El pasado jueves 16 de marzo una decena de gentes de la Policía Nacional de Colombia se acercaron a dos ciudadanos mexicanos en el aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá, los rodearon con discreción, les pidieron que se identificaran y les comunicaron que estaban detenidos.
Ambos tenían órdenes de captura con fines de extradición a Estados Unidos y, según la policía colombiana, son integrantes del Cártel de Sinaloa y “hombres de confianza” de Ovidio Guzmán López, un hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán que fue capturado el 5 de enero pasado en el poblado de Jesús María, municipio de Culiacán, la capital del estado mexicano de Sinaloa.
La agencia estadounidense antidrogas (DEA) lo señala como productor de fentanilo a gran escala y junto con sus medios hermanos Iván Archivaldo y Jesús Alfredo encabeza la facción de “Los Chapitos” en el Cártel de Sinaloa, reseñó PROCESO, según Análisis Urbano.
Los dos mexicanos detenidos en el aeropuerto de Bogotá fueron identificados como Carlos Félix Gutiérrez y Silvano Francisco Mariano. La revista Proceso conoció que ambos tienen su residencia en Culiacán, Sinaloa, aunque son oriundos de otros estados. Según fuentes de la policía colombiana, son especialistas en el procesamiento de fentanilo y “conocen muy bien la logística” de ese negocio ilegal.
De acuerdo con la directora de Investigación Criminal e Interpol (Dijin) de la policía, la general Olga Patricia Salazar, los mexicanos llegaron a Colombia con el propósito de coordinar acciones con narcotraficantes locales “para incursionar en la producción, venta y exportación de fentanilo”.
El presidente colombiano Gustavo Petro tuiteó una foto de los dos detenidos con el mensaje: “Tratando de producir fentanilo, lo peor de lo peor, esta banda del cartel de Sinaloa es capturada en Colombia”.
La policía colombiana presentó las capturas como parte de una operación internacional en la que participaron la DEA, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y el Departamento de Seguridad Interior (HSI) y la cual produjo en Colombia 52 detenciones de presuntos narcotraficantes, la gran por cargos relacionados con tráfico de cocaína.
Pero sin duda las capturas más llamativas fueron las de los dos mexicanos pues se trata de la primera ocasión en que se producen en el país detenciones relacionadas con el fentanilo, el opiáceo sintético que está causando una catástrofe sanitaria en Estados Unidos. Sólo el año pasado, las sobredosis con esa droga provocaron la muerte de al menos 70 mil estadounidenses, una cada ocho minutos en promedio.
Según la acusación de la corte federal del Distrito Sur de New York contra los dos mexicanos, el delito no fue cometido en territorio colombiano, sino que se deriva de un cargamento de 400 gramos de esa droga que fue producido en México e introducido ilegalmente a Estados Unidos.
Fue por eso que los dos mexicanos detenidos en Bogotá se mostraron sorprendidos bastante sorprendidos de que fuera precisamente en Colombia donde las autoridades concretarían su detención. Habían arribado a la capital colombiana en un vuelo procedente de la Ciudad de México y pasaron sin ningún problema el control migratorio, donde dijeron que venían a hacer turismo. Pero al cruzar la puerta de llegadas internacionales del aeropuerto El Dorado, les salieron al paso los policías.
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Agentes de la policía que conocen la investigación dijeron a la revista Proceso que un “equipo interagencial” recibió desde México la alerta de la llegada de los dos enviados de “Los Chapitos” o “Los Menores”, como los llama el Ejército mexicano.
“Ya tenían pactadas reuniones en Bogotá y en Medellín con contactos colombianos para desarrollar el plan de producción de fentanilo”, indicó uno de los agentes. En esas ciudades, buscarían instalar laboratorios para procesar el opioide sintético, “cortarlo” con diferentes mezclas, prensarlo en pastillas y traficarlo a Estados Unidos por las rutas de la cocaína por las que fluye esa droga desde hace décadas.
Las fuentes consultadas señalaron que el fentanilo base tratarían de adquirirlo en Colombia mediante “desvíos” de la droga que se utiliza en forma legal en la red médica y hospitalaria del país como analgésico y para paliar el dolor en tratamientos contra el cáncer. Pero, si esa vía no les daba resultados, importarían clandestinamente esa sustancia, o los precursores para producirla, desde China. Todo este proceso estaría bajo control de “Los Chapitos”, que enviarían a Colombia a sus propios químicos.
