«La fragilidad del régimen está totalmente expuesta y si bien los factores geopolíticos intervinientes necesitan experimentar un cambio, los factores internos no están alineados con Nicolás Maduro. Es de suponer que intentarán sustituirlo».
Juan Francisco García Escalona | EL NACIONAL
El angustioso momento que padece el país es propicio para decodificar la extendida confrontación que existe en la intimidad del régimen. Es evidente la fractura desde diferentes ángulos. La puesta en escena obliga a ponderar al chavismo en una dimensión y al madurismo en otra. Pero siendo el primero el génesis del segundo, para algunos resulta inverosímil tal división. No obstante, la misma es real y se encuentra determinada por la naturaleza de quien detenta el poder y la conducta asumida para excluir al otro bloque, utilizando la fuerza y la violencia para cumplir con ese objetivo.
Ahora bien, Nicolás Maduro y todo el régimen en ambas divisiones históricas están impregnados de hechos de corrupción. El fiscal Tarek William Saab ha sentenciado que saben mucho sobre corrupción y la actual trama en Pdvsa es la número 33, y seguramente es un número conservador a los efectos de la devastación financiera que han efectuado en toda la estructura de la nación. La verdad es que todos han sido desbordados por la corrupción, desde Rafael Ramírez, el superpoderoso de Hugo Chávez, hasta todos los que han sido designados en la actualidad, aterrizando en Nicolás Maduro como el auténtico rostro de la corrupción, de la violencia, de la violación de los derechos humanos en Venezuela.
Visto así, la caída de estos poderosos en desgracia, posee un significado aún mayor y carga con una interrogante: ¿es posible salir del madurismo a través del chavismo? Es muy probable que si el desarrollo de la política internacional, partiendo de la guerra de Rusia contra Ucrania y la influencia de China en América Latina -especialmente en Venezuela-, obliga a buscar un viraje de perspectivas con respecto a Estados Unidos, el sector opositor lamentablemente no tenga la capacidad de producir ese cambio, con cohesión de la población. Por el contrario, se ha debilitado hasta el punto de diluirse en pugnas entre sí, que se han agudizado por la judicialización de algunos partidos, fragmentándose hasta lograr que el bloque opositor sea tan rechazado como el propio gobierno.
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Algunos analistas consideran que el destino de Tareck el Aissami será la administración de las conexiones del régimen con Teherán, China y Rusia, producto del entramado de comercio ilegal que han instaurado; pero dejan de lado la pérdida de confianza dentro de la estructura de gobierno y la disputa interna por el poder, que en esencia es lo más importante a la hora de preservar las lealtades en la corporación criminal que se ha constituido en el gobierno. Entretanto, no podemos obviar el gran viraje de la Cuba revolucionaria, en cuanto a su acercamiento a Estados Unidos, que tuvo su máximo punto de florescencia con Barack Obama y Fidel Castro, pero que se truncó nuevamente en la administración de Donald Trump y ahora ha sido retomado por Joe Biden, lo que sería un puntal desproporcionado de efectos geopolíticos. Un cambio de relaciones entre estas naciones provocaría un efecto mariposa en Venezuela, al ser un satélite de la isla.
De tal manera que la composición interna del régimen es afectada por el golpe de timón que pudieran estar encausando Estados Unidos y Cuba, obligados a cortar las relaciones del gobierno de Nicolás Maduro con el Medio Oriente.
La fragilidad del régimen está totalmente expuesta y si bien los factores geopolíticos intervinientes necesitan experimentar un cambio, los factores internos no están alineados con Nicolás Maduro. Es de suponer que intentarán sustituirlo, en un esquema transitorio que les permita sostener el poder, sumando la posibilidad de coexistir con sectores de la oposición, que solo ha manejado como opción las primarias, sin saber si les darán resultado. Todas estas variables empiezan a hacerse visibles, con mayor grado de acentuación y producen los cambios de agenda de Nicolás Maduro, que ahora siente la inestabilidad política en su círculo más cercano. En ese entorno tiene como acumuladores de poder a Jorge y Delcy Rodríguez, con el control de toda la estructura política y económica, siendo insustituibles porque sería el colapso de lo poco que queda; de igual forma cuenta con Vladimir Padrino López, quien hábilmente representa el sector militar y está en la línea de los hermanos; y, por supuesto, Diosdado Cabello, quien utiliza su representatividad, su simbología con el chavismo histórico y su nivel de influencia en un porcentaje respetable de la FANB y del PSUV, para ser parte importante dentro de la posibilidad de cambios en el ejercicio del poder.
La conspiración interna seguirá avanzando, mientras todos desconfían de todos, porque cada uno edifica por su cuenta y sin contar con el otro como pieza angular de sus propósitos. Los intereses de sobrevivencia están en el horizonte y ya en algún momento del empedrado camino deberán decidir con inmediatez, pues el tiempo se acaba y lo saben. Detentar el poder tiene sus costos y estamos quizás en el momento de presentar todas las facturas a nombre de Nicolás Maduro, en busca de su salida y así controlar el gobierno, las finanzas, el partido y, finalmente, la herencia social de Hugo Chávez.
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Este artículo fue publicado originalmente por EL NACIONAL, con el título ‘Más allá de la corrupción: la enigmática conspiración del chavismo que pone en jaque al madurismo‘.
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