Mucho se habla en estos días del fracaso del capitalismo. Es una «realidad» de la cual uno no puede escaparse. Con sólo comprar un periódico, prender la tele, navegar por la red, o entablar una conversión informal con quien sea, pronto aparece el tema, de cuán difícil se encuentran el mundo laboral, y financiero. La debacle financiera global afecta tanto a quienes siguen la política como a quienes no, y mucho más a quienes carecen de recursos, a los pobres del mundo. Por tanto, opinadores de oficio concluyen que algo pasa con el sistema. Algo está mal, algo hiede, en toda esa historia que propugna que el capitalismo es el mejor sistema económico conocido por el hombre, por cuanto supuestamente ofrece igualdad de oportunidades a todo el que quiera tomarlas.
Es un reclamo valido hasta cierto punto, en mi opinión. Es cierto, el mundo está jodido. Nuestra generación, y las anteriores desde la segunda guerra mundial, han gozado de unos niveles de crecimiento económico y bienestar social difícilmente replicables. Las supuestas fallas del capitalismo han producido muchas víctimas, a nivel mundial. Ahora bien, es igualmente cierto que el capitalismo a sacado de la pobreza y de la miseria a millones de personas a nivel mundial en los últimos 50 o 60 años, mientras que el socialismo/comunismo es responsable de la miseria de otros muchos millones de personas.
En Chile, una tal comandante Camila -gozando de las ventajas que sólo el capitalismo y la democracia ofrecen- está recibiendo cantidad de cobertura debido a su «indignado» discurso, uno que trae al tapete las «injusticias» que jóvenes con escaso intelecto deben afrontar, en la vida real, al matricularse en universidades, cargados de deudas y no encontrar trabajo. En opinion de la camarada Camila, militante del partido comunista dicho sea de paso, es «injusto» que un porcentaje importante de jóvenes profesionales chilenos tengan que emplearse en roles no relacionados con las carreras que escogieron estudiar. Los admiradores de Camila, muy linda la muchachita por cierto, se encuentran, en su mayoría, en el flanco más radical de la izquierda.
En España, un movimiento juvenil, llamado 15M, propugnó con anterioridad fines similares a los de los rotos, estudiantes y comunistas chilenos: «la vida es injusta… la clase política no nos escucha… anteponemos el ser humano al mercado…» Leer el manifiesto del 15M es una realización, toda una oda a la estupidez de la adolescencia, cuyo estado parece haberse tornado permanente en muchos adultos que, como dicen los ingleses, «ought to know better.»
El Medio Oriente, otrora bastion de dictaduras brutales, represivas y retrogradas que infringen los más básicos derechos humanos, civiles, y políticos, le está dando una lección de moral al mundo. Rebeliones en Tunisia, Egipto, Libia, y Siria han marcado pauta, han avergonzado a muchos miembros del establishment occidental, y han demostrado que cuando el pueblo decide poner fin a la humillación no hay dictador, ni colaboradores acomodaticios occidentales que se le resistan.
Pero tenemos un problema, en el Medio Oriente, ¿con qué van a suplantar a los dictadores militares, monárquicos o islamo-fundamentalistas? Y en occidente, ¿cuál es la alternativa?
Uno escucha, o lee declaraciones de los voceros de los movimientos arriba descritos, en particular los que NO residen en el Medio Oriente, y percibe una cierta debilidad hacia el socialismo. La «igualdad» que propugnan los progres no existe. No ha existido nunca, y ciertamente no forma parte del curriculum socialista. Continua siendo, al día de hoy, una utopia irrealizable, un pajazo mental de Marx y cia. Entonces, ¿cuáles son los modelos? ¿Acaso Cuba, donde un maldito dictador comunista ha sometido a 11 millones de personas a más de 50 años de miseria? ¿Venezuela, donde un degenerado apátrida, admirador del anterior, ha dilapidado la mayor fortuna imaginable en un proyecto populista que propende a la más abyecta negación de las libertades personales? ¿Es que en Cuba, o en Venezuela, los politicos si escuchan al pueblo? ¿Acaso gobiernan de acuerdo a los designios del soberano? ¿Acaso son más susceptibles de ser interpelados, una vez en el poder? ¿España, donde los socialistas se han negado a tomar las medidas necesarias para corregir el mal rumbo economico? ¿Italia, gobernada por un megalómano sátiro? ¿Alemania, divertida viendo como crece su superavit mientras su entorno se derrumba? ¿O los EEUU, donde republicanos y democratas son incapaces de ponerse de acuerdo en cuanto a niveles aceptables de deuda?
Mi pregunta entonces, a los «indignados» del mundo, es simple: ¿qué proponen como alternativa? ¿Cuáles son sus ejemplos, su ideal? No me vengan con pajas socialistas, no me vengan con «igualdad» y discursos politicamente correctos y progresistas. Yo no quiero ser igual a nadie, ni quiero tener los mismos cachivaches que mi vecino. Quiero un sistema de oportunidades, no de dádivas. Mi éxito o fracaso debe ser producto de mi esfuerzo, de mi capacidad, más no de una obligación en mi opinión inexistente entre mi persona y el estado. En suma, ningún sistema que se invente podrá ser mejor que las intenciones de quienes se encarguen de ponerlo en practica. Si los poderes de los gobernantes no pueden mantenerse a raya, estaremos igual de jodidos, en socialismo y en capitalismo.
Y extiendo el mensaje a la clase política venezolana. Al gorila rojo no lo van a sacar del poder con propuestas más populistas que las de él, pues es él quien controla, literalmente, todos los dineros del estado venezolano. Al golpista de Barinas no se le vence con unidades efímeras entre candidatos que se jugarán el puesto en elecciones bajo el control absoluto del régimen.
El mundo está en la búsqueda de un equilibrio entre mercado, estado de derecho y bienestar social. La solución no ha estado nunca en uno u otro sistema, sino en una honesta simbiosis de ambos. Ya basta de «capitalismo salvaje», pero tambien, y con igual vehemencia, ya basta de charlatanes, de populistas, de dictadores tapa amarilla, de apátridas, de comunistas y sus apólogos, de Camilas indignadas.
Los adolescentes no tienen cabida en la conducción del mundo.
Tomado de Capitalismo v Socialismo