena Capriles, Omar Lugo, que se portara bien con el gobierno», señala a LOC una fuente solvente.
Días más tarde, Maduro apareció enfurecido en televisión cargando contra El Mundo por una portada que no le gustó, ordenando su boicoteo y enfatizando la «perfidia» de sus nuevos dueños. «Vargas se asustó porque Maduro no le atendía el teléfono y mandó a botar a Lugo», desvela la misma fuente. El chavismo ha acelerado la búsqueda de la hegemonía comunicacional, asfixiando a los pocos medios independientes y comprando la única televisión crítica, además de la Cadena Capriles. Quiere silenciar al opositor Henrique Capriles.

Vargas, dueño del BOD, demostró con su reacción que es un camaleón de los negocios capaz de mutarse en rojo cuando opera en Venezuela, en azul en la Europa de las fiestas Reales y en blanco, el color de su equipo de polo Las Lechuzas de Caracas, en EEUU. «La gente dice que tengo un Ferrari, un avión y un yate. Pero no es verdad. Tengo tres aviones, dos yates, seis casas… ¡He sido rico toda mi vida!», aseguró en una entrevista el Wall Street Journal. No mentía.

Por eso ostenta sus riquezas, entre las que incluye una famosa mansión en Palm Beach de 70 millones, el avión ejecutivo más caro del mundo, el Gulftstream G550, otra finca en Venezuela a la que accede en helicóptero, un penthouse en Caracas, otro apartamento de lujo en Nueva York, su magnífica cuadra para practicar polo en Sotogrande… Pero frente a estos delirios de grandeza se interpone la memoria colectiva.

Sus compañeros de estudios en la universidad le recuerdan como un joven ambicioso de una familia de la clase acomodada caraqueña (su padre médico, su madre jueza de la Corte Suprema). Fue su primera mujer, Carmen Leonor Santaella, alias Nonón, quien le abrió las puertas. «Tenía un Alfa Romeo que le había regalado ella. Su comportamiento ya le delataba en aquellos tiempos».

El resto de su historia es muy conocida: se casó con Leonor, desembarcó como un marine en los negocios, creció económicamente hasta que se divorció de la mujer que le hizo rico, bendijo el matrimonio de su hija con la Realeza española con una megafiesta que todavía se recuerda en Santo Domingo y se unió con una joven, menor que sus hijas, a la que dobla la edad.
Hace poco se ha conocido en Caracas que el divorcio concedido este año a Vargas ha sido anulado por el Supremo. De esta forma se abriría un nuevo laberinto jurídico del que se puede beneficiar Santaella. Escándalos que no desentonan en Europa. Desde la boda Borbón y Vargas, con las bachatas de Juan Luis Guerra como música de fondo, el suegro exhibió su poder: funcionarios chavistas junto al líder de la oposición entonces, Manuel Rosales, hoy exiliado en Perú.

En paralelo, mucho dinero, que se ha afianzado tras permitir el gobierno la fusión de sus dos bancos: BOD y Corp Banca. Algo que llevaba intentando desde hacía cinco años, pero que el propio Chávez había paralizado. Hoy, tras intervenir en la compra de la Cadena, la unión bancaria se ha acelerado de forma vertiginosa.

La Venezuela millonaria sabe que Chávez y Vargas también tuvieron desencuentros, pese al firme apoyo que el banquero proporcionó al líder durante la huelga petrolera de 2002, un jaque que le acercó al abismo. Vargas comenzó a moverse como pez en el agua entre los chavistas. Y es que a los bancos privados venezolanos que mantienen buenas relaciones con el Gobierno les va muy bien.
Vargas acrecentó su fortuna como intermediario en la compra y reventa de bonos de la deuda argentina e intentó adquirir el Banco de Venezuela, perteneciente al grupo español Santander, pero el comandante quiso que lo controlara el Estado.

A la muerte de Chávez, la búsqueda de la hegemonía comunicacional de Maduro ha devuelto a Vargas a la primera línea. El magnate, que hace cuatro años aseguraba no tener inquietudes políticas («no soy político, soy banquero», decía), ha tenido que bailar con la más fea para no frenar su ascenso. Mientras otros empresarios huyen de Venezuela, él se queda. Porque a este lado del Atlántico ya está su hijo Luis Alfonso.

Tomado de banquero y periodista carente de alcurnia (y el dolar @77)