Vivimos en un mundo convulso. En tiempos en los que la tecnología permite enterarse en tiempo real lo que sucede al otro lado del mundo, la humanidad parece estar más desconectada que nunca, por cuanto el exceso de información, fácilmente accesible de forma gratuita, no es sinónimo ni de mejores políticas de estado, ni de ciudadanías mas responsables a la hora de ejercer la democracia. Tal es el caso de Venezuela, y de su presidente Hugo Chavez.
Chavez se dio a conocer a través de un golpe de estado, en 1992. Aun así, se da el lujo de ir por el mundo llamando «golpista» a quien le viene en gana. Chavez gano las elecciones presidenciales de Venezuela en 1998 por primera vez, con menos votos de los que había obtenido Carlos Andrés Perez en 1988. Aun así se atreve a afirmar que tiene un mandato otorgado por «el pueblo» para hacer con Venezuela, y su pueblo, lo que le viene en gana. Chavez utiliza con facilidad pasmosa el adjetivo «apátrida» en su discurso, acusando a quienes difieren de él políticamente de estar vendidos a los intereses de los EEUU. No obstante, es difícil encontrar en nuestra historia contemporánea, exceptuando la dictadura de Juan Vicente Gomez, un ejemplo de gobernante con mayor desprecio por la soberanía de Venezuela. Es más, nunca un presidente venezolano había cedido control de asuntos internos del país a extranjeros, como Chavez ha hecho con los malditos comunistas enviados por el dictador Fidel Castro. Chavez dice ser conciliador, pacifista, humanista, demócrata… Sin embargo ha metido a Venezuela en problemas con, prácticamente, todo el mundo. Pero ese es Chavez, epitome del vivo bobo criollo, del ignorante latino que cree que se las sabe todas, que puede tapar el sol con un dedo, y engañar a todo el mundo, en todas partes, todo el tiempo.
Habiendo aniquilado la posibilidad de verse derrotado en el juego democrático, a través de maquinas de votación de su propiedad que nadie escruta y autoridades electorales que obedecen ciegamente sus ordenes, Chavez ha erigido una fortaleza politico-militar, defendida con fervor religioso por aquellos que se benefician del nuevo orden. Entre los defensores puede observarse grupos narco terroristas, ejércitos guerrilleros, criminales, dictadores, politicos corruptos de vieja y nueva data, y fanáticos islamo-fundamentalistas. Así las cosas, los grupúsculos políticos y desacreditados líderes, que aun quedan en Venezuela, hacen vida ante la ominosa realidad de tener que enfrentarse, en la arena democrática, a un oponente que lo controla todo. Literalmente. No hay institución publica del estado venezolano que cuente, hoy día, con un mínimo de independencia. Ni una.
Ante las gravísimas revelaciones hechas ayer por Colombia en la OEA, que demuestran la presencia de miles de narco terroristas y líderes de las FARC y el ELN en territorio venezolano, y la invitación a la conformación de una comisión internacional para investigar las mismas, la reacción de Chavez no se hizo esperar: sin rubor alguno, rompió relaciones con Colombia. Nada de investigaciones, ni de visitas incómodas. En países democráticos, un presidente, por mucho apoyo electoral y poder que tenga, no puede romper relaciones con otro país sin la autorización del congreso, o de la asamblea (agradezco aclaratorias si no es éste el caso). Ahora bien, Chavez ha suspendido, o roto, relaciones con Colombia cinco veces desde que asumió el poder en 1998. En todas ellas la causa ha sido las FARC, a quien Chavez defiende y protege:
- Por la captura del líder de las FARC Rodrigo Granda en Caracas;
- Por la decisión del presidente Uribe de prohibir a Chavez que siguiese participando como intermediario en las negociaciones para la liberación de rehenes en manos de las FARC;
- Por el asesinato en territorio ecuatoriano del líder de las FARC Raul Reyes;
- Por el hallazgo de cohetes anti tanque suecos AT 4, vendidos al ejercito de Venezuela, en manos de las FARC;
- Por la denuncia de Colombia de la presencia de 1.500 narco terroristas en 87 campos clandestinos en Venezuela.
Pero no termina allí la cosa. Chavez nombró hace muy poco, como jefe estratégico de las fuerzas armadas de Venezuela, a Henry Rangel Silva, designado por el gobierno de los EEUU como colaborador de las FARC. Es decir, las acciones de Chavez sugieren que lejos de querer investigar las denuncias hechas por Colombia, los narco terroristas de las FARC pueden estar tranquilos, en la certeza de que un colaborador cercano está al frente de las fuerzas armadas de Venezuela. Ramon Rodriguez Chacín, otro de los altos funcionarios del gobierno de Hugo Chavez designado como colaborador de las FARC y reconocido como enlace clave entre Chavez y las FARC, se encuentra en libertad plena en Venezuela.
Por tanto la pregunta es: qué hacer con Chavez? Qué hacer con un presidente dizque democrático que viola todos los preceptos de la democracia, ya sea legislaciones internas o tratados internacionales? La respuesta es, lamentablemente, absolutamente nada. Nada se puede hacer contra Chavez, sin que el coro de naciones del mundo acudan a su rescate si acaso a Colombia se le ocurre la descabellada idea de lanzar ataques a campamentos de las FARC en Venezuela, como hicieran en Ecuador. Nada puede hacerse contra la protección que Chavez brinda a las FARC en territorio venezolano, si no puede determinarse si las acusaciones y evidencias presentadas por Colombia son ciertas. Ninguna sanción económica puede aplicarse, en la ausencia de pruebas irrefutables. Ninguna comisión, de ninguna parte, puede visitar Venezuela, si Chavez no lo permite. Es decir, la solución al problema Chavez no es ni puede ser internacional. La solución está, sólo, en manos del pueblo venezolano.