“Aquí no se tiene ese conocimiento todavía”, indicó una de las fuentes.
Hasta el momento, la policía colombiana no ha encontrado laboratorios de fentanilo en este país, pero las fuentes coincidieron en que es posible que ya existan y en que va a ser muy difícil que Colombia, cuyas organizaciones delictivas tienen amplia experiencia en el desarrollo de grandes empresas criminales, se libre de esa industria ilegal en ascenso.
En Colombia, el fentanilo ilegal apareció por primera vez hace dos años, cuando un grupo de jóvenes en la caribeña Cartagena adquirió una sustancia a través de internet que contenía esa droga. Cinco de ellos acabaron en un hospital donde se les suministró naloxona, el fármaco más efectivo contra los opioides. Pero se trata de un caso de consumo, no de producción.
El año pasado, la policía colombiana incautó pequeñas dosis de fentanilo –algunas mezcladas con otras drogas— en Pereira y en Cali. El Ministerio de Salud ha detectado que los “desvíos” de ese opioide sintético han ido en ascenso en hospitales. En 2022, se reportó la desaparición de 88 ampolletas del potente narcótico.
Pero el combate a ese opioide sintético ya adquirió otra dimensión. Para Estados Unidos, que ha jugado un papel protagónico en la lucha colombiana antidrogas, el fentanilo es una amenaza equiparable al terrorismo islámico por la enorme cantidad de muertes por sobredosis que genera cada año en ese país.
Y la DEA, que fue incapaz de evitar la masificación de los opioides causada por la corrupción de las farmacéuticas en su propio territorio, y que no logra impedir que el fentanilo llegue a los estadunidenses cuando cruza la frontera con México, considera a los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación “las principales amenazas globales” de Estados Unidos.
Para el profesor de la Universidad Nacional de Colombia Pablo Reyes Beltrán, la “principal amenaza” para los consumidores estadunidenses de narcóticos, en especial los adictos al fentanilo, es la “doble moral” de los “halcones” de Washington, que han pasado décadas culpando a América Latina de su problema de drogas sin atender con políticas de salud pública eficientes y con un enfoque realista la enorme demanda de sus ciudadanos por drogas de todo tipo, desde mariguana hasta cocaína opioides sintéticos.
“El problema –dice— es que no se ha entendido que las mafias del narcotráfico son empresas trasnacionales y globalizadas que operan con la lógica de cualquier corporación empresarial internacional”.
El doctor en estudios políticos y relaciones internacionales, quien desde hace 12 años ha investigado la “dimensión empresarial” del Cártel de Sinaloa, al que considera una “holding multinacional de rentas criminales”, dice que lo que está ocurriendo con el fentanilo es que su alta rentabilidad y el crecimiento de su demanda en Estados Unidos han llevado a ese cártel y al de Jalisco Nueva Generación, las dos principales organizaciones globales del narcotráfico, a incursionar en la producción y el tráfico de esa droga.
Hasta 2015, los opioides sintéticos eran prescritos en Estados Unidos como analgésicos, por médicos que en muchos casos recibían sobornos de las farmacéuticas para masificar su uso. Cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) reforzó los controles a esas sustancias, el fentanilo y otros análogos comenzaron a ser importados de China y llegaban a los consumidores estadunidenses por correo.
A partir de 2019, cuando el gobierno chino puso al fentanilo y dos precursores bajo un régimen controlado, los cárteles mexicanos se convirtieron en grandes productores de esa droga, cuyos componentes contrabandean desde China para procesarlos en laboratorios clandestinos.
El profesor Reyes Beltrán afirma que, en una lógica corporativo-empresarial, los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación (CJNG) han adquirido una gran experiencia en formar cadenas globales de valor y es, “justamente”, lo que ahora están haciendo con el fentanilo, globalizar su producción y tráfico.
“Si tienen problemas para producirlo en México porque la presión de Estados Unidos se traduce en un combate más fuerte contra ellos, van a instalar laboratorios a Colombia, como todo indica que lo están haciendo, porque sus socios colombianos les garantizan experiencia y conocimiento del negocio criminal”, señala Reyes Beltrán, autor de “Derecho Privado y Globalización: las Transformaciones del Estado en el Nuevo Orden Global”.
