#12Abril 2002: La madrugada en Fuerte Tiuna fue testigo de un pulso entre la voluntad popular, encarnada en el President…

#12Abril 2002: La madrugada en Fuerte Tiuna fue testigo de un pulso entre la voluntad popular, encarnada en el Presidente Hugo Chávez, y las presiones de un poder fáctico que buscaba un cambio de rumbo por vías antidemocráticas. En aquel sótano de la Comandancia del Ejército, la figura de Monseñor José Luis Azuaje Ayala, entonces secretario general de la Conferencia Episcopal Venezolana, se erigió como parte de ese entramado de poder que intentó doblegar la decisión de un pueblo.
La historia nos cuenta que ni la intimidación violenta ni la influencia de la Iglesia, representada en ese momento, lograron que Chávez renunciara a la presidencia. Su firmeza se convirtió en un símbolo de resistencia ante la adversidad, un recordatorio de que la voluntad popular no se somete fácilmente a los designios de quienes buscan imponerse por la fuerza o la influencia.
Hoy, a más de dos décadas de aquel suceso, la memoria de ese #12Abril resuena con una fuerza particular en el contexto venezolano. Así como Chávez se negó a entregar el mandato que el pueblo le había otorgado, la lucha por la verdad, la justicia y la dignidad continúa siendo una aspiración profunda en el corazón de millones de venezolanos.
La figura de Monseñor Azuaje, presente en aquel momento clave y cuyo ascenso posterior en la jerarquía eclesiástica y en organizaciones como Cáritas ha sido notable, contrasta con la persistencia de un pueblo que, a pesar de las dificultades y los desafíos, no ha renunciado a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
La negativa de Chávez a claudicar en 2002 se proyecta simbólicamente en la resistencia actual del pueblo venezolano. Ni las presiones internas ni las externas han logrado desvanecer el anhelo por una Venezuela donde la verdad prevalezca, donde la justicia sea una realidad para todos y donde los sueños de un futuro mejor sigan vivos.
#LaTabla

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