Tanto el Cártel de Sinaloa como el CJNG enfrentan una dura persecución en su país. El desmantelamiento de los laboratorios clandestinos donde procesan el fentanilo, que compran a granel o en la modalidad de precursores químicos a las mafias chinas, se ha convertido en una prioridad para las autoridades mexicanas.
La epidemia de muertes por sobredosis de fentanilo y de otros opioides sintéticos que enfrenta Estados Unidos ha incrementado en forma sustancial la presión de ese país sobre México. El presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no admite intervenciones operativas de la DEA en su territorio, ha ordenado a la Guardia Nacional, al Ejército y a la Armada priorizar la lucha contra esa poderosa droga de diseño, que es 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina.
Según el gobierno mexicano, en los últimos cuatro años se han incautado en ese país 6,4 toneladas de fentanilo.
Para el profesor Reyes Beltrán, esa presión podría estar llevando a los dos grandes cárteles mexicanos a diversificar sus centros de producción, como lo hacen las grandes empresas multinacionales.
El académico afirma que el fenómeno que se observa con el fentanilo y los cárteles mexicanos se inscribe en el marco de las relaciones capitalistas de producción y de intercambio a escala global. “Los cárteles –señala—son los reguladores del mercado de esa droga y la forma más eficaz que tienen los estados para quitarles ese poder es asumiendo ellos la regulación de esa y otras drogas, para propiciar un consumo controlado y reducir los daños”.
El integrante del grupo de investigación de derecho constitucional y penal de la Universidad Nacional (Unal) de Colombia afirma que mientras las políticas antidrogas fracasan, el fentanilo, y los opioides sintéticos en general, están produciendo una “reconfiguración” del mercado global de narcóticos.
“La delincuencia trasnacional organizada de alto impacto –explica– ha incorporado a su cartera de negocios el fentanilo, otros opioides sintéticos y las metanfetaminas, y ahora estas drogas se están consumiendo más que la cocaína. En eso consiste la reconfiguración. Vamos a tener una coexistencia de los opioides y la cocaína en los discursos antidrogas”.
Según la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud de 2021 de Estados Unidos, el consumo de opioides –principalmente el fentanilo– duplicó al de cocaína ese año en ese país. Ya nivel mundial, los opioides se consumen tres veces más que la cocaína, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
El presidente colombiano, Gustavo Petro, reveló hace unos días que la demanda de hoja de coca ha caído en varias regiones del país, lo que tiene a miles de campesinos productores en condiciones de “penuria” y “de hambre”. La falta de compradores, dijo, indica “una realidad cambiante” en el mercado mundial drogas, en el que “parece debilitarse” el consumo de cocaína.
El director de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito del gobierno colombiano, Felipe Tascón, dijo a Proceso que “uno de los factores” que explican la caída de la demanda de hoja de coca es el auge del fentanilo y otros opioides sintéticos en Estados Unidos y otros centros de consumo.
Según estimaciones de la DEA y de la UNODC, el fentanilo es un negocio de alta rentabilidad para los cárteles mexicanos. Pueden adquirir un kilogramo de esa sustancia por 5 mil dólares en China y, al cortarlo –con productos como almidón, talco, lactosa y harina de trigo— sacan al menos 15 kilos de la droga. Cada kilo alcanza un valor de entre 30 mil y 60 mil dólares en el mercado al mayoreo de Estados Unidos, dependiendo de la región donde se venda.
Es decir, transforman cinco mil dólares en 450 mil dólares o en 900 mil dólares, según donde se comercialice la droga.
Y es que el fentanilo es tan potente, que cada pastilla o ampolleta que producen los cárteles en sus laboratorios contiene apenas entre uno y dos miligramos (más de dos miligramos se considera una dosis letal). Esto quiere decir que por cada kilo pueden producir entre un millón y 500 mil tabletas.
Esto hace del fentanilo ilegal un producto más rentable que la cocaína.
Un kilogramo de cocaína, por ejemplo, tiene un costo de alrededor de mil 500 dólares en los sitios de producción en Colombia y de unos 28 mil dólares en Estados Unidos. Con cortes, puede llegar a valer unos 120 mil dólares.
Esto significa que mientras un kilo de cocaína puede llegar a multiplicar por 80 su valor entre Colombia y Estados Unidos, un kilo de fentanilo puede multiplicarlo hasta 180 veces.
Ese diferencial entre costo y beneficio es lo que, según varios conocedores del fenómeno criminal, está generando cambios sustantivos en el narcotráfico internacional y en las estrategias de los gobiernos para enfrentar el fenómeno.
El exdirector de Inteligencia de la Policía Nacional de Colombia, general Jairo Delgado, afirma que la crisis del fentanilo está provocando una “clara reorientación” de la estrategia antidrogas de Estados Unidos porque este país percibe a esa droga “como una amenaza de seguridad”.
En la Evaluación Anual de Amenazas 2023 que elaboró la comunidad de inteligencia de Estados Unidos el fentanilo aparece a la par de otros desafíos de seguridad que enfrenta ese país, como Rusia, China, Irán y Corea del Norte.
“La amenaza de las drogas ilícitas se encuentra en niveles históricos, con más de 100 mil muertos por sobredosis al año (el 70% de ellas por fentanilo) por primera vez”, señala el reporte.
Indica que las organizaciones criminales mexicanas obtienen de China la mayoría de los precursores químicos necesarios para producir fentanilo, lo que hacen “a través de intermediarios principalmente chinos”.
El general Delgado, un especialista en geopolítica y relaciones internacionales contemporáneas de la Universidad del Rosario, explica que la epidemia de sobredosis de ese opiáceo sintético ya pasó a ser “un asunto de defensa nacional” para Estados Unidos y esto “implica, necesariamente, que el recurso militar es una opción” para ese país.
Esto, dice, “va a generar unos redespliegues de las capacidades de Estados Unidos para contener el incremento del tráfico de drogas y, en especial, del tráfico de drogas sintéticas”. La lucha contra el fentanilo, asegura, “la van a llevar al nivel de la lucha contra la cocaína”.
El director de la corporación Acción Técnica Social (ATS), Julián Quintero, considera que así como la producción de drogas en Colombia creó un mercado interno de narcóticos, el días que el fentanilo llegue de manera masiva al país “habrá muchos muertos” por la letalidad y el precio relativamente bajo de esa sustancia.
El sociólogo y experto en política de drogas señala que los países involucrados en el fenómeno del fentanilo están abordando el problema “de la peor manera posible”, lo que hace muy difícil anticipar un quiebre del persistente aumento de la producción, el consumo y las muertes por sobredosis.
“Aquí todos le echan la culpa al fentanilo, a la sustancia, y no a la corrupción de las farmacéuticas de Estados Unidos que propiciaron esta crisis, o a la incapacidad de China para impedir que los precursores químicos acaben en manos de los cárteles mexicanos, o a la incapacidad de México para impedir que estos lo fabriquen, o a la incapacidad de Estados Unidos para impedir que llegue a los consumidores”, asegura.
El director de ATS sostiene que la crisis de los opioides sintéticos “se debe al prohibicionismo” que prevalece en la estrategia global contra los narcóticos.
Un camino interesante, señala, es es lo que está haciendo desde enero pasado la provincia canadiense de Columbia Británica, donde las muertes por sobredosis llevaron a despenalizar la posesión de pequeñas cantidades de fentanilo, cocaína, heroína y otras drogas duras para que puedan ser producidas y consumidas en un contexto regulado y los usuarios puedan acceder a los programas de tratamiento de adicciones.
Se trata de un proyecto piloto que tiene similitudes con la política de despenalización de drogas que aplica desde hace dos años el estado estadounidense de Oregón.
“Tenemos que abrir una conversación diferente a la prohibición en el tema del fentanilo y de otras drogas que, como se ha visto, no se pueden combatir con prohibicionismo. Lo mejor es entonces ir hacia políticas de reducción de daños”, señala.
El experto en drogas de la ONG colombiana Dejusticia, Luis Felipe Cruz, coincide en que la crisis sanitaria que ha provocado el fentanilo “es la evidencia de que la política global de drogas no está funcionando y que hay que transitar hacia enfoques de salud pública y de derechos humanos” para obtener resultados diferentes.
El gran riesgo que plantea una crisis de salud de esta naturaleza es que se acabe por imponer la visión conservadora, que privilegia la represión y las medidas punitivas, y que el debate que impulsan países latinoamericanos como Colombia, México y Bolivia para cambiar la estrategia internacional contra los narcóticos pierda fuerza.
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